jueves, 2 de octubre de 2008

Más allá de las falsedades que pretenden vincular homosexualidad con perversidad, esta es la realidad del abuso sexual en Costa Rica

Dentro del enorme cúmulo de falsedades y tergiversaciones que los sectores religiosos conservadores y oscurantistas difunden acerca de la homosexualidad, están las ideas que asociación esta forma de expresión de la sexualidad humana, con comportamientos perversos como la pedofilia o, en general, el abuso sexual. La verdad es que la persona homosexual es tan solo un ser humano que siente atracción hacia personas de su mismo sexo. Punto. Más allá de eso, la persona homosexual podría incurrir en alguna forma de comportamiento perverso, exactamente como podría hacerlo una persona heterosexual. Ese comportamiento abusivo y agresor es cosa distinta del hecho mismo de la homosexualidad o la heterosexualidad, ya que, como manifestaciones particulares dentro del abanico de la sexualidad humana, éstas tienen la misma potencialidad y posibilidad de desarrollarse de forma respetuosa y equilibrada. Los abusos y la agresión sexual son algo completamente distinto de lo que es el comportamiento usual en personas homosexuales o heterosexuales. Este reportaje, y los datos que aquí se aportan, así lo ratifican, empezando por el hecho evidente que aquí se pone de manifiesto, que en todos los casos se hace referencia a abusos cometidos por personas que, en su vida pública “normal”, son reconocidas como heterosexuales.

Con un detalle adicional muy importante: en la mayoría de los casos los abusos se dan en el ámbito familiar ¿Dónde queda entonces la famosa “familia” de que, con tanta ligereza, hablan los santulones y sotanudos de las religiones conservadoras? Esto ilustra cuán complejo es el concepto familia y cuán inadecuado es pretender imponer un “modelo” de familia.


Este reportaje -publicado en La Nación- ilustra todo lo anterior con enorme claridad.

Ataques sexuales siguen aumentando, según autoridades
Cada seis horas una mujer denuncia haber sido violada
Mayoría de violadores son absueltos o nunca van a juicio
Muchos de los ultrajes sexuales ocurren a diario en el ámbito familiar

Nicolás Aguilar R. naguilar@nacion.com

Ana, de 17 años, acudió a clases de inglés en una universidad de San José y, a las 5:30 p. m. de un lunes, caminó hacia el parque para esperar el autobús.

Allí, un hombre joven, de buen aspecto, le preguntó la hora amablemente. Ella miró su reloj y, cuando estaba a punto de responder, sintió el cañón de una pistola en las costillas.

“Haga todo lo que le diga o se muere...”, le dijo el desconocido obligándola a caminar hasta un auto estacionado a pocos metros.

Lo que sucedió después cambió radicalmente la vida de Ana.

Aunque en la actualidad toma pastillas para dormir, se despierta varias veces gritando y llorando, presa de terribles pesadillas.

“Me siento sucia, como basura, como la peor de las basuras, huelo mal, aunque me dicen que no es cierto. Me baño a cada rato, me pongo desodorante y perfume, pero huelo a basura; es horrible sentirse así...”, relató esta víctima de violación durante una terapia con su psicóloga.

Pero no es la única. De acuerdo con informes del Departamento de Planificación del Poder Judicial, cada seis horas una mujer denuncia haber sido violada, la mayoría de los casos en la provincia de San José.

La Policía señala que “hay cientos de casos más”, pero solo unas pocas se atreven a recurrir a las autoridades.

Solo en el 2007, el Ministerio Público y el OIJ recibieron 1.400 denuncias relacionadas con violaciones en todo el país.

Hasta agosto pasado, los cuerpos policiales conocían de más de 1.000 denuncias y temen que la cantidad de ataques sexuales siga en aumento.

A diferencia de otros delitos, en los que la Policía cuenta con pruebas contundentes y los responsables terminan en prisión, la mayoría de los violadores quedan libres porque muchas de las víctimas sufren terribles secuelas psicológicas que les impiden seguir adelante con “el doloroso proceso judicial”.

“Uno siente inseguridad todos los días. Tengo miedo de salir a la calle, de hablar con la gente, siento que me pueden hacer lo mismo y entonces tiemblo...”, reconoció otra víctima, de 19 años, durante una terapia de recuperación.

Las estadísticas judiciales favorecen por mucho a los violadores.

El año pasado, de 1.400 denuncias, solo 495 casos fueron llevados a juicio y, de ellos, solo resultaron condenados 152 violadores.

“Puede ser que la víctima no aparezca, que se acoja al derecho constitucional de no declarar y contra eso no se puede hacer mucho. Se puede ir con un caso perfectamente fundamentado, con toda la prueba, pero si la víctima no declara, no se puede hacer nada...”, afirmó Eugenia Salazar, fiscal adjunta de Delitos Sexuales del Ministerio Público.

Familiares y conocidos. La mayoría de las violaciones ocurren en el ámbito familiar y, casi siempre, el agresor es un conocido de las víctimas, según informes en poder del OIJ y la Fiscalía.

“Antes se decía que nos cuidáramos del sátiro del barrio, pero muchos de los abusos se dan en el ámbito familiar por parte de personas conocidas. Pueden ser el chofer del bus, el vecino, el maestro, el sacerdote, el entrenador de los niños, el papá, un tío, el abuelo, el padrastro, el amigo”, dijo Salazar.

Los ataques sexuales, además de ir en aumento, cambiaron en los últimos años, informó el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).

Hasta hace algún tiempo detenían a un sospechoso por un solo ataque sexual, pero lo más frecuente ahora es capturar a individuos con tres, cinco y hasta diez violaciones en una misma zona.

Ese fue el caso de un hombre de apellido Calvo, de 24 años, detenido el 1.° de abril tras cinco ultrajes cometidos en Escazú.

De las víctimas, solo dos aceptaron denunciarlo penalmente. Las otras, al igual que en muchos casos conocidos en medios policiales, sobreviven a duras penas con un severo choque emocional.

“De ahora en adelante se mantendrá en alerta permanente, tiene la sensación de que el peligro vendrá en cualquier momento. Por ello, los sobresaltos constantes, pesadillas, irritabilidad y comportamientos explosivos”, explicó la psicóloga Darcy Araya Solano, del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu). La mayoría de las víctimas que denuncian son personas menores de edad, y sus agresores, casi siempre, son su padre, padrastro, un tío, un primo o el abuelo. Entre las mujeres adultas, las edades oscilan entre 18 y 30 años, según las autoridades.

Hay maestros, religiosos, chóferes, hasta periodistas...

Nicolás Aguilar R.
naguilar@nacion.com

Hay de todo como en botica, reza un viejo refrán popular que ilustra en buena medida la dinámica de los violadores en Costa Rica.

Las autoridades judiciales han detenido por esos delitos a ingenieros, panaderos, chóferes de bus, taxistas, maestros, vigilantes privados, entrenadores, agricultores, incluso a periodistas.

En todos los casos, el agresor buscó ejercer “su poder” sobre las víctimas, a quienes percibe como simples objetos, según expertos.

“La ubican en un lugar de vulnerabilidad absoluta, ante un ejercicio indiscriminado de poder...”, afirmó la sicóloga, Darcy Araya Solano, del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu).

Los expertos no tienen claro cómo “se nace un violador” pero advierten de comportamientos “menores” que eventualmente llevarán al sujeto a la agresión sexual.

“ La violación se refiere a una agresión mayor por así decirlo pero existen una serie de agresiones de carácter sexual que han sido invisibilizadas, minimizadas, como si eso las hiciera desaparecer. Hablo de incidentes como llamadas telefónicas obscenas, un encuentro con un exhibicionista, o el encontrarse en un grupo de personas y sentir manos donde una no desea sentirlas. La mayoría de las personas no toma estas agresiones en serio y no por ello dejan de constituir violencia sexual”, explicó Estela Paguagua Espinoza, directora del Programa Construyamos de la Universidad Nacional (UNA).

Insistió que las víctimas de violencia sexual; a quienes llamó sobrevivientes, quienes sufren severas secuelas de por vida, deben recibir urgente tratamiento médico y sicológico. “El Programa Construyamos UNA vida sin violencia ofrece apoyo y tratamiento gratuito a esta población, previa cita al 2562-4085”, añadió.

El agresor ataca varias veces y, de no ser detenido, seguirá sumando víctimas a su historial, de acuerdo con el Organismo de Investigación Judicial (OIJ).

Entrevista
Eugenia Salazar Elizondo
Fiscal Adjunta de Delitos Sexuales
Edad: 42 años Profesión: Abogada Cargo: Fiscal
‘La mayoría de los abusos se dan en el ámbito familiar’
La lucha contra los agresores sexuales no siempre tiene un final feliz. Muchos quedan libres y son una amenaza.
Nicolás Aguilar R.

Las autoridades aseguran que muchas de las violaciones ocurren en el ámbito familiar. ¿Es cierto eso?

Ese es el tema. Antes decían que se tuviera miedo al sátiro del barrio, pero en la realidad la mayoría de abusos se dan a nivel familiar y también por parte de personas conocidas de las víctimas. Los agresores pueden ser el chofer del bus, el vecino, el maestro, el sacerdote, el entrenador, el amigo de la familia, gente cercana a las víctimas.

¿Hay muchas víctimas que prefieren no declarar por motivos familiares o por las secuelas psicológicas?

Cuando son menores, se da una situación muy particular. Eso genera muchas veces que, cuando el asunto llega a juicio, se retracte, se desdiga al poner en marcha un mecanismo de defensa. La ley les da el derecho a no declarar por el parentesco, o no se localiza ya para el juicio, o por el tiempo que ha pasado no quieren hacer referencia a los hechos, lo cual es muy entendible. Yo nunca voy a cuestionar que una niña o un niño que ha sido objeto de abuso por parte de su papá, guarde silencio en relación con lo sucedido.

Se dice, incluso, que hay altas tasas de impunidad en este tipo de delito.

Mucha gente lo califica de bajo, pero es muy relativo. Puede ser que la víctima no aparezca, puede ser que se acoja al derecho constitucional de no declarar y contra eso no se puede hacer mucho. Usted puede ir con un caso perfectamente fundamentado, con toda la prueba, pero si la víctima, quien es la que nos va decir qué pasó y cuándo pasó, no declara, no se puede hacer nada. A mi criterio, más bien, si usted se fija en las noticias judiciales que salen por semana, mínimo hay dos noticias que tienen que ver con condenatorias por abusos sexuales.

Entonces, ¿se ha mejorado en este campo y hay más probabilidades de castigar a los abusadores?

Yo no sé si ha mejorado, pero no le puedo decir a usted que todo lo que se acusa es sinónimo de sentencia condenatoria, ni en delitos sexuales ni en ningún otro delito. Por ahí dicen que los juicios son como una caja de Pandora. Yo he ido a juicios donde uno considera que el caso era flojo, en el juicio el asunto toma otro matiz y, donde uno no tenía mucha fe, resulta ser que la víctima da un testimonio coherente y que convence. También me ha pasado que uno dice: “Póngale la firma a la sentencia”, y resulta que en el juicio aquello se vuelve un caos.

¿Cómo se puede identificar a un violador. Hay perfiles que permitan detectarlo a tiempo?

Hay estereotipos equivocados. De pequeños nos decían que tuviéramos cuidado con el sátiro del barrio y en realidad son loquillos con trastornos, pero casi nunca se puede hablar de que ataquen. Hace unos días detuvieron al chofer del presidente de AyA y uno pensaría que dentro de nuestra sociedad es una persona normal. Los abusadores están en el ámbito familiar o de su comunidad. Están en el ámbito de confianza de la persona. Aquí hay una cifra negra altísima. Creo que es más alta que la de otros delitos. Claro, es una apreciación mía.

Muy pocas víctimas denuncian la violación y eso fomenta la impunidad. ¿Cómo hacer para cambiar esta situación?

Cuando salen reportajes sobre el tema, la gente denuncia más. También ayuda cuando se va a las escuelas y colegios para dar charlas sobre el tema. A usted puede ser que le roben y no lo denuncie, pero usted contará a todo el mundo que le robaron. Sin embargo, el tema de contar el abuso es difícil, más en personas menores de edad, cuando el agresor es una persona cercana. Quien está abusando es una figura de autoridad, que manipula la situación haciéndolo ver que es algo normal. Pero hay casos, muchos casos, de personas que se van a la tumba llevando consigo la historia del abuso de muchos años.

LA NACIÓN, 29 de septiembre de 2008

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