sábado, 16 de agosto de 2008

Artículo: Los efectos indeseables de un educación autoritaria

LOS EFECTOS INDESEABLES DE UNA EDUCACION AUTORITARIA
Prof. Carlos Rodríguez



Hoy en día hay grupos que todavía tratan de hacernos creer que la mejor manera de brindar educación sexual es mediante las prohibiciones y la generación de miedo hacia el ejercicio de la sexualidad o a través del silencio. Por ello se educa para la obediencia y la rigidez, bajo el supuesto de que las personas somos incapaces de analizar las opciones, elegir entre alternativas y responsabilizarnos de nuestras propias conductas, entre ellas nuestras prácticas sexuales.

Hoy más que nunca conviene tomar conciencia de las consecuencias negativas que la desinformación y el silencio en torno a la sexualidad, han tenido en el desarrollo de conductas de riesgo a la infección por VIH.

Hoy en día hay grupos que todavía tratan de hacernos creer que la mejor manera de brindar educación sexual es mediante las prohibiciones y la generación de miedo hacia el ejercicio de la sexualidad o a través del silencio. Por ello se educa para la obediencia y la rigidez, bajo el supuesto de que las personas somos incapaces de analizar las opciones, elegir entre alternativas y responsabilizarnos de nuestras propias conductas, entre ellas nuestras prácticas sexuales.

Los mensajes que asocian la sexualidad con la culpa y con la muerte son un claro ejemplo de cómo la sociedad intenta controlar el ejercicio de la sexualidad a través de una serie de valores y preceptos morales que no corresponden a las necesidades de la población respecto a recibir información sobre diversos temas relacionados con la sexualidad. En una encuesta nacional realizada recientemente con apoyo de la empresa Gallup se encontró que más del 90 por ciento de la población considera que se debe dar educación sexual de manera abierta y clara a niños y niñas en las primarias del país, así como capacitar a maestros y padres de familia para que hablen sobre estos temas. En dicha encuesta, 94 por ciento consideraba que se debía dar elementos a niños y niñas para prevenir el abuso sexual, 93 por ciento apoyaba que se hable con niños y niñas sobre la importancia de que toquen y conozcan su cuerpo y 91 por ciento pensaba que se deberían incorporar contenidos que enseñen a niños y niñas a tomar decisiones.

Sin embargo, el estilo de educación que prevalece es aquél que antepone la culpa al ejercicio de la sexualidad, el miedo a la libertad de expresión, la obediencia a la toma de decisiones, la sumisión y pasividad a la reflexión. Esta forma de ``educar'' no proporciona información, ni clarifica los valores de cada persona, sino lleva a que la gente continúe negando su sexualidad y teniendo, por lo tanto, prácticas de riesgo ante la culpa de anticipar una relación sexual. Si no aceptamos nuestra sexualidad, no podemos aceptar la necesidad de utilizar la prevención al ejercerla. Asimismo, nos será más difícil aceptar que ésta es una fuente de alegría y de placer.

Una sexualidad libre e informada

La abstinencia sexual como forma de solución a los problemas de embarazo en la adolescencia e infección por el VIH está fuera de la realidad estadística. Se sabe que las adolescentes de la ciudad de México inician su vida sexual alrededor de los 15 o 16 años y los varones un año antes. Además se ha visto que en México aproximadamente el 30 por ciento de las adolescentes tienen más de una pareja sexual.

A pesar del creciente interés que en la actualidad ha cobrado el brindar educación sexual a niños, niñas, adolescentes, jóvenes, padres y madres de familia, la mayoría de los programas educativos existentes no les enseñan a tomar decisiones sobre el ejercicio de la sexualidad de manera libre e informada, ni tampoco contribuyen a que ellos desarrollen un pensamiento crítico y tengan confianza en sus propias elecciones sexuales.

En lo que se refiere a las expectativas de género, no se ha generalizado la aceptación de lo que los investigadores sabemos: para las mujeres el cumplir con los roles tradicionales y con las expectativas marcadas para cada género puede significar un mayor riesgo a la infección por el VIH en la medida en que limita la libertad para tomar un mayor control de su sexualidad así como la participación en las decisiones sobre el ejercicio de su sexualidad, dificultando que se pueda negociar con la pareja sobre prácticas sexuales protegidas. Se considera todavía que este tipo de conductas, en las mujeres, se relacionan con la infidelidad y no con el cuidado de la salud, por lo que producen desconfianza en la pareja.

Las mujeres que asumen un papel más activo hacia el cuidado de su salud sexual pueden ser vistas como fuera de las normas que asignan a la mujer un papel de pasividad erótica frente al hombre, o por el contrario, consideran que su conducta es signo de desajuste social. Cada vez existe mayor información psicológica y psiquiátrica que demuestra que las personas caracterizadas como andróginas, es decir las que han logrado incorporar conductas tanto femeninas como masculinas, son quienes tienen un mayor ajuste social y establecen interacciones más saludables. Sin embargo, parecería que las mujeres están asumiendo papeles que se consideraban como masculinos sin perder lo femenino, mientras que la contraparte en los hombres ha sido más lenta y difícil. El que el hombre desarrolle características consideradas como femeninas en relación con la expresión del afecto, ternura o sensibilidad, para comprender sus necesidades afectivas y las de su pareja aún es censurado por la sociedad, lo cual sigue repercutiendo en que se desarrollen relaciones no igualitarias en términos de comunicación, negociación y satisfacción de necesidades afectivas.

Autoestima y conducta preventiva

Cabe destacar que el hecho de que un hombre o una mujer perciba el riesgo de infección por el VIH y decida llevar a la práctica conductas sexuales protegidas, es resultado de una serie de factores como tener información, quererse a sí mismo, saber comunicarse y negociar, asumir de manera responsable las consecuencias de nuestras acciones. La investigación sobre sida muestra que la reducción del riesgo en la transmisión de esta enfermedad está directamente relacionada con la información científica que las personas tienen acerca de las formas de transmisión y prevención del VIH, con las motivaciones individuales para reducir el riesgo, con la aceptación de la posibilidad de riesgo y con sus habilidades específicas para enfrentar dicho riesgo. Por otro lado, se ha encontrado que uno de los factores más importantes para reducir el riesgo de infección por el VIH, es precisamente la autoaceptación de la sexualidad y el asumirse uno mismo como persona sexualmente activa o potencialmente capaz de serlo.

De acuerdo con autores como Fisher y Fisher (1992), una vez que las personas se han aceptado como sexualmente activas, tienen mayor disposición para ejercer conductas tanto privadas como públicas relacionadas con el autocuidado. Las primeras se refieren a las prácticas de sexo seguro y las segundas con la prueba de anticuerpos al VIH o la compra de condones. Finalmente, se requiere lograr el establecimiento y mantenimiento de conductas preventivas. Cabe señalar que la probabilidad de que estas conductas se conviertan en patrones habituales de comportamiento sexual en hombres y mujeres, es mayor cuando existe un reforzamiento mutuo por parte de ambos miembros de la pareja para seguir teniendo actos públicos y privados de prevención a la infección por el VIH.

Además, cabe mencionar que si se adquieren conductas preventivas antes del inicio de las relaciones sexuales, las probabilidades de que éstas se lleven a cabo y formen parte del repertorio conductual de las personas, aumentan de manera significativa, siendo esto más efectivo que el intentar reaprender o modificar pautas de conducta ya establecidas. Un estudio realizado en el Instituto Mexicano de Investigación de Familia y Población, A.C. (IMIFAP) mostró que al impartir un curso de educación sexual y para la vida familiar conocido con el título ``Planeando tu vida'' a un grupo de adolescentes que no habían tenido relaciones sexuales, aumentó significativamente la probabilidad de uso de anticonceptivos una vez que tuvieron relaciones sexuales. Por otro lado, dicho programa no tuvo ningún efecto en la edad de inicio de dichas relaciones, es decir, en la incidencia de relaciones sexuales. Estos hallazgos se han reforzado con estudios que muestran que aquellos adolescentes que hablan con sus padres y madres sobre la sexualidad, inician su vida sexual más tardíamente que los que conviven en ambientes donde predominan el silencio y los mitos en relación al tema.

La configuración de conductas sexuales de riesgo, tales como el que las personas experimenten ``pena'', ``vergüenza`` o ``culpa'' por querer informarse y resolver sus dudas en torno a su sexualidad, es resultado de los silencios que tradicionalmente han rodeado este tema en las diferentes esferas de la sociedad, como la familia, la escuela o la iglesia. En medida en que la sexualidad sea considerada como tabú, hombres y mujeres seguirán enfrentándose a la dificultad de aceptar sus necesidades, inquietudes y deseos sexuales, y de hablar sobre los riesgos de la infección de enfermedades de transmisión sexual y del VIH. Además, mientras la actitud de la sociedad hacia la sexualidad continúe en el terreno de lo prohibido, seguirá siendo difícil enseñar a jóvenes y adultos a negociar con la pareja prácticas sexuales protegidas, impidiendo así que se eduque de manera natural y abierta a niños y niñas hacia una sexualidad madura y responsable. De aquí la necesidad de que deba estar prohibido prohibir.

Voces contra la prohibición y el silencio

En este contexto cabría preguntarse, ¿cómo es que sabiendo y conociendo la experiencia en torno a la educación sexual integral derivada de investigaciones en nuestro país y en otras culturas afines, seguimos con el mismo patrón de educar hacia la represión, la culpa, el miedo, los mitos, el silencio, las prohibiciones y los mensajes con tendencias ideológicas? ¿Cómo es posible que existan minorías que tengan la fuerza necesaria para que cadenas nacionales de comercios y medios masivos de comunicación participen activamente en campañas de desinformación, que atentan contra la salud física y mental de la población? ¿Por qué se apoya en mayor grado el tipo de literatura permeada de mitos, creencias erróneas e ideologías que limitan el desarrollo integral de hombres y mujeres?

La respuesta podría ser que la población no conoce otras alternativas y que son pocas las acciones concretas tendientes a apoyar la instrumentación de programas de educación para la salud, la vida familiar y la educación sexual, desde edades tempranas. Sin embargo, existen programas, materiales e instituciones a nivel estatal y nacional, públicos y privados, que trabajan intensivamente para incorporar contenidos sobre el aprendizaje de la comunicación abierta, el fortalecimiento de la autoestima, la toma de decisiones responsables, la promoción de la integración familiar, la comprensión y satisfacción de las necesidades de hombres y mujeres y la orientación de las vidas, empleando como estrategia la responsabilidad y el compromiso en lugar de las amenazas y las prohibiciones.

El siguiente paso es que se diseñen, apliquen y evalúen programas sobre sexualidad y prevención del VIH en el sistema educativo y de salud a nivel nacional. Además de que se difundan con el apoyo de los medios de comunicación y cadenas publicitarias, mensajes sobre diversos aspectos de la sexualidad, el autocuidado, las formas de prevenir el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual, etcétera. Con ello se busca establecer un proceso educativo que tenga impacto a corto y mediano plazo.

No hay comentarios: