domingo, 4 de enero de 2009

Una visión acerca del ambiente gay en Cuba

Cuba Libre

ENTRE LOS FESTEJOS QUE ESTE AÑO RECUERDAN EL 50O ANIVERSARIO DE LA REVOLUCION CUBANA, HAY CIERTOS RITOS INTIMOS PERO NO POR ESO MENOS PUBLICOS QUE SE SUCEDEN A DIARIO SOBRE LA GEOGRAFIA DE LA ISLA: LA VIDA SOCIAL Y EROTICA DE GAYS Y TRANS –LAS LESBIANAS, COMO SIEMPRE, CASI INVISIBLES– SE HA ORGANIZADO A PESAR DE LAS PERSECUCIONES Y EL EXILIO OBLIGADO, AHONDANDO UN POCO MAS ESA HERIDA EN EL REGIMEN LLAMADA “APERTURA”. EL MAPA DE LA DIVERSIDAD DIBUJA UN ITINERARIO PARTICULAR EN LA HABANA, DONDE TODAVIA LOS CONTACTOS VIRTUALES NO HAN LOGRADO VACIAR LAS CALLES.


En El cuerno de la abundancia, la película cubana de Juan Carlos Tabío, hay un padre castrista y castrador, siempre al borde del infarto, que lucha con su familia para salir de la crisis económica en un pueblo anónimo de la isla. Y, como un misterio en el relato, hay un hijo ausente, como un fantasma, de quien el padre no puede ni tolerar oír su nombre. Hasta que otro personaje, en un ataque de ira, se lo nombra con un reproche y ahí descubrimos la historia oculta: se trata de un hijo maricón que se vio obligado a fugarse de Cuba a causa de su machismo. Con sólo nombrar esa mancha en su vida revolucionaria, al padre le da un ataque cardíaco y queda postrado, casi vegetal, en una silla de ruedas. El cuerno de la abundancia es una comedia grotesca sobre los lugares comunes del presente cubano que se estrenó en la última edición del Festival de La Habana, tres semanas atrás. A 50 años de la Revolución, esa escena señala la vigencia de la herida que significa para la saga cubana de exterminio a los homosexuales. Y pocos lugares como La Habana para sentir la historia, con la proliferación de edificios de la primera mitad del siglo XX y los autos gigantes de los ’50 navegando las calles como lanchones. Pareciera que el pasado no quiere hundirse sino que flota en el presente. Y las heridas de las primeras décadas de la Revolución aún tienen su traumático peso específico sobre el nivel del mar. Por difíciles de olvidar, por insensatas, por llevar a cabo las concepciones más reaccionarias que la izquierda latinoamericana de los ’60 y ’70 tenía de los homosexuales. En primer lugar, esas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), campamentos de trabajo rural donde fueron obligados los homosexuales a recluirse, entre otros sujetos “problemáticos” para la Revolución, entre 1965 y 1966, época en la que se denunciaron además distintos casos de asesinato por orientación sexual o identidad de género. Y después de 1971, la famosa “parametración”, una doctrina oficial que impedía a ciertas personas, donde se incluía a cualquiera sexualmente diverso, ocupar puestos de trabajo socialmente relevantes. La idea de exterminio de la diferencia fue una suerte de política oficial cubana que, en el mejor de los casos, provocó que muchos gays, lesbianas y trans fuesen condenadxs al exilio. Todavía hoy, el relato del gay escapando de la isla caribeña es un tópico recurrente de la cultura cubana, con el libro de Reynaldo Arenas Antes que anochezca como obra cumbre de esta narración matriz del exilio desesperado tras la Revolución. Y, para colmo de aberrante, la lógica de la exclusión se terminó con la implantación de los sidarios en el último lustro de los ’80, condenando a reclusión obligatoria a los seropositivos, no sólo quitándoles las posibilidades de desarrollo social sino criminalizándolos por su condición de enfermos.


Hasta la Victoria... Abril


La década del ’90 pareció limpiar todo el pasado homofóbico de la isla, especialmente a partir de Fresa y chocolate (1993), la película dirigida por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío que narraba el amor y el desamor, tanto como el enfrentamiento ideológico entre un artista gay y un comunista revolucionario. Pero no, si bien la película fue un éxito cinematográfico, estuvo “postergada” su exhibición televisiva en Cuba hasta el 2007. La censura televisiva y cinematográfica de algunas obras está a la orden del día. Una larga historia de amagues de apertura marca los últimos años de la isla, pero todavía muchos gays, lesbianas y trans de Cuba tiene miedo a reunirse, a tener una vida social plena. En 1997 sucedió otro hecho significativamente traumático en la isla: en una de las tradicionales fiestas clandestinas gays donde asistieron Pedro Almodóvar, Bibi Anderson y Jean-Paul Gaultier (algunos dicen que también estaba Victoria Abril), una razzia policial acabó con cientos de personas detenidas y los organizadores cumplieron condena por varios meses. A Almodóvar & Cía. los dejaron ir porque los habían reconocido, pero a Jean-Paul Gaultier lo tuvieron detenido en una comisaría de La Habana. El escándalo trascendió y esa fiesta confirmó para muchos la poca libertad que todavía existía para la vida pública de la comunidad glttbi. Las fiestas clandestinas no volvieron a ser tan multitudinarias, y hay que conseguir una clave casi secreta para acceder, aunque muchos dicen que ya no existen, que son apenas reuniones. Igual la mayoría de los gays cubanos se niega a ir a esas fiestas, por miedo a las razzias y a las posibles actas policiales contra los que asisten. De esta manera, la posibilidad de asociarse fue sistemáticamente boicoteada, incluso desde que hay una cierta apertura, a principios de los ’80, cuando se creó y se diluyó rápidamente la Organización Nacional de Entendidos (ONE), único grupo glbt que trató de sentar bases para un movimiento de acción cultural dentro de Cuba. Sin embargo, lejos de desaparecer socialmente, la comunidad glttbi tiene sus estrategias, su modo de vida crece desde los márgenes y, comparado con las nuevas ciudades occidentales gay friendly, todavía se puede considerar libertario.


Habana Libre


Más que nunca, en las grandes ciudades del mundo la mayoría de la comunidad gay construye su identidad a partir de una forma de consumo, asimilándose de a poco a la civilizada vida cultural, y llevando cada vez más una vida puertas adentro en lugares de encuentro predeterminados y exclusivos. Y, sobre todo, la principal forma de comunicación actual se desarrolla por medio de internet, con las formas del ciberyiro (chat, contactos, xtube, etc.), que hacen abandonar cada vez más la calle y los lugares públicos de circulación democrática (no determinados por el poder adquisitivo ni por el acceso a la tecnología). Frente a ese mapa claustrofóbico del estado actual de la comunidad global glttbi, la isla cubana presenta una geografía del deseo que aún se resiste a ser entendida dentro de esos cánones. En el Barrio Vedado se desarrolla la más intensa vida gay en las calles. La homoerotización del espacio público está a la orden del día, y parte de la ciudad de La Habana es un hervidero de sangre caribeña en las penumbras del Centro. Penumbras porque la noche habanera es más noche que cualquiera: la crisis energética provoca una sombra profunda en gran parte de la ciudad, apenas interrumpida por algunos faroles que proyectan luces débiles, o por algunos pocos negocios abiertos durante la noche. Un baño público en una plazoleta sobre la calle 23 es la tetera más concurrida de La Habana. Aunque funciona casi todo el día, de noche una muchedumbre se siente más cómoda en la oscuridad, rodeando al monumento del Quijote que adorna la pequeña plaza, que rebautizó al lugar como el Baño del Quijote, la letrina donde se escriben aventuras sexuales diversas a cada minuto, como una saga en la vida gay de La Habana. El interior del baño es casi teatral: una cortina separa los mingitorios de los lavabos, pero en lugar de ocultar señala que detrás sucede la verdadera escena. Si el montaje escenográfico es elocuente, aún más lo es la placa al pie del monumento al Quijote: “Somos de la España de Lorca...” empieza, evocando al poeta andaluz que visitó La Habana en 1930 y que dejó rastros en la literatura y, también parece, en las costumbres libidinosas de los baños insulares. A tres cuadras de ahí, por la avenida 23, alrededor del hotel Habana Libre, se sucede la principal circulación deseosa: el parque frente al cine Yara, la heladería Coppelia, son algunos de los lugares ideales donde salir a fletear (yirar en slang cubano). Y si el amor no surge se puede calmar el ardor de la entrepierna en la sombra de un zaguán cualquiera, anónimamente, cubiertos por una sombra en la que ni los ojos de un gato podrán adivinar las formas. Si alguien, en lugar del encuentro sensual en los agujeros negros del centro, prefiere las luces y la sociabilización, un bar a unas cuadras, Piropo, en 23 y P, es un lugar que explota de maricones y turistas. Ahí tiende a aparecer la figura del pinguero, versión local del taxi-boy, que trata de sacar ventaja de los “yumas” (nombre que los cubanos les dan a los turistas estadounidenses o cualquier extranjero que no hable español). El Piropo es un bar de paredes de vidrio que casi no lo separan de la calle, donde hay una visibilidad diversa que encandila, y la vereda es casi parte del bar, en una forma de sobreexposición sensual pública extinta en la mayoría de las ciudades céntricas de latinoamérica.


Las plazas de la revolución


Generalmente, el bar Piropo es una última parada antes de caminar una cuadra más y llegar a la verdadera fiesta de todxs: en el malecón donde la 23 se hunde en el mar, casi todas las noches se produce la más escandalosa reunión queer. En esa costanera que a veces el mar embravecido bautiza con su espuma, decenas, y a veces cientos, de gays y trans se entregan al grito festivo, al ademán cómplice, al roce erótico, al ron Havana Club. Noches dionisíacas, libertarias, comunitarias de locas desatadas que gritan como sirenas para desviar a los “bugarrones” (chongos en la jerga habanera: hombre viril usualmente bisexual). Ahí, en el malecón aparece toda la sal del mar caribeño: esa gracia que Pedro Lemebel atribuye a los cubanos que provoca una “política de las caderas que libera al cuerpo”. El cuerpo en éxtasis, orillero, frente a un mar que apenas está iluminado por la luna y que el horizonte te devora, borracho de bucolismo playero caribeño, ahí, justo ahí es pura diversidad. Algunos cubanos, temerosos aún, avisaban que hay que andarse con cuidado, que el gentío del malecón es algo peligroso. Nada de eso, a no ser que a uno le asuste la mariconería sin límite: el gesto teatral tropical, la pose amanerada, la peluca irónica, la ropa brillante casi pegada a la piel morena, las miradas libidinosas de rayos X guiadas por un ron que ponen al cuerpo a no sé cuántos grados Fahrenheit: acá no late la delicadeza del mojito, del trago helado y mentolado, sino que el ron va directo a la sangre sin dosificar. Ahí, donde la ciudad mira más allá, el cuerpo se libera del machismo de la revolución tanto como de los vicios de la ciudad gay neoliberal para volar un poco más libre, sin guión, sin red, con la propia lógica del placer marica.


Pero también alejándose del centro, otros rituales eróticos tienen lugar en las plazas o los parques forestados de las zonas periféricas de la ciudad. Porque también hay una relación muy estrecha con la naturaleza que subsiste en la cultura gay, empezando por los apelativos zoológicos con que se denomina positiva y peyorativamente a los homosexuales en Cuba: pájaro, pato, ganso, mula, yegua, cherna, son algunos de los animales elegidos para caracterizar a los maricones. Una relación que también encuentra su relato matriz en Arenas, en su autobiográfico Antes que anochezca, cuando describe su sexualidad infantil en Cuba: “Aquella etapa entre los siete y los diez años fue para mí de gran erotismo, de una voracidad sexual que, como ya dije, casi lo abarcaba todo. Abarcaba la naturaleza en general, pues también abarcaba los árboles... De todos modos, hay que tener en cuenta que, cuando se vive en el campo, se está en contacto directo con el mundo de la naturaleza y, por lo tanto, con el mundo erótico. El mundo de los animales es un mundo incesantemente dominado por el erotismo y por los deseos sexuales”. Si la ciudad es penumbrosa, los parques son la más negra oscuridad. Ahí, en los alrededores de La Plaza de la Revolución, con la cara del Che apenas iluminada, pero también en los parques de la Ciudad Deportiva, cerca del aeropuerto, el banquete dionisíaco encuentra su intimidad máxima. Incluso, a uno de esos parques se lo rebautizó Parque Jurásico, porque se destacan los gerontes que van a buscar aventuras sexuales: una costumbre ancestral que sigue viva como rito sensual del espíritu cubano. Arenas estaría orgulloso.

PÁGINA 12, España, 2 de Enero de 2009
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-518-2009-01-03.html

1 comentario:

GeorginA dijo...

Me uní a su sitio y en 3 días recibí un mensaje de mi socio actual. Después de 2 meses de mensajes y llamadas telefónicas, finalmente nos conocimos y en el momento en que la vi lo sentí ... ella era la elegida. Y ella todavía está en contacto con Doc Via (templeofanswer@hotmail.co .uk , llame / w.s +233 (815) 542-5481 )