Nuevo matrimonio civil: del derecho a la igualdad
Luis Fernando Ciancaglini (RIO NEGRO ON LINE)
Observaba (en este más que interesante tratamiento legislativo que culminó con la sanción de una ley que permitirá el casamiento de las parejas homosexuales y sus consecuencias jurídicas) cuántos senadores de la Nación nos hablaban de la importancia de la etimología de la palabra "matrimonio" para comenzar a desarrollar sus posturas. Y así nos encontramos con que esta palabra (de origen romano: "matri-monium") trata del "derecho que adquiere la mujer que lo contrae para poder ser madre dentro de la legalidad", derecho que se ve fundamentado en la idea de la posibilidad que la naturaleza da a la mujer de ser madre subordinada a la exigencia de un marido al que ella quedaría sujeta al salir de la tutela de su padre.
Ante esto, queda claro que atarse a ese concepto no tendría sentido alguno para, a partir de allí, derivar las implicancias que tiene esta institución en la sociedad actual… ¿cuánto de esta idea puede ser visto como actualmente válido? Sin duda alguna que nada, si asumimos que, como vimos, resultaría "el derecho que adquiere la mujer para ser madre" y, además, "para ser madre dentro de la legalidad", pero que también nos remite a un derecho natural que resultaría subordinado… ¿y a qué? "A la exigencia" de un marido al que ella quedaría sujeta.
Pero, por otro lado y detrás de esta idea arcaica, atemporal, ilógica para nuestros días, aparece la institución Iglesia Católica insistiendo en conceptos que ya costaba aceptar en 1888, año de la instauración del matrimonio civil en nuestro país. En ese entonces la Iglesia Católica, con ese velo poco realista que parece signar permanentemente sus opiniones y que tapa sus ojos sin permitirle "ver", no podía comprender la concreta situación de miles de inmigrantes que, como bien decía Miguel Juárez Celman (presidente de la Nación Argentina), se veían "en la dura alternativa de traicionar su conciencia o de privarse del derecho de formar un hogar amparado por las leyes".
Y aparecían en aquel entonces frases tremendistas. El arzobispo de Buenos Aires (monseñor Federico Aneiros) les escribía a los senadores (previo al tratamiento legislativo) que "la ley divina nos rige con posesión completa desde el primer día de nuestra civilización… El matrimonio civil perjudicará al culto católico y a la cúpula eclesiástica incitando, facilitando y tentando a todos a prescindir de la Iglesia para casarse, existiendo tantos fáciles de caer en esa tremenda tentación". Y sin que ello fuera poco el obispo de Córdoba, Fray Reginaldo, también en una carta remitida al Senado, le suplicaba "...para bien de la patria y la religión... que no se apruebe el matrimonio civil porque produciría resultados funestos a la sociedad argentina...".
Tratemos de entender (no digo de aceptar) que lo que se expresaba era la voz de la Iglesia Católica del año 1888. Pero pasaron 122 años, revolucionarios 122 años, y en el 2010, en los días previos al tratamiento de la ley de matrimonio homosexual por parte del Congreso de la Nación Argentina, apareció una de las figuras más importantes que hoy tiene la Iglesia Católica Argentina, el cardenal Jorge Bergoglio, hablando de "la guerra de Dios contra el Padre de la Mentira, ya que Satanás pretende destruir el plan de Dios y la ley divina grabada en nuestros corazones" y remitiéndoles una carta a las monjas carmelitas de Buenos Aires les aseguraba que "en la iniciativa de igualar los derechos de gays y lesbianas está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo y que arteramente pretende destruir la imagen de Dios". Detrás de Bergoglio aparecieron el obispo de La Plata, Héctor Aguer, diciendo que esta iniciativa no era otra cosa que una "guerra cultural contra el catolicismo" y luego monseñor Baldomero Martini, obispo de San Justo, con su auxiliar Damián Bitar enviando una carta a la Presidencia del Senado de la Nación cuyo objetivo no era otro, interpreto, que desestimar los derechos de la minoría, así como también el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de La Plata expresando en la página web de la institución: "Estamos convencidos de que la gravedad que tiene aprobar una ley como la del denominado matrimonio homosexual que prescinde el orden moral objetivo cae en la ilegitimidad y, a partir del dictado de esa ley inicua, no sólo las conductas religiosamente motivadas sino todas las moralmente motivadas van a ser reprimidas". Como si esto ya fuera poco, en estos días visitó Buenos Aires el Sr. Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia de España y supernumerario del Opus Dei, organizador de una marcha en Madrid con el lema "La familia sí importa, por el derecho a una madre y a un padre; por la libertad...".
Podría seguir citando muchas más reflexiones de este tipo, como por ejemplo la que involucra la Declaración de los Obispos de la Región Patagonia-Comahue que auspiciosamente comienza diciendo: "Somos conscientes de integrar una sociedad pluralista en la que se tiende a posicionar la riqueza de la diversidad y la expresión de posturas divergentes... sin exclusiones ni discriminaciones... De hecho nadie podrá sentirse plenamente realizado mientras haya otros semejantes estigmatizados por los prejuicios de cualquier signo o discriminados por su condición sexual...". Y creí, hasta ese momento, sentirme entusiasta con la lectura de su contenido. Pero luego de esta introducción uno se encuentra con que el documento en sí "invita a la búsqueda del bien común" considerando que solamente esa búsqueda tendrá sus resultados con un matrimonio integrado por un hombre y una mujer. Se olvidan entonces de que Juan XXIII en "Mater et Magistra" nos dice que el bien común es "la defensa de los deberes y derechos de la persona humana" y que el Concilio Vaticano II "Gaudium et spes" respecto de los fines de bien común nos recuerda que uno de ellos es "el respeto a la persona en cuanto a tal".
Si dejamos a un lado el tema del matrimonio y pasamos al tema de la adopción, la misma declaración de los obispos nos señala expresamente que "el ámbito natural que le corresponde al niño para crecer, desarrollarse, autoafirmarse, formarse y proyectarse felizmente es el ámbito donde tuvo su origen: la familia natural y, en su defecto, un ámbito similar donde tenga papá y mamá. La existencia de situaciones que no contemplen esta exigencia básica... está lejos de ser una solución adecuada".
Por suerte, y gracias a Dios, la Iglesia Católica Argentina no es sólo Bergoglio, Aguer, Martini o Bitar: la Iglesia Católica Argentina también es el curita mendocino Vicente Reale, los curas tercermundistas de la provincia de Córdoba como el padre Nicolás Alessio, los curas como Eduardo de la Serna (trabajador en las villas de emergencia de Quilmes), los párrocos de San Isidro, Moreno, Lomas de Zamora y muchos lugares más que comprendieron, como bien lo manifestaba Juárez Celman en aquella citada oportunidad, lo que implica "respetar la libertad de conciencia, la hermosa conquista de la civilización", que no temieron decir: "Siempre hablamos de la importancia del diálogo en la Iglesia, pero aparece ésta hablando de la guerra de Dios. Parece una cruzada, como en la época de la Inquisición, como si estuviéramos en el Medioevo. Parecería que se hubieran equivocado de siglo".
La Iglesia Católica Argentina también es "el Padre Luis" (García) de nuestra ciudad de Viedma, que ante el fallo de la Cámara del Crimen, Sala "B", de mayo del 2009, en el que se permitió la interrupción del embarazo producto de reiteradas violaciones de su abuelastro a una niña de 13 años, sostuvo: "Vivimos en una sociedad donde se vulneran los derechos fundamentales de los más pequeños y los adultos somos los que estamos atropellando día a día la vida de los que están en una situación de mayor vulnerabilidad... Lo importante es tener en cuenta el interés superior del niño y aquí estamos hablando del embarazo de una niña... La intención del Tribunal fue salvaguardar la integridad y apoyar el crecimiento de la pequeña. Eso es lo importante... Hay que bregar por el desarrollo de esta chiquita y velar por su integridad y que el día de mañana pueda vivir lo más normal posible".
Cabe rescatar, entonces, que el tratamiento del tema del casamiento homosexual ha sido valiente, ha sido justo y abierto a las diversas opiniones y por ello fructífero y, en lo que entiendo relevante, ha puesto el concepto "igualdad" en su lugar adecuado. Hay, por suerte, mucho para escribir y mucho para pensar. Si la igualdad fuera uno de los principales conceptos del pensamiento humano en el tratamiento de temas que involucran al conjunto de la sociedad, seguramente no harían falta leyes que regularan las diferentes formas de verla, pero concluyamos que no existe en ningún sitio mayor desigualdad que en la propia forma de ver las cosas por parte del Hombre. Es por eso que nuestra norma fundamental lo contempla, es por eso que nuestra Constitución nacional sólo le reserva a Dios (no a sus iglesias) las acciones privadas que no ofendan al orden y a la moral pública.
Con el tratamiento dado a esta ley nos hemos acercado a que el derecho a la igualdad promovido por nuestra Constitución en este caso se esté convirtiendo en un hecho.
Luis Fernando Ciancaglini es abogado. Miembro de la Asociación Argentina de Bioética.
ARGENPRESS, Argentina, 22-7-2010
http://www.argenpress.info/2010/07/nuevo-matrimonio-civil-del-derecho-la.html
jueves, 22 de julio de 2010
La iglesia: un lenguaje de odio que se perdió en el pasado más remoto
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