martes, 15 de junio de 2010

Somos costarricenses: exigimos nuestros derechos

Yo también soy costarricense
Le pido al Estado cumplir con su mandato de garantizar la igualdadde derechos
Luis Diego González
Ingeniero
gsoto.luis@gmail.com

No puedo evitar preguntarme por qué hay quienes creen que el otorgarle derechos a las parejas homosexuales desvirtuará a la familia, cuando, desde el día que se fundó la República de Costa Rica, estas parejas ha sido parte de nuestra sociedad, aunque antes de manera invisible.

Hace no mucho tiempo, era casi inimaginable ser abiertamente gay. El nivel de aceptación ha venido en aumento, gracias en parte a las diversas luchas que ya otros libraron por nosotros.

No obstante, ahora, cuando finalmente hemos decidido reclamar una serie de derechos fundamentales, es que se han levantado con más fuerza quienes incluso nos acusan de ser los causantes de una serie de males sociales.

Yo, por mi parte, también creo en la familia como unidad social fundamental. Nací y me crie en ella, y le debo gran parte de lo que soy. Por ello, también la defiendo y reconozco su importancia. Soy consciente de los múltiples problemas que cada día la ataca con más fuerza, pero puedo asegurar con total certeza que mi relación de pareja en nada ha contribuido a ello.

Respeto las creencias de cada persona. Comprendo la importancia que juega la religión en la vida de muchos compatriotas y aplaudo la fe verdadera que muchos tienen en su Dios.

Algunos de nosotros crecimos en un ambiente cristiano y tenemos padres, hermanos, amigos y vecinos que, a pesar de mantenerse firmes en sus creencias, logran ver más allá de la etiqueta de homosexual y ven al ser humano. Quizás aún crean que algún día seré condenado por mis actos, pero creen también que ese trabajo no les corresponde a ellos.

Valores ciudadanos

Es falso que mis valores y mis principios sean contrarios a los de la sociedad costarricense. Por el contrario, me considero un ciudadano ejemplar en muchos sentidos. Me preocupa, al igual que a mis compatriotas, la inseguridad ciudadana, la niñez, la educación, la salud y el bienestar general de mi país. La única diferencia es mi preferencia sexual, la cual no es un asunto ni de valores ni de principios.

No quiero un anillo ni un acta de matrimonio. No quiero tener que recurrir a triquiñuelas para acceder a un crédito con mi pareja, visitarlo en el hospital si él se enferma o permitirnos el disfrute de una pensión en caso de que alguno fallezca.

Quiero saber que, para alcanzar nuestros anhelos y convertirlos en realidad, tenemos acceso a las mismas herramientas con las que cuentan nuestros compatriotas.

Es cierto que no doy el diezmo a ninguna iglesia, pero sí pago todos los impuestos que me corresponde. No soy católico, pero sí soy costarricense, por lo que no le pido a la Iglesia que reconozca mi unión, ni mucho menos que acepte mi estilo de vida.

Sin embargo, sí le pido al Estado cumplir con su mandato de ofrecerles a todos los ciudadanos de nuestro país igualdad de derechos, obligaciones y oportunidades.

No es una ampliación de nuestros derechos, como dicen algunos. Es un intento de equiparación que lo único que busca es otorgarnos un mejor futuro.

LA NACIÓN, Costa Rica, 10-6-2010
http://www.nacion.com/2010-06-11/Opinion/Foro/Opinion2403768.aspx

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