martes, 2 de septiembre de 2008

Contradicciones y discriminación en el catecismo católico

Esto dice el catecismo católico sobre la homosexualidad:

2357: La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradición ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados". Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.

Comentario: dicen es inexplicado el origen síquico de la homosexualidad ¿Acaso está mejor explicado el origen síquico de la heterosexualidad? Ya que si ese fuera el caso, fácil sería entonces explicar la homosexualidad. Agregan: la Sagrada Escritura lo presenta como depravación. Pregunta: ¿Adónde Jesús condena la homosexualidad? Ya que, finalmente, recuérdese que la Iglesia supuestamente la funda Jesús. De ser eso correcto, sus enseñanzas –incluida la humildad, la pobreza y la solidaridad con el más necesitado- deberían ser el criterio guía de todo cuanto haga la Iglesia. No es el caso que tenemos entre manos, evidentemente, ya que las jerarquías católicas son, comprobadamente, cómplices del poder, del dinero y de la injusticia.

Y encima agregan: la homosexualidad es contraria a la ley natural ¿Cuál ley natural, definida por quién, con base en qué criterios científicos? Parece que la oficialidad jerárquica de la Iglesia quiere hacer creer –contra toda evidencia razonable- que su oscurantista “ley moral” es una ley natural. Absurdo. Y, por cierto, ¿No significa esto que las parejas que no pueden tener hijos o las personas mayores no deberían entonces tener derecho ni al sexo ni la vida en pareja? Es, en conclusión, una doctrina aberrada, aberrante e inhumana.

2358: Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. (Catecismo 2357-2359).

Comentario: obsérvese la violentísima contradicción: primero dicen que las personas homosexuales deberán ser acogidas “con respeto, compasión y delicadeza” evitando “todo signo de discriminación injusta”. De paso, recetan sobrellevar la homosexualidad como una cruz y luego ilustran con claridad de qué forma ellos mismos se encargan de diseñar, construir e imponer esa cruz. Recetan “castidad”, “amistad desinteresada” (¿¿??), “oración-gracia sacramental-perfección cristiana”. Dejemos de lado los eufemismos: lo que la oscurantista jerarquía católica receta es renunciar a la vivencia de la propia sexualidad. Horrorosa y patética forma de discriminación ¿Podría haber algo peor que eso?

Esto no sorprende porque corresponde de forma precisa con la visión que esta institución tan retrógrada ha tenido siempre del sexo, del cuerpo y del placer. Lo ven como pecaminoso, sucio y repugnante. Cosa que, curiosamente, contradice frontalmente la misma tradición judeo-cristiana tal cual ésta queda plasmada en la propia Biblia, la cual aceptaba el disfrute y el placer como partes inherentes y legítimas de la vida (recuérdese nada más el famoso pasaje de las bodas de Caná ¿Acaso Jesús se hizo ascos ni se escandalizó cuando hizo el milagro de transformar el agua en vino? Y un vino, por cierto, de inmejorable calidad).

En resumen, si de mentes enfermizas se trata, estos jerarcas católicos la tienen y de ella hacen pública ostentación sin rubor ni recato ¿O acaso podría haber nada más aberrado y aberrante que negarle a una persona el disfrute de su propia sexualidad?

Mejor es –mucho más saludable y natural- cantar con Eduardo Galeano:

“La iglesia dice: El cuerpo es una culpa.
La ciencia dice: El cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.”



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