martes, 29 de julio de 2008

Apoyo a la unión de hecho, Personas del mismo género. Iván Martorell

Al mundo,

Entiendo a mis casi 30 años, que prefiero mi vida transparente y feliz, que una vida con miedo y mentira. Que prefiero a mi familia en su proceso de aceptar mi orientación sexual que una familia que no sabe realmente quién soy.

Entiendo que soy feliz porque sé lo que represento y estoy muy orgulloso de ello. Más importante aún, soy feliz porque camino por las calles de mi país siendo honesto con mis amigos, con mis compañeros y sobretodo conmigo mismo.

Entiendo que todos somos parte de un planeta, que todos nacemos, crecemos, nos alimentamos, trabajamos, reimos, lloramos, amamos y finalmente morimos. Que algunos tenemos la dicha de compartir una vida con alguien que nos toma en brazos cada vez que nos sentimos mal, que nos cuida cada vez que estamos enfermos, que nos levanta en aquellas mañanas perezosas y que nos toma de la mano SIEMPRE que necesitamos apoyo.

Entiendo también que hay unos que no ven más allá de sus anhelos, de sus complejos y/o de su ignorancia. Que prefieren destruir lo que no entienden y excusan su comportamiento con una fé. Utilizando un credo que originalmente rezaba amor como un escudo que grita odio.

Finalmente entiendo que a pesar de que soy reconocido como un hombre con todos sus derechos ante los que me quieren, necesito el mismo reconocimiento en mi sociedad, por la que trabajo, por la que transito. Y no me importa si aquellos que me tildan de inmoral están de acuerdo, la realidad es que soy lo que soy y formo parte de esto que llamamos pueblo.

Iván Martorell
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Carta a los ex-suegros

'La sangre en el caucho de la llanta también es mía'

Ana Istarú

Ustedes nunca me quisieron a mí porque ustedes nunca lo quisieron a él. Aunque él haya sido su hijo y yo, lo juro por el vientre de mi madre, quien más lo quiso. Por él aposté mi vida y todos lo saben. Por él y por este amor que, sangre quien sangre, todavía me hierve entre el pecho.


Por él miré hacia la pared con el rostro marcado por el sablazo del desprecio, clavándome en la lengua los incisivos. Por él y por nosotros tragué fuerte la saliva de la humillación.


Nuestra unión no cabía en los moldes de hierro de las convenciones y es temible el precio que por ello se paga. Pero el amor no comprende esas razones.


Hoy está muerto. Para mí, por primera vez. Ustedes en cambio por segunda vez lo entierran, en ese funeral al que no se me invitó. Porque ahora, ya muerto, es de nuevo respetable.


Lo atropelló borracho un decente padre de familia, este sí casado como Dios y la Santa Iglesia mandan.


Yo sé que la sangre en el caucho de la llanta también es mía, aunque pretendan borrarme de su vida como una mala palabra del cuaderno de un niño. Porque fui yo quien construyó con él esta casa de la que ahora me expulsan. Porque fui yo quien ofrendó su patrimonio en el altar de la pareja, quien combatió a su lado en todas las contiendas.


Me arrancaron su cuerpo desde que entró en el hospital. Yo, que no tengo una alianza dorada en la mano, no puedo convencer a una enfermera.


No soy nadie, no soy nada, salvo quien más lo quiso. Ustedes, junto a la camilla que no pude seguir, en el cuarto al que no pude acceder, junto a esos ojos que mi mano no cerró, se acordaron por fin de sus genes y apellido, de ese hijo del que un día abjuraron.


A mí, que soy su familia elegida, me arrancaron mi muerto, mi casa, mi patrimonio, mi herencia. Solo porque no pudimos casarnos como se casa la gente, de blanco, de traje, de fiesta. Con niños que cargan flores, con ese anillo de boda que habría de marcar sobre su piel mis iniciales.


Ustedes me despojaron; yo lo quise. Ustedes lo rechazaron: yo lo quise. Ustedes, y buena parte del mundo, en pleno siglo XXI, nos impidieron alcanzar la dignidad de ser esa familia que de todas formas fuimos, le duela a quien le duela, por obra y gracia de nuestro amor.


Ustedes, que creen que se puede doblegar el curso de la historia, negar lo inevitable, tapar con un dedo el sol de la verdad, aplastar con los pies la hoguera del amor que se enciende entre dos seres. Solo porque el hombre que amé y yo somos del mismo sexo.

1 comentario:

Meli Melo dijo...

Bravo!!!
Bravo!!!
Que sentida y reveladora carta.
Me gustaría verla y leerla en todos los periódicos del país.

Ana tu que puedes, publicala en todos los medios.

Gracias por la carta