martes, 15 de junio de 2010

El referendo como expresión de homofobia

Tribunal Electoral y Homofobia (I PARTE)

Alfonso J. Palacios Echeverría.

A través de los medios de prensa nos hemos enterado que el Tribunal Electoral provechará las elecciones municipales del próximo mes de Diciembre para realizar una consulta ciudadana, a fin de que sea el pueblo quien decida si se permiten las uniones civiles entre homosexuales, con los derechos legales inherentes, o no. ¿Es una trampa o un acto bien intencionado?

Esto, que parece tan democrático puede no serlo, pues -como señalan los grupos que defienden los derechos civiles de los gays y lesbianas- sería darle a una mayoría que no está clara en sus criterios, el poder de decidir sobre los derechos de una minoría. Y que el problema de la homofobia altamente extendida en nuestra cultura, puede jugar un papel importante en la negación de sus derechos.

Como es un tema delicado, me tomé la libertad de consultar diversos autores que han estudiado el tema de la homofobia, a fin de comprenderla mejor y tratar de apreciar los alcances de esta situación, y logré resultados positivos para su entendimiento, los cuales deseo transmitir y comentar.

Porque lo que está en juego, o lo estará en Diciembre, son los derechos humanos de un grupo de ciudadanos, más amplio de lo que uno se imagina, a los que se les niegan éstos en violación flagrante de la Constitución y los principios legales más básicos, según argumentan.

Lo primero es entender lo que es la homofobia, que jugará un papel importante en esta consulta.

Y para ello transmito definiciones de especialistas en temas sicosociales. La homofobia es una enfermedad psico-social que se define por tener odio a los homosexuales. La homofobia pertenece al mismo grupo que otras enfermedades parecidas, como el racismo, la xenofobia o el machismo. Este grupo de enfermedades se conoce con el nombre genérico de fascismo, y se fundamenta en el odio al otro, entendido éste como una entidad ajena y peligrosa, con valores particulares y extraños, amenazadoras para la sociedad, y -lo que es peor- contagiosos.

La homofobia, como las demás variantes del fascismo, prepara siempre las condiciones del exterminio. Pasiva o activamente crea y consolida un marco de referencias agresivo contra los gais y las lesbianas, identificándoles como personas peligrosas, viciosas, ridículas, anormales, y enfermas, marcándoles con un estigma específico que es el cimiento para las acciones de violencia política (desigualdad legal), social (exclusión y escarnio públicos) o física (ataques y asesinatos).

Mientras que a lo largo del siglo XX los movimientos por la igualdad han conseguido importantes avances en los derechos de otros colectivos estigmatizados o excluidos, como las minorías raciales o las mujeres, la homofobia sigue perviviendo en la sociedad impunemente, sin que haya una conciencia colectiva de su peligro.

Muestra de esta situación es que, por ejemplo, todavía en muchos países las relaciones homosexuales están penalizadas; se escuchan chistes de mariquitas en los medios de comunicación; lesbianas y gais son agredidos por bandas de neonazis; se hacen redadas policiales en los locales de ambiente gais, y sus derechos no están equiparados a los de las personas heterosexuales.

Todo el mundo recuerda que los nazis exterminaron a varios millones de judíos; nadie recuerda que también exterminaron a cientos de miles de homosexuales, y que tras la derrota nazi muchos de ellos siguieron en prisión porque en Alemania (antes y después de la 2ª Guerra Mundial) la homosexualidad era delito.

A nadie se le ocurre hoy hacer un chiste antisemita en la radio o en la televisión; en cambio, todas las semanas escuchamos chistes homófobos en estos medios. ¿Por qué? Porque aún no hay instrumentos suficientes para que la homofobia sea nombrada, pensada, combatida con rotundidad.

Un ejemplo de ello está en que, 1997 fue el Año Europeo contra el racismo y la xenofobia, hubo cientos de actos para concienciar a la sociedad contra estas variantes del fascismo, pero no se celebró ningún acto contra la homofobia.

Es más, la Real Academia se ha negado a incluir el término "homofobia" en el diccionario, tras solicitarlo varias veces distintos colectivos gais y antirracistas.

La homofobia tiene una larga tradición en la historia de la humanidad, no tiene un origen único, ni una cabeza visible, ni un objetivo, ni una razón histórica, está enraizada en diferentes culturas, épocas, clases sociales, instituciones.

El tema tiene raíces mucho más profundas y complejas de lo que nos imaginamos.

Por ejemplo, desde la infancia los niños aprenden de lo que ven y oyen. En un hogar donde los padres (o uno de ellos) son homófobos, donde se escuchan comentarios o insultos contra los homosexuales, se está fomentando la futura homofobia de los niños.

Esto tiene dos graves consecuencias para ellos: si el niño/niña tiene deseos homosexuales, se verá traumatizado por ese ambiente hostil y será incapaz de poder asumir con naturalidad su deseo; además -independientemente de su opción sexual- se estará criando a un futuro homófobo, y reproduciendo por tanto un sistema fascista.

Los padres deben tomar consciencia de esta situación. El lenguaje cotidiano está lleno de expresiones homófobas, que traducen y legitiman ese estado de odio y agresión: maricón, bollera, tortillera, bujarrón, sarasa, moña, playo, cueco, culero... la riqueza del castellano en este ámbito es casi ilimitada, fiel reflejo de nuestra igualmente rica tradición homófoba. Hay que denunciar ese lenguaje, desenmascarando su violencia interna.

El Estado, el Ejército (donde existe) y la Iglesia son tres instituciones tradicionalmente homófobas.

El Estado aprueba el matrimonio entre parejas de distinto sexo, concediendo unos derechos legítimos a estos ciudadanos, y margina por razones de orientación sexual a otras personas, lo cual es inconstitucional según el criterio de algunos especialistas.

El Ejército persigue activamente a las personas homosexuales cuando están bajo su jurisdicción, e inculca valores homófobos y machistas.

La Iglesia Católica, fiel a su histórica tradición de promotora de exterminios, sigue atacando las relaciones homosexuales con declaraciones agresivas, y promoviendo el odio hacia las personas homosexuales.

Lo mismo ocurre con la mayoría de las demás religiones del mundo. Desde los movimientos sociales y políticos encontramos actitudes similares. Los grupos de crítica social, tradicionalmente identificados con el nombre genérico de izquierda (socialismo, comunismo, anarquismo, etc.), siempre han dejado de lado el problema de la homofobia, cuando no han participado activamente en ella (Castro, Stalin).

Las ONGs antirracistas tampoco han tomado conciencia hasta hace poco de la necesidad de incluir el trabajo contra la homofobia como uno de sus objetivos.

Los grupos políticos conservadores siempre han estado a favor de la homofobia (Reagan, Thatcher, Bush), financiando a grupos parafascistas homófobos, o rechazando iniciativas legales de igualdad (Felipe González, Aznar, en el caso de España).

En el mundo académico-científico el discurso médico tomó el relevo en el siglo XIX a la religión en la tarea de estigmatizar y reprimir ciertas opciones sexuales: de ahí nace a finales del XIX la categoría de homosexualidad como enfermedad, una de las raíces de la homofobia del siglo XX.

Los discursos médicos, psiquiátricos, sociológicos, y de la ciencia en general debieron posteriormente abandonar sus estrategias de segregación y dejar de señalar la homosexualidad como algo específico, desviado, anormal o enfermizo.

Desde los medios de comunicación: la radio, la prensa, la televisión, transmiten continuamente imágenes y contenidos homófobos. Por ejemplo, cuando hay un asesinato, si el asesino es gay, se incluye este dato como relevante en el titular, si es heterosexual se omite. Esa manera de dar una noticia es abiertamente homófoba, y manipuladora.

La radio y la televisión emiten chistes que hacen escarnio y burla de lesbianas y gays, e introducen imágenes pintorescas para ridiculizar a los homosexuales. Una prueba de ello son las caricaturescas figuras de personajes gays en las telenovelas latinoamericanas.

Desde los propios homosexuales se aprecian actitudes homofóbicas: en vez de hacerse cómplices con chistes, referencias degradantes, léxico homofóbico y cosas parecidas, gays y lesbianas tienen la responsabilidad de luchar contra la homofobia, organizándose, manifestándose, saliendo del armario, perdiendo el miedo, reivindicando sus derechos, denunciando las agresiones, haciéndose visibles para atacar a los homófobos, para que el resto de la sociedad sepa que existen y entienda que la lucha contra el fascismo es una lucha de todos.

El problema más importante para las decisiones de Diciembre radica en que la homosexualidad y la religión están unidas en una relación con muchos altibajos, puesto que siempre se ha tachado a la atracción de un individuo hacia otro de su mismo sexo como algo antinatural, desagradable, incluso de una repulsión hacia Dios.

Las manifestaciones de rechazo suelen ser variadas y por lo general muy contundentes: desde su rechazo verbal, hacia una campaña de satanización por parte de una institución cuyo propósito inicial es el de salvaguardar la paz de un individuo con una divinidad.

De allí que resulte en cierta forma peligrosa la convocatoria del Tribunal Electoral para que la población tome una decisión sobre el tema. Pues se está exponiendo a una decisión errónea por parte del electorado, por ser éste, en su gran mayoría homófobo, y aún más, ignorante e influenciado por religiones que les condicionan sus criterios.

INFORMATICO, 9-6-2010
http://informa-tico.com/index.php?scc=articulo&ref=07-06-100012

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