jueves, 18 de junio de 2009

Pederastia sacerdotal en la impunidad

Argentina: la iglesia guarda sugestivo silencio ante la pedofilia

Irina Santesteban (LA ARENA)


Se está realizando en Roma el Congreso "Religiosas en red contra el tráfico de seres humanos", un encuentro organizado por la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Según la OIM, doce millones y medio de personas, entre mujeres y niños, son víctimas todos los años de la prostitución en el mundo. Frente a este fenómeno, religiosas de Europa organizaron un congreso en el que denuncian la complicidad y la participación de los cristianos en el llamado "oficio más antiguo del mundo".

La monja salesiana Bernadette Sangma, quien presentó el Congreso ante el Vaticano, expresó que "la lógica de mercado nos dice que no existe oferta sin demanda y, por desgracia, notamos con pena que una gran parte de la demanda proviene de maridos y padres de familia que se presentan como cristianos practicantes".

Por su parte, Eusebio Hernández Sol, director de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, expresó que "la trata de personas es un crimen y que representa una grave ofensa contra la dignidad de la persona y una seria violación de los derechos humanos. El comercio de seres humanos constituye un ultraje a la dignidad humana".

El Congreso, que se extenderá hasta el 18 de junio, pretende organizar y fortalecer las diferentes congregaciones religiosas femeninas que trabajan con mujeres víctimas de la trata de personas y que caen en las redes de prostitución.

La "culpa" de ser mujer

Es saludable que una parte de la Iglesia Católica denuncie y se proponga luchar contra la trata de personas, un negocio ilícito que mueve miles de millones de dólares anuales, ubicándose en tercer lugar después del tráfico de drogas y de armas. Y es también paradójico que quienes denuncien este flagelo sean las mujeres religiosas, tradicionalmente segregadas dentro de la jerarquía eclesiástica, al punto que no pueden ser sacerdotisas, ni oficiar misa, ni menos aún, aspirar al Papado.

Según la fe católica, desde el origen mismo de la creación, fue una mujer -Eva- la culpable del pecado que todos los seres humanos llevan a cuestas. Más tarde, en el medioevo, aquellas mujeres que osaban salirse de los rígidos mandatos de la doctrina eran acusadas de brujería y terminaban quemadas vivas en la hoguera. Los varones, por el contrario, mantuvieron y mantienen una posición predominante en la estructura eclesial. A tal punto que, a la hora de juzgar la conducta de sus miembros, la Iglesia Católica demuestra una tolerancia muy grande hacia los varones. Por ejemplo, en el caso de los curas pedófilos, una realidad que inunda de denuncias a la Iglesia en distintos países, la actitud ha sido negar o silenciar los abusos cometidos por los sacerdotes. Es que para la jerarquía eclesiástica es mucho más grave el aborto, aún en los casos del llamado "aborto terapéutico", que la pedofilia.

La condena a cualquier tipo de interrupción del embarazo, aún cuando corra peligro la vida de la madre, recae directamente sobre la mujer, y la de los sectores más pobres, que son las que están expuestas a ser descubiertas. La Iglesia distrae tiempo y dinero en campañas contra el aborto, bajo la mentirosa consigna de "defender la vida". Sin embargo, frente a los sacerdotes abusadores, mantiene un piadoso silencio.

Grassi y Romina

Tal ha sido la actitud de la Iglesia Católica argentina en el caso del cura Julio César Grassi, quien fuera condenado a 15 años de prisión por el abuso sexual contra un joven que se encontraba bajo su directo cuidado. A pesar de la condena, Grassi seguirá libre porque, a criterio de los jueces, no hay peligro ni de reincidencia ni de fuga.

Otro criterio muy diferente tuvieron los jueces jujeños que condenaron a Romina Tejerina a 14 años de prisión por haber matado a su beba recién nacida, fruto de una violación. La joven, de sólo 19 años al momento del hecho, cumple prisión desde febrero de 2003 y tiene serias dificultades para continuar su carrera universitaria -estudia abogacía- porque no le conceden los permisos que solicita para rendir exámenes o asistir a clases.

Romina cometió "infanticidio", un crimen que está contemplado en todos los códigos penales del mundo como forma atenuada, por las especiales características que reviste, al ser cometido en condiciones de shock para una mujer que ha afrontado un embarazo no deseado, o que ha sido víctima de una violación. Sin embargo, Romina ha sido duramente juzgada por gran parte de la feligresía católica y su juicio fue escenario de fuertes enfrentamientos entre quienes la defendían y los que la condenaban.

El caso de la joven jujeña fue tomado como bandera por los movimientos de mujeres, y a la vez su caso fue demonizado por los sectores más recalcitrantes de la Iglesia Católica.

De eso no se habla

Apenas conocida la sentencia contra el cura Grassi, frente al silencio de la Iglesia, la Agencia de Información Católica Argentina (AICA), justificó tal actitud diciendo que "no suele emitir juicio ni comentario algunos sobre la actuación de la justicia civil en casos en los que están involucrados miembros del clero", para afirmar que siempre acata el veredicto de los jueces "que es pareja para todos los ciudadanos".

No es ésa la impresión que tienen la mayoría de los ciudadanos argentinos, que ven con asombro cómo un sacerdote, acusado de un delito aberrante cual es el abuso sexual de un joven que se encontraba bajo su cuidado, es condenado a 15 años, cuando el fiscal del caso había solicitado 30 años de prisión, y lo que es más grave, queda libre porque los jueces no consideran posible que reincida ni que se fugue.

No debe haber en la jurisprudencia argentina muchos antecedentes de una decisión de tal naturaleza. Sería bueno que los defensores del endurecimiento de las penas y la mano dura contra los delincuentes, se pronunciaran frente a este hecho que viene a confirmar aquello de que los delincuentes "entran por una puerta y salen por la otra".

Contrastando con la dureza de la sentencia del caso Romina, la del cura Grassi no sólo fue benigna sino que además es contradictoria. Por un lado se le prohibe expresamente estar en contacto con menores de edad, en lugares privados o a solas, pero en cambio sí se le permite concurrir a la Fundación, acompañado por la persona que él designe.

Grassi eligió como acompañante a Raúl Portal, quien se ha declarado "hermano" del cura e hizo declaraciones impropias respecto al fallo ("le ganamos dos a uno", "sólo se demostraron dos hechos, en lugar de diecisiete"), tal como si se tratara de una competencia deportiva y no un juicio por abuso de menores.

ARGENPRESS, 17 de Junio de 2009
http://www.argenpress.info/2009/06/argentina-la-iglesia-guarda-sugestivo.html

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