Una cuestión de género
La lengua no es solo una cuestión de palabras, siempre hay un juego de poder detrás
Sergio Coto-Rivel
Filólogo
sergio.cotorivel@univ-lr.fr
Luego de más de cincuenta años de luchas feministas comprometidas con la igualdad de géneros y las posteriores reivindicaciones de minorías sexuales, a partir de elementos teóricos y filosóficos ya ampliamente aceptados como lo es la diferencia básica entre sexo y género, me he quedado simplemente anonadado al leer la declaración del señor Jorge Guardia en su columna de este periódico el día lunes 29 de junio. En ella anuncia categóricamente: “Las personas no tenemos género, tenemos sexo” y lo remata con: “¡Por dicha!”.
Evidentemente, se trata de una grave confusión de términos al querer definir el género de una persona (implicación de la identidad sexual como proceso de construcción social –masculinidades o feminidades–) a partir de la definición de género gramatical dada por el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (“Clase a la que pertenece un nombre sustantivo o un pronombre por el hecho de concertar con él una forma y, generalmente solo una, de la flexión del adjetivo y del pronombre” DRAE).
Es decir, se mezcla un concepto teórico que engloba todo un campo de estudios que se ha venido desarrollando desde hace muchos años, especialmente en las universidades estadounidenses –Gender Studies o Estudios de género–, con la definición de un elemento de la gramática de la lengua.
Estas osadas declaraciones se presentaban como una respuesta más a las polémicas entre defensores de la igualdad de género y los puristas de la lengua sobre la utilización del género femenino específico frente a un género masculino ambiguo en español (en este caso hablo claramente de gramática). A partir de esto se ‘justifica’ la no feminización de sustantivos o adjetivos masculinos, dejando siempre de lado las implicaciones históricas y sociales del término.
Mi interés aquí no es el de unirme a las largas discusiones sobre los pros y los contras de un proyecto de leguaje inclusivo, sino el de señalar algunos aspectos fundamentales de estos movimientos.
Proceso cultural
Al hablar de género, como en el término condenado por el señor Guardia: ‘violencia de género’, se sigue una línea de pensamiento abierta por Simone de Beauvoir en El segundo sexo, donde declara que no se nace mujer sino que se llega a serlo (“On ne naît pas femme, on le devient”). Es decir que la condición de nacer con un sexo biológico determinado no implica tener también de forma innata el conjunto de características sociales ligadas a lo femenino, o sea, al género femenino.
Más allá de esto, y llevando las propuestas a nuevas posibilidades, la filósofa Judith Butler considera que este proceso de aprendizaje del género puede no corresponder directamente con el sexo biológico y además podría ser reelaborado, modificado o reinventado hacia cualquier otra identidad de género.
Desde este punto de vista no solo tenemos género, ¡por dicha!, sino que este puede no corresponder con las leyes machistas del patriarcado, tan restrictivas y encasilladoras en dos únicas posibilidades heterosexistas, y además manifestarse de formas variadas y vincularse libremente.
Así entonces se privilegia la diversidad y la apertura que tanto hace falta recordar ahora a propósito de la puesta en marcha de consultas populares discriminatorias en este país, las cuales atentan abiertamente contra los derechos humanos, en donde pareciera que al fin y al cabo no todos somos tan iguales. Después de todo, la lengua no es solo una cuestión de palabras, siempre hay un juego de poder detrás.
LA NACIÓN, Costa Rica, 3-7-2010
http://www.nacion.com/2010-07-03/Opinion/Foro/Opinion2433334.aspx
domingo, 4 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario