lunes, 1 de septiembre de 2008

Razones fundadas para entender la conveniencia humana y social de esta ley. Un artículo de Hugo Mora Poltrioneri

Por qué es de conveniencia general esta ley
Hugo Mora Poltronieri

El proyecto de ley por el cual se pretende legalizar la unión de hecho entre la población LGBT, es de conveniencia general. Este es un punto en el que hay que insistir si se quiere lograr su aceptación por parte del pueblo costarricense, en primer lugar, y de sus representantes en la Asamblea Legislativa, en segundo lugar. En los siguientes párrafos, trataré de demostrar por qué esto es así y no simplemente una ley que favorece solo a un determinado sector de la sociedad costarricense.

Ante todo, una prevención: no exageremos nuestras expectativas acerca de los frutos que recogeríamos si el proyecto fuera aprobado como ley. Sabido es que la famosa proclama de Lincoln por la cual emancipó a los esclavos negros (1862) no significó ni el fin mismo de los prejuicios contra esta población, ni el acceso pleno a sus derechos como ciudadanos. Como tampoco el hecho de que nuestra Constitución de 1949, por el solo hecho de reconocer la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, significara para estas su pleno reconocimiento como personas y ciudadanas. En ambos casos, las leyes solo fueron un primer paso – aunque imprescindible, sin duda- para que se fuese dando un cambio en las actitudes con que se conceptualizaba, se veía y se trataba a los miembros de esas minorías. Empero, como es del dominio público, ninguno de esos cambios actitudinales ha llegado a completarse a pesar del tiempo transcurrido. Todo lo anterior para recordar que con la aprobación de este proyecto restará aún mucho por hacer, aunque este será un excelente mecanismo para contar con un instrumento jurídico al cual apelar cuando nuestro derecho a ser como somos se vea amenazado, vulnerado o puesto en entredicho.

Pero, entonces, ¿cómo es que una ley creada ex profeso para una minoría como la nuestra favorece a la totalidad, incluso a esos sectores homofóbicos que hoy y siempre nos han humillado y perseguido?

A continuación examinaremos algunos argumentos para sustentar esta posición, sin que se pretenda estar realizando un análisis exhaustivo con ello, sino simplemente sacando a luz consecuencias aún no mencionadas en caso de que este proyecto tenga éxito:

A escala internacional:

1) Una vez más, el nombre del país será reconocido en otros ámbitos mundiales como un país de inclaudicable tradición civilista, afecto a resolver sus problemas sociales y políticos internos por medios pacíficos y con la ley en la mano.

2) Diversos instrumentos jurídicos reconocidos internacionalmente en pro de los derechos humanos dejarán de ser simple papel mojado en este país, una vez más: se habrá así rescatado a su plena dignidad humana a los integrantes de una minoría que había sido invisibilizada por siglos y que ahora podrá salir a la luz, con todos los beneficios que esto podrá significar para ellos mismos y para el resto de la población:

3) Si bien Costa Rica no podría nunca reclamar el papel principalísimo de abanderada en esta lucha por culpa del conservadurismo social extremo de ciertos grupos y organizaciones con un papel dominante en esta sociedad, no hay duda de que este paso señalará un camino para medidas similares en el entorno caribeño y latinoamericano en donde siguen muy arraigados los antivalores que están en la base del fenómeno de la homofobia.

A escala social:

1) La sociedad costarricense se tornará más humana y solidaria. No más fingimientos, no más máscaras, no más la asunción de papeles que no van con la dignidad a que tiene derecho todo ser humano, no más comentarios por lo bajo y a espaldas de otros seres tan humanos como cualquiera, no más “bajadas de piso” por algo no elegido conscientemente… Descartado queda, en fin, todo desgaste de energía en un asunto que no es otra cosa que el ejercicio libre de la libertad y del gusto de cada individuo que forma parte de una sociedad educada en el respeto hacia el fenómeno omnipresente de la diversidad humana y social.

2) Escuelas, colegios, universidades, lugares de trabajo y de diversión, templos, etc. , es decir, todos aquellas instituciones y lugares propios para el estudio, el trabajo y el ocio, quedarán libres de ese ambiente recargado de tensión, y hasta amenaza, cuando hay la conciencia generalizada de que alguien “raro” es parte del conglomerado humano ahí reunido. Aunque la ley sea incapaz, a corto o mediano plazo, de efectuar el cambio deseado de actitudes, al menos ya los agresores potenciales sabrían a qué atenerse si dieran rienda suelta a su homofobia descontrolada. No puede negarse que un ambiente como el descrito se tornará más propicio para que los seres humanos puedan relacionarse con un mayor grado de humanidad, todo lo cual puede redundar en un más alto nivel de comunicación genuinamente humana y en un medio más favorable para la creatividad de todos los presentes. La sinceridad creciente en las relaciones interpersonales, y hasta en aquellas que pudieran tornarse más íntimas y conducentes a compromisos religiosos o legales, evitará ese odioso juego de máscaras que lleva a tantos miembros de esta minoría y de la mayoría heterosexual a navegar en aguas inciertas acerca de quién es verdaderamente esa otra persona con quien me estoy relacionando y aun comprometiendo. Es claro que esos matrimonios que solo se efectúan para cubrir apariencias, tendrán así sus días contados.

3) Los medios de comunicación colectiva (prensa, radio, televisión, publicidad generalizada, etc.) dejarán de reflejar la homofobia hasta entonces imperante en el seno de la sociedad para adaptarse a una nueva situación de la cual podrán sacar mucho provecho…y no solo económico. No se exagera al afirmar que los homosexuales estamos en todas partes, incluso en los lugares menos esperados (por ejemplo, en las familias más “respetables”, entre nuestros políticos y hasta en las iglesias, sobre todo en la supuestamente mayoritaria y oficial). Mejorarán las relaciones humanas entre el personal a cargo de las labores al liberar a sus miembros de un factor que les impedía mostrarse en toda su autenticidad. Asimismo, es claro que todos estos medios encontrarán para sus quehaceres propios una veta riquísima en la historia, por tantos siglos no contada o disimulada, de esta minoría secular. Así, por solo mencionar algunos ejemplos, se sacará a luz la “love story” bíblica de David y Jonatán; pero también la de Harmodio y Aristogitón, la de Alejandro Magno y Hefestión, la de Epaminondas y Pelópidas; la del emperador Adriano y Antinoo, sin olvidar tampoco a la famosa Legión Sagrada de Tebas, formada por 150 pares de amantes, que se juraban combatir ante la muerte cuidando el uno del otro. En todo ello, como en los diálogos de Platón, se muestra una masculinidad sensible y heroica, en absoluto disminuida por la libre expresión de los sentimientos. Se hablará también de Safo, la “décima musa”, según Platón, aunque poco de la homosexualidad femenina: no porque no haya existido, desde luego, sino porque ya se sabe cómo el patriarcado se las ha ingeniado en todos los tiempos y lugares para negar a las mujeres cualquier tipo de protagonismo en la Historia.

4) El fenómeno de la homosexualidad dejará de ser algo objeto de chismorreos y ejercicios vanos de poder para convertirse en un aspecto humano digno de ser, por derecho propio, objeto de investigación en universidades y otros centros de educación superior. Se abrirá así un nuevo campo de estudio en torno a una manera particular de expresión de la naturaleza humana, siempre rebelde a ser encasillada en moldes labrados a conveniencia de ciertos grupos dominantes presentes en toda comunidad humana. El tratamiento de algo tan humano dejará de ser propio del chisme, del prejuicio y de la generalización indebida para ceder su lugar al examen cuidadoso, objetivo y serio de una realidad social poco o nada documentada científicamente. Como de todo proceso de investigación científica en lo social, es innegable que cabe esperar un mejoramiento en la comprensión del fenómeno, con amplias posibilidades de que esto contribuya a una mayor integración entre este sector minoritario y el resto de la población. Y, cuanto menos tabúes y prejuicios medien entre grupos sociales, tanto más integración puede esperarse en la sociedad como un todo.

5) Haciendo una generalización indebida, a todos los homosexuales (especialmente a los varones) se nos califica fácilmente como superficiales, irresponsables, fiesteros, promiscuos, etc. La realidad es que este segmento social es tan variopinto como el de los heterosexuales en cuanto a lo antes mencionado. Pero además, no hay que olvidar que, paradójicamente, al mismo tiempo que gozan de más libertades, los heterosexuales tienen también más responsabilidades derivadas de la ley o de la costumbre. Por ejemplo, están las instituciones todavía validas (aunque con menos rigor que antes) del cortejo, del noviazgo, del matrimonio, del parentesco político, de la paternidad, de la educación de los hijos, de la religión, etc., todas las cuales implican deberes y compromisos que suponen un comportamiento “respetable” ante el conjunto familiar y social, so pena de graves sanciones morales y legales. Nada de esto ha existido hasta ahora para la población homosexual, lo que no ha impedido el que siempre hayan existido parejas cuyo compromiso, carente de todo valor legal, sea tanto o, incluso, más duradero, que el de muchas parejas heterosexuales que se unen en “sagrado” matrimonio y no pasan del año. Por razones fáciles de entender, este sector de la población homosexual no es tan notorio como el otro: de ahí la prevalencia de un estereotipo –el del homosexual promiscuo, fiestero, lo que no pasa de ser una generalización indebida.

Y conviene no confundir efectos con causas. Muchos homosexuales se corresponden con ese estereotipo simplemente porque hasta ahora no había otra opción. Este proyecto, de ser aprobado como ley de la República, sentaría las bases para que, junto con los derechos que la ley les reconoce, les lleguen ciertas obligaciones sociales como las existentes actualmente para los heterosexuales, lo que contribuiría a inducir a quienes llevan una vida demasiado irregular a ajustarse a una vida más ordenada y aceptable para el resto de la sociedad. Es más bien de lamentar que el proyecto haya excluido el polémico tema de las adopciones porque nada obliga tanto a llevar una vida ajena a superficialidades y disipación como la crianza de los hijos.

Lo expresado anteriormente no significa tampoco que, por el solo hecho de existir una ley que lo permita, todos los homosexuales se apresurarán a acogerse a ella. Al igual que en el mundo heterosexual, la vida en pareja no es algo que se pueda imponer a todos. Los diferentes estilos de vida deben respetarse, incluso el de los solteros por decisión propia: eso es lo propio de una sociedad que se considere a sí misma como democrática.

A escala familiar:

1) La familia en todas sus manifestaciones –insisto, en todas- y no únicamente en la nuclear mítica defendida por el Vaticano y otros fundamentalistas cristianos, es el lugar natural para que todos sus miembros se expresen en la mayor libertad y con la más alta autenticidad, dentro del afecto y el respeto mutuos que el vínculo familiar per se genera. Sin embargo, muchas veces no es así, ni siquiera en aquellos casos en que todos sus miembros son heterosexuales. Y como todos sabemos por propia experiencia, tales presupuestos de libertad, autenticidad, afecto y respeto son casi deficitarios cuando aparece el fenómeno de la homosexualidad en el seno familiar. Lo usual es todo lo contrario para la “oveja negra”, ya sea porque trate de darse su lugar como ser humano pleno, o porque se acoja a la famosa ley del silencio: jamás hablar del asunto, menos siquiera pronunciar la palabra con que se expresa ese “amor que no se atreve a decir su nombre”, según la acertada expresión creada por lord Alfred Douglas, el odioso amante de Óscar Wilde.

2) Una familia en que tal ocurre es una familia enferma, en que todos, en mayor o menor grado, sufren. La desgraciada “oveja negra” se encuentra en la triste situación de que aquellos más próximos a él o ella, en todos los sentidos, aquellos en quienes debería tener los mejor amigos y confidentes, le dan con la puerta en las narices. Hasta la relación con el ser más entrañable, como puede ser la madre, puede tornarse en algo frío, lejano, con quien apenas se llega a las medias palabras cuando algo en ella hace ver que “entiende”; pero ante la cual sería imposible sincerarse plenamente porque entran en acción ciertos mecanismos psicológicos muy tempranamente interiorizados que nos han enseñado que hablar de esto es vergonzoso, que así le causaríamos daño; pero tal vez también porque sentimos que no tenemos argumentos para justificarnos, situación estimulada desde la más tierna infancia en nosotros por un ambiente social y educativo que nos ha impuesto por todos los medios el modelo heterosexual como el único posible para ser seres humanos completos.

3) Es claro que en los últimos años se ha ido abriendo una ventana sobre el tema. Desde el exterior, igual que nos llegó la Independencia en 1821, viajeros y medios de comunicación han estado exponiendo a nuestra patriarcal sociedad costarricense a la forma cómo se percibe y se acoge actualmente el fenómeno de la homosexualidad en sociedades más avanzadas. Esos aires de libertad y aceptación han causado su efecto en nuestros propios medios de comunicación; y hasta buena parte de la sociedad muestra más tolerancia y aceptación hacia los comportamientos homosexuales. Fruto de tal situación es este proyecto que, aun sin ser aprobado, ya está logrando una apertura en la comunicación general como nunca antes se había dado. Y, en consecuencia, ha llegado hasta el seno familiar por medio de la radio, la prensa, la televisión y hasta medios informales de comunicación como pueden ser los vecinos, las amistades y hasta los mismos parientes. El efecto inmediato, sin duda, es el de que nadie en nuestra propia casa –ni nosotros mismos, si es el caso- puede seguir acogido a la ley del silencio y al uso de máscaras. Desde ahora se ha hecho más fácil mentar la palabra “impronunciable” y comenzar a buscar la manera de iniciar relaciones con nuestros parientes fundamentadas en la verdad, en la autenticidad, en la sinceridad, negociación en la que todos saldremos ganando en esa solidaridad que todos, absolutamente todos los miembros de la familia, necesitamos para realizarnos como seres humanos.

A escala individual:

1) Todo lo positivo mencionado anteriormente redundará en beneficios individuales para todos, estén en la mayoría sexual o en la minoría. Los primeros, como simples individuos o como miembros de una familia, porque con toda la publicidad positiva que se ha ido brindando alrededor del proyecto, habrán tenido por primera vez la posibilidad de tener otra versión, otra manera de ver el fenómeno de la homosexualidad. Y hasta habrán descubierto que los homosexuales somos personas tan comunes y corrientes, o tan brillantes y excepcionales, como ellos mismos. Que hasta algún pariente o parienta que se veía tan “normal” (término que ha de ir desapareciendo en este contexto) era también parte de esa minoría. Y hasta el actor aquel, y el profesor del colegio, y la costurera que vive al lado, y la escritora aquella que tanto admiramos, y hasta esa tía que nunca se casó, pero que era tan buena y ya se murió…Ahora para mí, varón heterosexual, será más fácil entenderme con aquel amigo o compañero del trabajo; ahora yo, como mujer, ya sé cómo encaminar mi amistad con aquel amigo que tanto quiero, pero que nunca me corresponderá porque debo respetar sus sentimientos. Ahora, no obstante, podremos tratarnos simplemente como dos seres humanos y hablar con total libertad de cosas y temas que antes eludíamos…

2) En cuanto a uno, como simple miembro de la minoría LGBT, el solo hecho de que un proyecto de ley así exista, sea que uno haya salido del armario o no, es la gran oportunidad para comenzar a valorarse en todas sus dimensiones como ser humano. A pensar que tiene todo el derecho a ser como es y que nada ni nadie puede impedirle vivir su vida como la vive cualquier heterosexual, excepto en el hecho determinante de que uno quiere para sí un compañero o compañera del mismo sexo. O incluso para vivirla de otra manera más abierta, como es público y notorio que lo hacen tantos heterosexuales solteros y hasta casados. Pues para eso es este proyecto que, una vez cuajado en ley de la República, lo que hace es darnos una opción que nunca antes tuvimos.

3) Finalmente, y aunque ya se sabe que los cambios actitudinales promovidos por leyes sabias y justas como la propuesta se producirán a más largo plazo, no cabe duda de que uno de los efectos invaluables de ella será, en el plano individual, la liberación de ese espíritu creador que en los homosexuales ha estado tan reprimido e invisibilizado desde que la mojigatería judeo-cristiana calificó de vicio, pecado y enfermedad lo que tiempos atrás había sido otra manera natural de expresión de los más íntimos sentimientos. Son esos sentimientos perdidos los que han privado a toda la Humanidad de una riquísima cantera que ya había comenzado a dar sus frutos más excelsos en la Antigüedad grecorromana. Por error tan irreparable, un artista tan reconocido como Miguel Ángel nos es hoy presentado como el amante platónico de una de sus amigas cuando en la vida real ardía de pasión arrebatada por aquel a quien dedicó sus famosos sonetos, el noble Tommaso de Cavalieri, de quien también se dice que fue su modelo para la celebradísima escultura del David Y otro gran escritor inglés, E. M. Forster, autor de grandes novelas como Un cuarto con vistas y Pasaje a la India, escribió su Maurice, de tema homosexual, en 1913, obra que por temor al escándalo que le podría causar en vida, solo fue publicada en 1971 por petición expresa del autor, fallecido en 1970. Lo mismo podría decirse de Somerset Maugham, otro apreciado novelista inglés homosexual, autor de Servidumbre humana, obra en que el autor cambia el sexo del causante de tal servidumbre del protagonista por el de una mujer, opción más digerible para el culto pero hipócrita público de la época, según opinan algunos críticos.

4) Es de esperar que aquí, en Costa Rica, como ya ocurre en el resto del mundo que sobrepasó desde varias décadas atrás los siglos del oscurantismo medieval, muchos talentos de la comunidad homosexual –jóvenes y no tanto- encuentren en esta mayor libertad su posibilidad de expresar su visión particular del mundo y la sociedad en todos los terrenos de la creación artística, como manera de recuperar esos sentimientos perdidos que siempre fueron parte de la naturaleza humana. Asimismo, queda abierto un amplio campo para que los investigadores sociales (historiadores, sociólogos, antropólogos, educadores, etc.) exploren las condiciones en que existió y resistió este fenómeno en nuestro país, inclusive desde los tiempos anteriores a la llegada de los europeos. No es de extrañar que se nos revele un panorama muy distinto del que hasta ahora conocemos; y hasta podríamos descubrir facetas totalmente inesperadas –pero acaso sospechadas gracias a la chismorrería a que somos tan dados los seres humanos- en grandes personajes de nuestra Historia local.


F I N

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