En Costa Rica el odio es moral cuando "la mayoría" lo avala
Andrey Pineda S.
En la pacífica Costa Rica "estamos" a punto conseguir las firmas necesarias para convocar a un referéndum de iniciativa "popular" que pretende aprobar o rechazar el reconocimiento legal de las parejas (de hecho) homosexuales. La institución a la cabeza de tan democrática y piadosa tarea es, nada más y nada menos, la sacra Iglesia Católica, que muy a pesar de estar en contra de tales uniones, de manera muy abnegada y patriótica ha puesto a disposición sus templos y sus misas para la recogida de firmas. Ahora bien, algún ingenuo se podría hacer la siguiente pregunta: si la I.C está en contra de esas uniones ¿Por qué exponerse a la posibilidad que sean aprobadas por "la mayoría"?
Pues bueno, a parte de las razones ‘democráticas y patrióticas’ obvias, sospechamos que hay una razón aún más fuerte, aunque no deja de estar ligada a las dos primeras razones, en la medida que éstas le dan sustento. Ahora bien ¿Cuál es está razón? La respuesta no es demasiado complicada, veamos.
Vivimos en un país en donde ‘la mayoría’ se confiesa (aunque no regularmente) católica; además, la I.C es la única institución con presencia en cada rincón del país, y tiene gran influencia en la opinión (política, moral, etc.) de ‘la mayoría’. De acá se deriva nuestra respuesta, a saber: que la I.C promueve y convoca el referéndum porque confía en su triunfo, es decir, el triunfo del NO a las ‘sociedades de convivencia’ y de cualquier cosa que se le parezca.
Si ‘la mayoría’ vota en contra, se le da legitimidad a la posición de la I.C, haciéndolo pasar como un triunfo de la democracia, del civismo, y del patriotismo que promueve el Estado, y que forma parte de nuestro imaginario social. Y bueno ¿Quién contra ‘la mayoría? Bajo esta fórmula, parece ser que el odio hacia las minorías, mientras sea avalado por ‘la mayoría’, es moral.
Este recurso a ‘la mayoría’ apela a la idiosincrasia, a una forma de ‘ser’ costarricense. Esta forma rechaza la multiplicidad (lo diverso), es decir que, tal y como lo plantea Parménides, fuera de tal Ser no hay nada, lo múltiple es mera apariencia, y por ende, no sólo no debe ser tomado en cuenta, sino que tampoco habría problema en menospreciarlo. Sólo bajo está lógica se podría justificar un referéndum popular que busca decidir sobre los derechos de una minoría. ¿Qué acaso el discurso de ‘los derechos humanos’ no aplica para las minorías?
Ahora bien, estamos de acuerdo con el hecho de que la I.C se rehúse a celebrar matrimonios religiosos entre personas del mismo sexo, como Iglesia en su conjunto (incluyendo laicos), ya que ésta debe tener la capacidad de autodeterminarse (derecho de ser). Es más, también aceptamos, y hasta vemos deseable, que la Iglesia (y las Iglesias) den su posición respecto de cualquier proyecto político, ya que es un actor más dentro de nuestra sociedad. Lo que nos molesta es que recurran a ‘la mayoría’ católica para decidir sobre derechos civiles de una minoría, y en este sentido, tampoco aceptamos que se atribuyan el monopolio de la institución del matrimonio, ya que hay quienes creemos, que ésta, como cualquier otra institución, no es natural, sino histórica y social.
Respetamos el origen divino que los católicos atribuyen al matrimonio, por lo que nos gustaría aclararle a quienes comparten tal visión, que en ningún momento se está proponiendo un proyecto de ley para prohibir el carácter divino de tal institución, por lo que no deberían sentirse amenazados. Es más, el proyecto actual ni siquiera menciona la palabra matrimonio, ya que utiliza la figura jurídica de ‘sociedades de convivencia’, que se definen como: ‘las relaciones libres y estables entre dos personas mayores de edad, fundadas en los sentimientos de amor, solidaridad y ayuda mutua, que conviven o han registrado su relación ante autoridad competente, siempre que ninguna de ellas tenga vínculo matrimonial, vínculo consanguíneo o por afinidad hasta el segundo grado, unión de hecho regular ni que mantengan sociedad de convivencia vigente con otra persona’. (ARTÍCULO 2°).
El proyecto de ley, como vemos, no pretende reconocimiento religioso (ni divino, ni institucional) para las uniones entre personas del mismo sexo, sino reconocimiento civil, es decir, tener los derechos jurídicos de cualquier otro ciudadano ante el Estado. Derecho a heredar a la persona amada, pensión y acceso al crédito bancario, entre otros. Esto en aras de obtener también legitimidad social y bienestar, o en otras palabras, de reivindicar su identidad, y por ende, poder realizarse como personas. ¿Acaso no desea la I.C que la gente ame y sea feliz?
Jesús predicó: ‘amarás al prójimo como a ti mismo’ (Mateo 22:39). Curioso cristianismo el que se vive en nuestro país, que no cumple con el principal mandato de Cristo. Ya sea porque, como hemos visto, acá no todo el mundo es prójimo, o bien, porque ‘la mayoría’ no se ama a sí misma, y por ende, es incapaz de amar, y en este caso la fórmula se invierte a: ‘odiarás a tu prójimo como a ti mismo’. Para nosotros hay un poco de ambas, porque como ya señalamos, en este país solamente es prójimo quien hace parte de ‘la mayoría’, por lo que no plantea mayor contradicción odiar a los no-seres, a las no-personas. Y por otro lado, si ‘la mayoría’ no se ama ni a sí misma, no podemos esperar amor dentro de ella, o sea, que éste está afuera.
Por favor señores jerarcas de la I.C ya basta de odio, ya basta de esparcirlo entre sus propias ovejas. ¿Acaso para Jesús no era su prójimo María Magdalena, o los leprosos? Solamente a los fariseos trató con dureza y desdén.
Así pues, hemos demostrado que el proyecto de ley de ‘sociedades de convivencia’ no pretende desacralizar el matrimonio católico (ni ningún otro), y que las personas que deciden amarse, más allá de su sexo, lo hacen con o sin la aprobación religiosa o jurídica, por lo que no vale la pena apelar a la moral, como hace la jerarquía de la I.C, y que más bien, ponerse en contra de la realización y bienestar de estas personas, es lo realmente inmoral. La I.C solamente promueve el referéndum, para legalizar el odio y la discriminación hacia estos grupos, y así, borrarlos del mapa político.
¡No al referéndum de la ley #16390! ¡La democracia debe ser para TODOS!
Nota: El discurso que asimila el ‘ser’ costarricense con ‘la mayoría’ no es exclusivo de la I.C, sino que ha sido inminentemente un discurso ideológico de Estado, en un intento de homogenización cultural con fines hegemónicos, de ahí que ‘la mayoría’ sea pacífica, democrática, cristiana, heterosexual, en fin, igualitica por donde se la mire. No obstante, la I.C contribuyó a forjarlo, para luego quedar sumergida en él, y además, convertirse en un medio clave para su mantenimiento y divulgación.
NUESTRO PÁIS, Costa Rica, 15-6-2010
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=26390
sábado, 19 de junio de 2010
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