viernes, 15 de enero de 2010

Elecciones 2010: un enfoque GLBTI serio y fundamentado

¿Qué deben significar para el colectivo LGBT los comicios de febrero 2010?

Hugo Mora Poltronieri*

Se atribuye a Aristóteles, el gran filósofo griego, la definición del hombre como un zoón politikón (un animal social). Pero hoy día todo lo relativo a la política ha caído en un desprestigio tal, que se hace preciso aclarar lo dicho: para los griegos y, particularmente para los atenienses, no se concebía la posibilidad de ser un individuo pleno y libre si este no participaba en la vida de la pólis o ciudad-estado, es decir, en su gobierno, puesto que para ellos, sociedad y política eran dos conceptos inseparables. Quedaban así fuera del gobierno de la ciudad una importante mayoría formada por los extranjeros, los esclavos, los menores de edad y hasta las mujeres, destinadas por esta sociedad, tan excelsa en tantos campos, a los deberes clásicos de toda sociedad machista: el hogar, el marido, los hijos, más otras posibilidades menos “sagradas”, visto todo esto desde nuestra propia óptica de ciudadanos del siglo XXI.

¿A qué viene toda esta introducción? Pues a que tanto valoraban los atenienses la condición de ciudadano que para aquel que, teniendo el derecho de serlo, despreciaba la participación en la vida política, acuñaron un término que llega hasta nuestros días: era el ídion, de donde viene nuestro vocablo idiota; en contraste, aquel ateniense que aceptaba y participaba en el gobierno de la pólis, era el polítes o ciudadano. Trasladando lo anterior a nuestra actualidad política, con una elección de gobernantes a pocas semanas, es claro que nuestro conglomerado, mencionado como LBGT, debe actuar como un todo, con sentido político de futuro, so pena de seguir permaneciendo como un sector invisible e invisibilizado por todos los políticos de turno. O sea: dejar cada uno de hacer el ídion , como hasta ahora, y entrar en el juego plenamente, como el polítes que debemos ser. Pero la unión hace la fuerza: sólo mostrándonos como grupo fuerte y unido, con una sola voz, podremos hacer respetar y progresar nuestros derechos. En la vida, aun en los países menos democráticos, todo o casi todo, es política. Ignorar tal realidad es seguir votando por quienes nos discriminan y persiguen.

Votemos los LBGT como bloque. ¿Cuántos votos podríamos aportar a algún partido o candidato si actuáramos unidos y no divididos? Es obvio que no existe y que, probablemente, nunca exista una estadística confiable sobre la cifra. Las razones de los diferentes (hasta ahora muy justificadas) para camuflarse son de todos conocidas, de modo que sería ingenuo siquiera el plantearse la posibilidad de realizarla en las actuales circunstancias en que sigue muy viva la homofobia. Sin embargo, a menudo se menciona como probable la cifra del 10% del total de cualquier población. En el caso de Costa Rica, hasta es posible que esa cifra se quede corta, si nos atenemos a lo que se ve, se oye y se siente en casi todos los estratos sociales. Como le oí decir hace años a un amigo estadounidense: “En este país casi todos ‘entran’…” Sin embargo, seamos conservadores en nuestras apreciaciones y quedémonos con ese 10%. Pues, ¡caramba!, este sería, en todo caso, un número de votantes respetabílismo para una minoría que actuara disciplinadamente en bloque. Puede estar uno seguro de que a cualquier partido o candidato que se le ofreciera tal adhesión estaría más que contento y dispuesto a hacer lo que fuera para asegurarse esos votos. Si pensamos no más que la minoría étnica negra local difícilmente llega a un 2%; y que la población autóctona indígena difícilmente sobrepasa los 75.000 habitantes (cálculos aproximados), ¡vaya si formamos una minoría digna de tomarse en cuenta! Eso sí: solo si actuamos en bloque, como uno de los tantos grupos de presión conocidos que hacen valer su peso político. Hacerlo también implica superar toda clase de diferencias y personalismos que puedan dividirnos, presentes desgraciadamente en nuestro colectivo por insignificancias, ya que las metas que debe lograr nuestro movimiento deben estar por encima de todo lo que pueda significar división y, con ello, debilitamiento.

En las pasadas elecciones el abstencionismo ha superado un asombroso 30%. ¿Cuántos de los nuestros contribuyeron a ese total? Y de los que fueron a votar, ¿cuántos de los nuestros votaron por partidos y candidatos que se han ido revelando cada vez más como hipócritas y homofóbicos ante el reconocimiento de nuestros derechos como ciudadanos? Si todavía queda duda en alguien de quiénes son nuestros adversarios irreductibles, fanáticos, fundamentalistas y reacios a todo cambio que amplíe no solo nuestros derechos sino los de todos los ciudadanos, todas las últimas luchas que algunos valientes han dado para ampliar derechos han dejado claro quiénes son ellos. Son los que se han opuesto no solo a la unión civil para personas del mismo sexo, sino a una larga lista de conquistas que ya existen en sociedades avanzadas en lo social, con las cuales puede compararse la nuestra: el Estado laico, la fecundación in vitro, el aborto, la esterilización voluntaria, la pídora del día después, la eutanasia, la clonación terapéutica, etc. Sí, como en el pasado, cuando esos mismos sectores se enfilaron contra el divorcio, el matrimonio civil, los matrimonios mixtos (entre personas de distintas religiones), así como discriminaron a los hijos “naturales” y prohibieron la sepultura en sus cementerios a quienes fueran herejes, ateos, divorciados, suicidas, etc. Hoy día, hasta los fundamentalistas más reacios se acogen a toda esa ampliación de derechos lograda en el pasado… Si no, obsérvese cuántos católicos son divorciados, cuántos de ellos son casados civilmente en nuevas nupcias, cuántos solo se casan por lo civil, cuántos planifican el número de hijos, etc.

Panorama político en estas elecciones. Vayamos por partes. Ha quedado claro para quienes hemos participado en algunas de esas luchas que el enemigo número uno de todas esas conquistas y ampliaciones de los derechos humanos es algo que todos conocemos como el fundamentalismo religioso. Grupos cristianos de todo pelaje, sin duda; pero entre todos ellos, quien ha llevado la batuta no ha sido otro que la todopoderosa Iglesia Católica local convertida, por obra y gracia de la cobardía, la alcahuetería y el servilismo de casi todos nuestros políticos en otro Poder más del Estado y casi más bien, como se ha visto, en un Poder por encima de todos los demás. La IC no es un partido, pero es mucho más gracias a que mueve sus innumerables piezas en todos los niveles del Estado. Y por la forma cómo influye y ordena en todos los partidos mayoritarios, está fuera de toda duda que nadie que sea miembro de esta minoría LBGT puede hacerle el juego a este Superpoder y Superpartido votando por partidos que sigan la línea dictada por la alta jerarquía eclesiástica. ¿Cómo podría no ser así cuando nos hemos llenado todos de indignación ante sus condenas reiteradas a todo lo que no sea “familia tradicional” y “matrimonio tradicional”? ¿Cómo no si jugando con las palabras y la razón de cualquiera proclaman “amar a los homosexuales”, pero condenando su condición y recomendándoles una castidad imposible por inhumana? (que su clero no practica, hablando en general). Pero, ¿cómo se erige esta institución en símbolo y abanderada de la moralidad cuando las peores aberraciones contra su propia moral son violadas sistemática y constantemente por sus miembros aquí, allá y así en todos los tiempos y lugares?

Y ahora veamos qué panorama ofrecen los partidos y sus líderes. Como que no haya por quién votar parece no ser el caso. Hay ni más ni menos 11 partidos con candidatos a presidente, diputados y munícipes. Y a escala provincial y local también es abundante la oferta. Sin embargo, este análisis no pretende ser exhaustivo, por lo que se va a concentrar en los partidos que aspiran a elegir presidente y diputados, donde por razones de todo tipo se concentra el verdadero poder (lamentablemente, porque es en el nivel municipal en donde debería iniciarse el poder de los ciudadanos mondos y lirondos, como somos la mayoría de los votantes).

Tal como han revelado las últimas encuestas, todo parece indicar tres cosas: 1) que solo hay tres partidos con opciones para elegir al presidente y al mayor número de diputados; 2), que estos partidos son, en su orden, Liberación Nacional (PLN), Libertario (PL) y Acción Ciudadana (PAC) y, 3) que el PLN ganará sin la mayoría necesaria por lo que habrá necesidad de una segunda ronda, como ocurrió en las elecciones del 2006. Nótese que no estamos tomando en cuenta a la Unidad Social Cristiana (PUSC), o lo que queda del partido, pues los últimos escándalos políticos, morales y financieros en que se han visto envueltos sus más altos abanderados, parecen indicar (y deberíamos desear fervientemente que así sea) que el PUSC, de llegar a elegir diputados, lo hará como un partido aún más minoritario de lo que ahora es. Parece inevitable que cierta señora de campanillas logre su curul por estar en el primer lugar, a pesar de la condena moral que le hemos otorgado muchos ciudadanos: la única razón posible es que hemos llegado a un nivel político tan bajo que algo tan penoso puede hacerla lograr su objetivo. Es cínico y vergonzoso el que algún votante apueste con sus votos a “los menos peor”…

Partiendo de que estas conclusiones sean correctas (y no olvidemos que estamos lidiando con probabilidades, no con certezas puesto que pueden luego intervenir variables imprevistas), ¿cómo deberíamos votar los LBGT si queremos realmente ser protagonistas y no nuevamente víctimas y tontos útiles en estos comicios?

Dos escenarios son posibles: a) triunfa con más del 40% el PLN y no hay segunda vuelta; y b) triunfa en primera vuelta el PLN, pero no alcanza ese mínimo y se debe ir a una segunda vuelta.

El PLN triunfa con más del 40%. En este caso, si es que queremos que NO llegue a darse, lo contundente es votar todos contra el PLN. Razones hay varias: a) su candidata ha mostrado ser no solo como cera en las manos de los actuales gobernantes, sino que ha manifestado públicamente su desacuerdo con cambios tan necesarios como hacer de Costa Rica un Estado laico e introducir legislación que extienda derechos humanos imprescindibles para toda la población LBGT del país; b) la mayoría parlamentaria actual del partido se ha mostrado igualmente esquiva ante una posición favorable a nuestros intereses, al extremo de que uno de su diputados dijo públicamente que sólo votaría de acuerdo con los dictados de su iglesia, que no es otra que la IC; y c) los actuales candidatos a diputados pagaron toda una página en la prensa nacional para manifestar que nunca votarían a favor del Estado laico, lo que hace presumir que NUNCA votarían nada a lo que se opusiera la todopoderosa IC. Y esto, sin hablar de la corrupción que tanto este partido como el PUSC han instalado en nuestro país desde que se repartieron el poder bastante tiempo atrás…

¿Por quién votar, entonces? Es claro que la decisión es difícil, pues además del objetivo común que tenemos todos los LBGT hay otros de mucha importancia: la seguridad y la delincuencia, el desempleo, el costo de la vida, las drogas, la desigualdad creciente, etc. Pero hay que decidirse y, al menos por esta vez, poner lo nuestro como prioridad.

Hay nueve candidatos propuestos para la Presidencia. Según su orden de aparición en la papeleta, de izquierda a derecha, son de los siguientes partidos: Luis Fishman, Unidad Social Cristiana (PUSC); Wálter Muñoz, Partido Integración Nacional (PIN); Rolando Araya, Alianza Patriótica (AP); Justo Orozco, Partido Renovación Costarricense (RC); Eugenio Trejos, Frente Amplio (FA); Laura Chinchilla (PLN); Otto Guevara, Partido Libertario (PL); Ottón Solís (Partido Acción Patriótica, PAC) y Óscar López , Partido Accesibilidad sin Exclusión (PASE).

Analizar a estos candidatos por otros problemas que no sean el que motiva este estudio (que los votantes LBGT voten por un partido solidario sobre todo con su propia propuesta a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo), es algo que va más allá de lo planteado. Por lo mismo, habrá que juzgar a estos candidatos por lo que han dicho y hecho si ya tiene representación en la Asamblea Legislativa actual o, si no es así, por lo que sabemos de parte de los candidatos propuestos por los otros partidos.

De primera entrada, habrá que mostrar repudio hacia los siguientes partidos, negándoles nuestro voto: al PUSC porque presenta un candidato improvisado ante la imposibilidad de que el acusado y condenado en primera instancia, Rafael Ángel Calderón, pudiera presentarse al contar con ese y otros antecedentes (además es un partido excesivamente conservador y cómplice en muchas de las falencias de nuestro sistema democrático, con las excepciones de rigor en algunos de sus actuales diputados); al PRC, porque presenta a un pastor fundamentalista que ya antes fue diputado, ultraconservador e intrigante como el actual representante, de cuño homófobo, el diputado Massey; y, finalmente, al PASE, un partido que se autodenomnina “humanista”, pero que no tiene empacho en no querer reconocer a los LGBT como una minoría, violación flagrante contra el propio nombre del partido y que se presta, además, para recogerle firmas a la IC en su intención de que se efectúe un referendo en contra de la unión civil para personas del mismo sexo.

¿Quiénes quedan? El candidato del PIN no es malo, pero se desconocen sus puntos de vista en relación con lo que nos interesa; el del PAP tiene buenos antecedentes, pero no del todo claros en lo que se refiere al tema; el del Frente Amplio ha manifestado expresiones que lo acercan mucho a las posiciones de la IC, aunque pertenece a un partido que, sobre todo en la actual legislatura en la persona de José Merino, siempre se ha mostrado favorable a la ampliación de los derechos humanos a todos los costarricenses, sin discriminación alguna. Dar un voto a este partido es dar apoyo moral a un partido que ha sido muy claro en su apoyo a nuestras propuestas, aunque sus posibilidades de triunfo son bajísimas en la presente elección presidencial.

Quedan, entonces, los tres candidatos supuestamente presidenciables. Descartada la “favorita” del PLN, según se vio arriba, nos encontramos con que, lamentablemente los candidatos del PAC y del PL no han hecho hasta ahora una campaña inteligente: se han dedicado a atacar a la “favorita” con “argumentos” frívolos y hasta poco decentes, con el agravante de que no han mostrado nada parecido a un programa serio de gobierno. Lo mejor sería abstenerse de votar por uno o por otro, pero ante el peligro de que esto ayude a la “favorita”, hay que decidirse por el menos peor. Guevara, si fuera consecuente con los ideales libertarios y el protagonismo del individuo por aparte de todo tipo de presiones estatales y clericales, sería el candidato ideal. Pero no puede pasarse por alto que es el representante de lo que fue el ala derecha del PUSC, a lo que se han ido agregando tránsfugas de otros partidos del centro y de la derecha, todos interesados en desmantelar el Estado solidario y seducidos por su mensaje autoritarista de “cero tolerancia”, dejando de lado todos los componentes sociales que alimentan la situación de inseguridad que padecemos todos los costarricenses. En un escenario así, el voto debería ser para el candidato del PAC, un partido más alineado hacia el centro-izquierda, candidato que si bien deja mucho que desear en lo que a nuestros intereses se refiere es, con todo, la menos peor de las dos opciones si queremos derrotar al PLN.

¿Y para diputados? El FA y el PAC fueron los dos únicos partidos anuentes a proponer en sus asambleas, en sus listas para diputados, a dos personas abiertamente gais. Estamos hablando, respectivamente, de Abelardo Araya, presidente del Movimiento Diversidad, de todos conocido, y del abogado Marco Castillo, paladín de nuestra causa y de otras de avanzada. Sin embargo, tal vez por esa homofobia tan frecuente en gente que se cree liberal, el primero fue ubicado en el sétimo lugar de la lista del FA, con escasas probabilidades de ser electo; en tanto, Castillo, a pesar de sus méritos (o a causa de ellos), fue descartado en la elección final. Sin embargo, el precedente es importante y augura cambios de actitud para más adelante si continuamos creciendo como grupo políticamente unido y con presencia en los medios. Ahora bien, si fuéramos consecuentes con este comienzo de apertura en ambos partidos, lo óptimo es que no perdamos nuestros votos para diputados en las listas de los otros partidos, algunos claramente religiosos y fundamentalistas, otros todavía cerrados del todo a nuestros intereses. Y considerando el papel relativo de abanderamiento que con lo nuestro han tenido ambos partidos, no deberíamos dudar ni por un momento en escoger una lista o la otra, con preferencia para la del FA, el que más se ha destacado en apoyar nuestras luchas y en cuya lista figura uno de nuestros representantes.

El PLN no alcanza el 40%. En este escenario las cosas se simplifican…o se complican, según se vea. Llegados a esta situación, hay cosas que ya se habrán resuelto y que no habrá manera de cambiar. En cuanto a diputados, ya el pueblo habrá hablado. Sería deseable, por ejemplo, que el PLN hubiera quedado por debajo de los 29 diputados con los que lograría la mayoría simple, algo gravísimo si fuera lo último; y todavía mejor si alcanza una mayoría bastante lejos de ese número, lo que facilitaría mucho las cosas para las fuerzas de la nueva oposición. En lo referente al PL y al PAC, parecería deseable que el PAC diera la sorpresa y dejara atrás al PL. Igualmente, que el FA lograra llevar un bloque de dos o tres diputados, mínimo, y que partidos como el PUSC, el PASE y los de inspiración fundamentalista, abiertamente religiosa y sectaria, desaparecieran de la escena.

En lo referente a la nueva realidad política planteada por el bajonazo del PLN, solo cabe especular (si es que realmente este partido ocupara la primera posición, algo nada seguro) cuáles serían las posiciones de los otros dos partidos a quienes desde ahora se pronostica como para el segundo y el tercer lugares. En este sentido, las cosas se habrán simplificado sobremanera: solo habrá dos puestos para la segunda vuelta, de manera que el partido que ocupe el tercer lugar queda descartado en la nueva carrera. De nuevo, si seguimos especulando, ya sea que el segundo lugar pertenezca al PAC o al PL, en uno y otro caso hay decisiones que debemos tomar.

El PAC queda en segundo lugar. En este caso, no hay vuelta de hoja: se votara o no se votara por este grupo en la primera vuelta, hay que hacerlo ahora por él, guste o no. Y es de esperar que, en un caso así, alguien o algunos dentro del colectivo LBGT asuman el liderazgo necesario para tratar de llegar a todos los miembros del colectivo y convencerlos de que este es el camino por seguir. Desde luego, una posición pública clara y definida, previos contactos con la dirigencia del PAC, nos haría saltar a la escena política con un poder numérico y real que nunca hemos tenido. No obstante lo ocurrido con nuestro Marco Castillo como candidato que no fue, sería necesario que él y otros compañeros militantes del PAC, así como otros líderes y militantes nuestros comprometidos con otros partidos, se unieran para negociar con la dirigencia del PAC una posición favorable para nuestros intereses como colectivo. En cualquier caso, se logre o no la Presidencia con el PAC, este sería el inicio de una relación que conduzca a una afirmación del colectivo como fuerza política, especialmente por lo que pueda influir dentro del PAC y dentro de su fracción legislativa futura.

El PL queda en segundo lugar. Sería lo menos deseable, pero la política consiste en realidades y no en sueños o buenos deseos. Y no todo es negativo en este partido, al menos en lo que se refiere a nuestras propias metas. Uno de sus diputados actuales fue parte del valiente trío que acogió y defendió nuestro proyecto inicial de unión civil en la actual Asamblea. Por otra parte, su candidato presidencial ha expresado puntos de vista relativamente positivos en lo relativo a nuestros derechos como minoría. Y la misma esencia de lo que se proclama como ideales libertarios es afín con los derechos por los que, como individuos, estamos luchando. En un caso así, nuestros líderes deberían tomar la iniciativa y negociar con la dirigencia de ese partido, haciendo oídos a aquel dicho que reza que “del ahogado, el sombrero”. Debería, en suma, llegarse a la misma posición que se habría tomado con el PAC de haber sido otro el resultado de la primera vuelta. El caso es mantenernos vivos, no desaparecer de la escena política. Sería errado dejar a los votantes LGBT a la deriva, pues aunque individualmente cada cual votara entonces por el PL, serían votos perdidos en el anonimato y sin ventaja alguna para el colectivo que, hay que insistir, debe convertirse en un grupo de presión con el poder suficiente como para ser tomado en cuenta en toda decisión política. Es muy bonita la sentencia de Lincoln relacionada con el poder del pueblo en una sociedad democrática. Pero sin caer en el cinismo o en el oportunismo, hay que reconocer que hoy día son los grupos de presión (empresarios, terratenientes, agricultores organizados, propietarios, sindicatos, Iglesia Católica, etc.) los que influyen en la conducción política del país. De modo que, Lincoln perdonando, hoy día la democracia se ha convertido en “el poder de los grupos de presión, por los grupos de presión y para los grupos de presión”. No es lo deseado, pero esa es la actual realidad y de ello hay que sacar provecho mientras no haya una voluntad popular decidida para que el pueblo –y sobre todo el individuo y ciudadano- recupere ese poder. De ese pueblo del que todos somos parte.

Este texto ha sido escrito para el blog Unión de Hecho en Costa Rica, 13/01/10.
Puede reproducirse citando autor y fuente: http://uniondehechocr.blogspot.com