domingo, 12 de julio de 2009

Un referendo oprobioso; una afrenta a la democracia

El referendo del odio
Jeudy Blanco Vega*

La democracia es hasta el momento, y aun con todos los desafíos que su aplicación práctica conlleva, el sistema de gobierno más justo que los seres humanos hemos ideado. El quitarle el poder a gobernantes tiranos que reclamaban un derecho divino a gobernar, y otorgárselo al pueblo, fue un gran paso hacia la igualdad y a la prevención contra el abuso, la explotación del débil por parte del fuerte, la opresión y la injusticia.

Y sin embargo, hoy en nuestro país, hay quienes pretenden prostituir el concepto de democracia, utilizando uno de sus instrumentos más valiosos como lo es el referendo, para hacer que una mayoría por largo tiempo mal informada y expuesta constantemente a ideas discriminatorias, imponga su criterio y niegue derechos básicos a la comunidad homosexual, por largo tiempo marginada y rechazada. Me refiero a la iniciativa de llevar a referendo el proyecto de ley de Sociedades de Convivencia.

El proyecto original fue modificado luego de protestas de sectores conservadores y diputados que encontraban similitudes con el código de familia, temiendo que se fuera a cambiar el concepto tradicional de matrimonio. Se creó entonces una figura legal completamente distinta de este, y con apenas algunos derechos comunes, que dicho sea de paso, en absolutamente nada afectan ni a la sociedad, ni a los matrimonios y familias tradicionales.

Aprovechando las recientes celebraciones de semana santa, la Iglesia Católica volvió a pronunciarse en contra el proyecto de ley aún con los cambios realizados, y nos recuerda que se está llevando a cabo la recolección de firmas para poder realizar el referendo del odio y la intolerancia (paradójicamente propuesto por dirigentes de un partido político que dice luchar por la accesibilidad sin exclusión), que de realizarse, constituiría un error histórico en donde se utilice un instrumento democrático para oprimir a una minoría y negarle sus derechos.

¿Que hubiera pasado si logros tan importantes como el reconocimiento de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres o la abolición de la esclavitud hubieran sido decididos en un referendo donde votaran solo los hombres y los blancos? ¿Se imagina usted, estimado lector, lo que sería el ver a la persona amada por años, postrada en una cama de hospital, y no tener la posibilidad de visitarlo libremente? Ese es solo uno de los derechos justamente reclamados por las parejas homosexuales, y es solo cuando nos ponemos en su lugar que logramos comprender el por qué la aprobación de este proyecto es tan necesaria. Es una cuestión de solidaridad.

Es aquí donde los diputados deben asumir su responsabilidad y darle trámite urgente, recordando que los homosexuales son ciudadanos que también los eligieron y contribuyen día a día en todos los campos de la sociedad costarricense. Nosotros, el pueblo, debemos de hacer conciencia, informarnos y no prestarnos para que se cometa una injusticia usando mecanismos que se crearon para el fortalecimiento de los derechos de todos y nunca para la opresión. El que las parejas homosexuales gocen de algunos de los derechos que las parejas heterosexuales ya tenemos, no nos afecta. La sociedad, lejos de verse perjudicada con la aprobación de esta iniciativa, va a salir fortalecida como solo puede hacerlo cuando esta se vuelve más tolerante e inclusiva, características tan necesarias en un mundo que por demasiado tiempo, ha permanecido dividido por el odio y la intolerancia.

(*) Ing. En Computación

NUESTRO PAÍS, Costa Rica, 9 de Julio de 2009
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=9288

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