domingo, 12 de julio de 2009

Un caso de discriminación laboral por razones de orientación sexual y condición de VIH positivo

Despiden autoridades de la delegación Cuauhtémoc a dos trabajadores seropositivos
 Obligados a realizar trabajos durante su proceso de recuperación
 Entablan demanda contra la entidad capitalina
Leonardo Bastida Aguilar
México DF


El entorno cambió de manera drástica para Julio César. Tiene pocos meses de conocer su estado de salud. Vivir con VIH ha resultado un lastre. La situación le ha llevado a pedir dinero en los trenes de la línea 7 del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STC). En algunas ocasiones no reúne lo suficiente para la comida de él y su pareja, Adalberto.

“A Adalberto se le perforó el intestino y se le diagnosticó VIH”, comenta Julio César a NotieSe mientras explica la manera en que ambos fueron despedidos de su empleo en junio de 2008 en la delegación Cuauhtémoc tras el conocimiento de las autoridades de su estado de salud y su orientación sexual.

“Puñales, maricones, les gusta la macana”, fueron parte de los improperios que su jefe, Gustavo Pulido Rivera, les profirió después de conocer su orientación sexual. Solicitar ayuda y hablar con la verdad fue un aspecto negativo, anteriormente la relación era cordial. “No sabían nada hasta que supieron de la enfermedad” indica Adalberto.

En 2002, Julio César y Adalberto se conocieron en el STC de la ciudad. Tras frecuentarse por algún tiempo comenzaron una vida en común en el municipio mexiquense de Chimalhuacán. La familia de Adalberto prefirió no saber nada de él debido a su orientación sexual.

En los primeros meses de 2008 Adalberto comenzó a sentir molestias y acudió al médico. En el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) le indicaron que no podía ser atendido debido a que era trabajador eventual.

Recurrió al Hospital Gustavo Baz, de Ciudad Nezahualcoyotl, estado de México. Ahí le realizaron la prueba de detección del VIH. Resultó positiva. Al enterarse Julio César decidió someterse al examen y obtuvo el mismo resultado.

En 1994 Adalberto comenzó a laborar en la delegación Cuauhtémoc dentro de la territorial Obrera Doctores. Julio César ingresó ocho años más tarde. El primero era chofer de camioneta y el segundo podador de árboles. Ambos sabían que al finalizar un contrato automáticamente se renovaba el próximo

La promesa de una plaza fija fue constante hasta junio de 2008 cuando prescindieron de sus servicios. La falta de contrato y supuestas faltas fueron los motivos para despedirlos.

Indicaron que eran primos para evitar algún mal momento. Sin embargo, al tener que dar a conocer su orientación sexual y su estado serológico los cambios fueron visibles. “Si están malas mejor quédense a vestir muñequitas” era lo que repetía de manera constante Pulido Rivera.

Anteriormente, la relación con Gustavo Pulido era estrecha. Afirman que trabajaban en cualquier momento y no sólo en actividades propias de la delegación. “Trabajábamos sábados y domingos, en las campañas, en los mítines como cuando lo de la reforma energética, repartíamos volantes”, recuerda Julio César.

En algunas ocasiones su jefe les solicitaba favores personales. “Nos obligaba a que le fuéramos a comprar la despensa a su amante con la amenaza de quitarnos el trabajo o a veces a seguirla”, relata Adalberto.

El trabajo que realizaban era casi nulo antes de revelar su orientación sexual. “Hubo ocasiones en que ya íbamos con él en la camioneta y nada mas supervisábamos”, narra Julio César.

El delicado estado de salud les impedía realizar cierto tipo de actividades. A pesar de contar con una prescripción médica en la que se indicaba reposo, se les obligaba a cumplir con trabajos que requerían esfuerzo físico. “Me ponían a lavar un contenedor de basura y yo acababa de salir de cirugía, todavía no cicatrizaba, estaba convaleciente y me ponían a lavarlo”, cuenta Adalberto.

“Cuando a mi me diagnosticaron los médicos me indicaron que los medicamentos me iban a provocar dolor de cabeza, mareo, vómito y mareos. Le dije a Pulido y me mandaba a podar árboles de tres hasta de ocho metros”, indica Julio César al recordar la vejaciones de las que fueron víctimas él y su pareja en sus últimos meses de trabajo en la delegación capitalina.

Tras mes y medio en el hospital, ambos regresaron a su trabajo. Su jefe les prometió que conservarían su empleo. En un principio les negaban la entrada a la bodega para cambiarse de ropa. “Le decían a las compañeras que eran quienes nos daban chance que no nos dejaran por que teníamos mañas y que éramos unos torcidos y enfermos”.

“El 15 de junio nos sacaron, el policía dijo que tenía ordenes de no abrirnos la bodega. Decía que robábamos pero no nos comprobaron nada”, dice Julio César. “Dicen que me dieron como quince mil pesos, pero la verdad solo me dieron mil para la prueba confirmatoria”, asegura Adalberto.

Estos hechos provocaron que decidieran entablar una demanda contra las autoridades de la delegación. Sus abogadas Griselda Moreno y Rosa Martínez explicaron que no fueron indemnizados conforme a la ley. “La discriminación es latente y por tal motivo tiene que sancionarse a los funcionarios que la ejercieron”.

“Quiero que se haga justicia por tanta gente que es discriminada y se queda callada”, dice Julio César mientras observa a Adalberto que necesita una malla para que le suturen la herida que tiene en el abdomen a la altura de los intestinos. Siete mil pesos es el costo.

NOTIESE, México, 9 de Julio de 2009
http://www.notiese.org/notiese.php?ctn_id=3027

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