lunes, 18 de agosto de 2008

Artículo: ¿A qué le tenemos tanto miedo? - Carlos Rodríguez

Oposición al Matrimonio Gay ¿A qué le tenemos tanto miedo?
Profesor Carlos Rodríguez

Los conservadores y religiosos (activistas, columnistas y demás) se oponen a las legislaciones que legalizan el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hacen tripa-corazón para justificar su postura, sobre todo durante los últimos meses en que Costa Rica, tan cristiana, intenta legislar una ley para reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo con derechos y responsabilidades.

No obstante, el discurso “diabolizante” funciona fenomenalmente como estrategia para sembrar miedo en la comunidad, sobre todo con los grupos religiosos. Pero ¿Qué tanto hay de cierto en todo esto: será un plan mundial contra el matrimonio “verdadero”, la familia y los derechos de los niños?

Bueno, sería la Asamblea Legislativa la que tome la decisión de seguir los pasos de otros países cercanos con ideologías retrogradas quien blinde la Constitución contra estas felonías legales o quien primero se de cuenta que la legislación pro-matrimonios gay no quita ningún derecho a las parejas heterosexuales, ni suprime ningún derecho familiar.


Lo que hay de cierto es que los conservadores y los grupos pro-vida juegan con los miedos y desconocimiento de la gente sobre la historia del matrimonio y sobre el propósito de legislaciones a favor de los matrimonios entre personas del mismo sexo. Lo hacen con alevosía para avanzar su agenda conservadora y sembrar temores infundados y del fin del matrimonio y la familia.

El arma de preferencia que utilizan para atacar es el ilusorio concepto del matrimonio como algo “natural” exclusivamente entre hombre y mujer. A cualquier persona que conoce un poco la historia (sin revisionismos) del matrimonio se le revuelve el estomago cuando escucha y lee tales argumentos. Sólo basta saber que el matrimonio es una construcción cultural de las sociedades antiguas. Éstas lo crean como un sistema de normas y reglamentos que garanticen la procreación para la perpetuidad humana y que otorguen derechos de propiedad y protección del linaje. En el caso de la ley hebrea antigua, por ejemplo, el hermano del esposo se casaba con su cuñada en caso de que muriera el esposo, para así proteger el linaje.

Algunos historiadores argumentan que el matrimonio es una construcción del patriarcado para dominación de la mujer. En algunas culturas se venden las mujeres a la familia del hombre; en otras la mujer pasa a ser dominio y propiedad del hombre. Pero en general, el matrimonio significa asegurar derechos de propiedad y cargar a la mujer con responsabilidades de criar y educar a los hijos. Así que esta “sagrada” y “natural” institución del matrimonio no se dio de facto, ni de la nada, ni naturalmente, sino que es una construcción socio-cultural, humana y como tal, puede y debe ser mejor diseñada.


La noción del romance y el amor en el matrimonio apareció hasta en la Edad Media. Eso de fidelidad, unión especial entre hombre y mujer y compromiso de fidelidad sexual son conceptos bastante modernos, relativamente hablando, que no eran parte del paquete del “matrimonio natural”.En el transcurso de la historia, el matrimonio ha visto de todo. Las familias arreglaban los matrimonios sin que los comprometidos pudieran decidir en su futuro. La mayoría de las parejas no se casaban (y todavía sucede) por amor, ni por querer procrear hijos, ni tan siquiera sólo por sexo, se casaban por intereses económicos familiares, personales y hasta por reinados (matrimonios entre príncipes y princesas).

¿A eso aspiramos al proteger la “institución natural” del matrimonio”? Algún cínico diría entonces que si queremos ser fieles al concepto del matrimonio “natural”, entonces que nos importe un pepino eso del amor y la fidelidad, eso de la unión especial, ya que no eran parte del paquete original, del paquete “natural”. Eso de quererse y amarse es incidental, pero no es necesario para un matrimonio verdaderamente tradicional y que cuenta con la bendición de Dios y de la iglesia (lo que buscan preservar nuestros amigos conservadores).

Por el hecho de que el matrimonio “natural” (ese histórico concepto manoseado) no precisa de amor ni romance, es comprensible y esperado que la gente se divorcie y las familias nucleares sean como animales en extinción y que la “piedra angular” de la sociedad se vaya al carajo. Y es comprensible también dejar de echarle el muerto a los matrimonios entre personas del mismo sexo por la inherente disfunción de los matrimonios heterosexuales y el suicidio del concepto de familia.

Los matrimonios homosexuales pueden tener los mismos retos, obstáculos, derechos, alegrías y amarguras que los matrimonios heterosexuales tienen. Socialmente, los matrimonios entre personas del mismo sexo cumplirán con los mismos objetivos de perpetuidad de la humanidad, responderán a las mismas presiones y responsabilidades sociales, tendrán los mismos deberes de pareja, los mismos derechos sociales, legales y políticos que cualquier otra pareja reconocida legalmente por el Estado. ¿Cómo esto violenta el matrimonio entre don Juan y doña Juana?

Las personas que se oponen a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo presentan síntomas graves de homofobia social (otra elaboración y transmisión humana), de un temor infundado, de un miedo seducido por el desconocimiento, la ignorancia y de un sentido miope sobre la humanidad, el amor, la tolerancia la comprensión y la compasión.

La legislación a favor de matrimonios entre personas del mismo sexo no busca declarar que los homosexuales son como los heterosexuales. Se trata de declarar y reconocer que los homosexuales tienen los mismos derechos constitucionales que los homosexuales en un estado democrático.

Opinión.- Raymond

Hola, soy tico aunque toda mi vida fuera de mi adorado país. Adivinen por qué. Se los dejo a su imaginación.

Cada vez que algún "supuesto" heterosexual me preguntaba: "Mae, ¿ese mae es playo? Yo les respondía: ¿Por qué, te gusta? No, digo, si te interesa saberlo será porque hay algo que te invita a averiguarlo. No lo sé, si tanto te interesa andá y se lo preguntás a él (o a ella).

Eso no es discriminación, ES UNA ABERRACIÓN. No podemos, de ninguna manera, bajo ninguna óptica, seguir soportando una estigmatización de parte de otros semejantes que "estúpidamente" se ajustan a paradigmas primitivos e irracionales, de repudio y rechazo a un comportamiento u orientación sexual de algunos de sus iguales. Consideramos harto primitivo que se siga "calificando" a un ser humano por su comportamiento sexual ¡Por Dios! ¡Qué primitivismo tan alienante!

Me decían a veces ciertos seres "poseedores de la verdad": eso va contra la ley de Dios, no es Natural. Si todo lo que existe, es y perdura es natural, es no sólo parte si no que producto de esa "NATURALEZA" con qué criterio superficial pretenden juzgar lo que existe por su misma Naturaleza. O qué es, ¿que el amor tiene sexo ahora? Algo abstracto, un sentimiento, un sentir, que está en el mundo de las emociones y de las ideas ¿tiene sexo????? Por favor. La compañía de alguien, que puede ser tácita o sonora, táctil o emotiva... ¿tiene sexo? Las sensaciones que se perciben y nos llevan a una estabilidad emocional... ¿tienen sexo? Quiere decir que si a alguien no le gustan los animales, pero que tampoco los lastima ¿habrá que discriminarlo?

Aunque parezca simplista, superficial y poco tonto: lo que hace falta es RESPETO HACIA TUS SEMEJANTES! CONVIVENCIA. Y eso -el respeto- induce a quitarse la supina importancia personal que es el mayor mal que fustiga la humanidad.

Y hay más pero será a su tiempo.
Un abrazo con muchísimo cariño y respeto,

Raymond