lunes, 8 de septiembre de 2008

Un artículo que desnuda la realidad de las jerarquías católicas

¿Es Jesús la cabeza de la iglesia católica?
Jeudy Blanco Vega
jeudyx@gmail.com

Una de las afirmaciones que escuchamos siempre de boca de la jerarquía católica es que Jesús es la cabeza de su iglesia. Esto es debatible si contrastamos el mensaje de Jesús en los evangelios con las acciones de esta institución, tanto pasadas como presentes, a nivel mundial y también nacional.

Demos un breve vistazo al pasado: durante la Edad Media tuvimos las cruzadas; violentas guerras donde al grito de “Dios lo quiere” el papa Urbano II animaba a hordas de cristianos en 1095 hacia la guerra. Estos blandieron sus espadas derramando sangre tanto de fuerzas militares enemigas como de miles de inocentes (a veces de su propio credo). Más adelante en el tiempo, instituciones como la “santa” Inquisición (hoy llamada Congregación para la Doctrina de la Fe), encargadas de velar por la ortodoxia y erradicar la herejía, torturaron y quemaron en vida a quienes se atrevían a contradecir la doctrina católica. La conquista de América es otro hecho en donde miles de indígenas eran forzados a la conversión so pena de perder sus vidas.

Algunos de estos hechos han sido descaradamente negados por la jerarquía; al ser confrontados por otros, se escudan en que no se debe analizar con los ojos de hoy estas acciones que ocurrieron en otro contexto. Se supone que el mensaje de paz y amor al prójimo de Jesús es universal y aplicable en todos los contextos, por lo que esa excusa queda invalidada.

Pasemos a la actualidad: los escándalos financieros, la pomposidad, el lujo y el abuso a menores por parte de curas son contradicciones directas con el mensaje de abandono de las posesiones materiales (“Vende lo que tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo” –Mateo 19:21, “Os aseguro que difícilmente un rico entrará en el reino de los cielos” - Mateo 19:23) y la condena de Jesús al daño a los menores (“El que haga tropezar a uno de estos pequeños mejor sería que le colgaran al cuello una piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar” –Mateo 18:6).

En nuestro país hemos visto de cerca ambas situaciones. Por un lado, la conferencia episcopal es investigada por supuesta intermediación financiera ilegal y estafa, además de poseer un 20% del paquete accionario del grupo financiero Sama –millones de dólares-. También hay varios sacerdotes descontando penas por abuso sexual a menores. Si este último hecho es grave por sí mismo, lo vuelve peor el que descaradamente uno de estos curas denunciados –Enrique Vásquez- haya sido financiado parcialmente cuando huyó del país por el entonces obispo de Ciudad Quesada, Ángel Sancasimiro. El obispo admitió haberle enviado dinero al cura al extranjero y ocultó su paradero aún sabiendo que había una investigación. Su explicación a esto fue: “Cuando la fiscal me manda las dos cartas le respondo que no sé dónde está, nunca dice que cuando sepa dónde está avíseme…”. Esta “omisión” inexplicablemente pasó por alto para la justicia quien no llevó más allá el caso, a pesar de que nadie puede alegar desconocimiento de la ley, pero ciertamente no debe ser olvidado por los costarricenses. Ante hechos tan graves como estos, no bastan vacías disculpas, se necesitan verdaderas acciones.

El breve recordatorio de los hechos que se han mencionado aquí no debe tomarse como un ataque hacia los católicos y su fe. Han sido estos, los miembros del pueblo, quienes muchas veces han sacado la cara con sus obras y acciones en beneficio del prójimo. Es un llamado a la reflexión para que evalúen si la jerarquía que se jacta de iluminación divina y que dicta los lineamientos morales que deben seguir, tiene de verdad la autoridad moral para hacerlo y si sus acciones y estilo de vida reflejan efectivamente a una institución cuya cabeza es Jesús.

El gobierno no convocó el Proyecto de Unión Civil a sesiones extraordinarias ¿Por qué será?

En el período de sesiones extraordinario de la Asamblea Legislativa la iniciativa la tiene el Poder Ejecutivo, o sea, y sin más eufemismos, el Presidente, es decir, el señor Arias. Como queda constando en este intercambio de mensajes de correo electrónico, Arias no quiso convocar el Proyecto de Unión Civil de Parejas del Mismo Sexo al período de extraordinarias del mes de agosto. O sea: no lo considera importante ¿O será acaso que algún sotanudo –de esos que Arias invita a almorzar a Casa Presidencial- le dijo al oído que no lo convocara?

---------- Mensaje reenviado ----------De: Mario Aguilar Picado <
maguilar@asamblea.go.cr>Fecha: 8 de septiembre de 2008 9:18Asunto: RE: Consulta Comisión de Recursos HumanosPara: Gabelo Ureña <gabeloski15@gmail.com>

Estimado Gabelo:

Me permito informarle que la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa no conoció el proyecto por usted consultado durante el período de sesiones extraordinarias (agosto), debido a que el poder de convocatoria en este tipo de períodos lo tiene el Ejecutivo y la iniciativa no fue convocada. El pasado 4 de setiembgre, al vover al proyecto al lugar 9 del orden del día de la comisión, se recibió en audiencia a Monseñor Hugo Barrantes, presidente de la Conferencia Episcopal.

Cordialmente,

Mario Aguilar
Oficina de Iniciativa Popular
Asamblea Legislativa


-----Mensaje original-----De: Gabelo Ureña [mailto:
gabeloski15@gmail.com]Enviado el: domingo, 07 de septiembre de 2008 21:43Para: Mario Aguilar PicadoAsunto: Consulta Comisión de Recursos Humanos
Muy buenas noches.Me gustaría saber si la comisión de recursos humanos de la Asamblea Legislativa ha sesionado ya. En caso de ser positivo, me gustaría saber si poseen algún avance referente al proyecto de Ley número 16390 sobre LEY DE UNIÓN CIVIL ENTRE PERSONAS DEL MISMO SEXO.Muchísimas gracias por su tiempo, se despide cordialmente--Gabelo UreñaEstudiante ATI-ITCR

Xenofobia en Argentina

La xenofobia se parece a la homo/lesbifobia. En ambos casos se rechaza, maltrata y discrimina a una persona por el simple hecho de que esa persona es lo que es y, en particular, porque esa persona es distinta a la mayoría en algún aspecto particular de su personalidad o de su historia de vida.

La lucha contra la discriminación por orientación sexual es esencialmente similar a la lucha contra la xenofobia. Es, por sobre todo, la lucha por la dignificación de todo ser humano, en virtud de su condición de tal. Es, por lo tanto, la lucha por garantizar que todo ser humano vea realizarse plenamente su derecho a una vida digna.

Ahora, otra vez la “seguridad”
La xenofobia surge de creer que la patria nos pertenece sólo a nosotros y que el otro (el extranjero que quiere integrarse a ella) será siempre un sospechoso. Simplemente porque no nació aquí.
José Pablo Feinmann / Página 12

El capitalismo del siglo XXI es necesariamente xenófobo. Las sociedades opulentas, las que ocupan la centralidad del sistema y a las que, por eso, llamamos sociedades centrales, no sólo pueden generar riqueza en sus territorios. Hay una impúdica fracción de este planeta que no pertenece al mundo de la vida civilizada, aquella que, al menos, asegura trabajo, educación y comida a sus habitantes. O no lo asegura o lo asegura insuficientemente. No digo esto desde el proyecto de otra sociedad que sí lo haría, pues ese proyecto, para fortalecimiento del actual, ha fracasado en el siglo XX y llevará tiempo levantar otro, que sea lo necesariamente sólido como para enfrentar a éste. Pero sociedades como Estados Unidos, Francia, Italia o Inglaterra –en suma: las sociedades de Occidente– no pueden proyectar un capitalismo de integración. Dejan de lado, aisladas, a las sociedades del hambre, de la pobreza. Cuyos habitantes invaden la centralidad. Así, son capaces de morir en el intento (y, en efecto, mueren), pero no dejarán de asaltar la centralidad, los países donde podrían trabajar, comer, vivir. El problema de la inmigración indeseada –como la llama Huntington en El choque de las civilizaciones– es el problema de Occidente. El Islam –para peor– experimenta una explosión demográfica. Los musulmanes emigran a Occidente. Los africanos también. Los mexicanos buscan la tierra de Bush. Contra los musulmanes, Europa se prepara duramente. No en vano han surgido los gobiernos de derecha dispuestos a ejercer esa dureza. La banlieue de París es un espacio de temor, de constante peligro, un espacio del que sólo puede esperarse, en el mejor de los casos, una inmediata explosión social, poblacional e invasora de la centralidad. Eso que vendría a constituir un Mayo musulmán, sin consignas deslumbrantes, con malos modales, poca educación y brutalidad rencorosa y justificada. En Italia temen la invasión africana. Temen al “indocumentado”. Al ilegal. De aquí la existencia de gobiernos como los de Berlusconi y Sarkozy. Ellos sabrán qué hacer. Carla Bruni, entre tanto, seduce a la Europa comme il faut.

El problema argentino –y latinoamericano– tiene semejanzas. Buenos Aires es una ciudad opulenta que ofrece trabajo a ciertas franjas de habitantes del conurbano. Pero a pocos. También teme ser invadida por ellos y abomina de la invasión de sus “hermanos latinoamericanos”, a los que detesta. Si bien la última rebelión social, el último movimiento invasor fue protagonizado por los ricos, superado ese problema, el del “campo”, vuelve el otro: el de la seguridad. Lo han instalado los medios porque para eso están, no sólo aquí sino en el mundo entero, para manejar la agenda. Y se ha podido instalar porque es un tema siempre sensible al porteño, personaje que sabe que habita un espacio de privilegio y exige que se lo cuiden. Macri no ha cumplido hasta ahora esas expectativas. Se ven demasiados “negros” por Buenos Aires. Demasiados “perucas”, “bolitas”, “brasucas”, “yoruguas” o “paraguas”. Aunque, es notorio, los “brasucas” vienen con buen dinero y se compran todo, conque se los tratará bien. Pero los otros (que llevan en la cara, además, ese color oscuro que da tan feo, como tierra, o como sucio) vienen a quitarnos lo nuestro. Aquí aparece la figura del xenófobo.

Hoy, como siempre, en la Argentina es muy fácil sentirse alguien, sentir que uno es algo más que un pelafustán asustado que vive en un país que es de otros. Basta con hablar pestes de los “bolitas” o de los “paraguas” para sentir que uno es dueño de la patria, ya que nos la vienen a robar. Sartre, en Reflexiones sobre la cuestión judía, afirmaba que cuando el antisemita dice que el judío “le roba Francia” siente que Francia es suya, que le pertenece. No hay modo más directo y simple para el antisemita francés que decir que el judío le está robando el país para, de inmediato, sentirse dueño de ese país, dueño de Francia, para sentirse encarnación de la patria, casi un símbolo de pureza y de poder. Pobre tipo. Pobres, también, todos los tipos que hoy, aquí, en la Argentina, andan cacareando contra los extranjeros. Sienten, de pronto, algo que hace mucho no sentían: que tienen una patria, un país que les pertenece. Que tienen un ser. Que valen algo. Que valen, al menos, más que los inmigrantes. Que son argentinos y que la Argentina es de ellos, ya que son los otros quienes se la vienen a robar.

Qué fácil les resulta reinventar la patria, reencontrarse con el orgullo, con cierto linaje. Qué fácil les resulta no sentir que son poco, infinitamente poco, sólo un número de una estadística que no conocen, que manejan otros. De pronto, son, otra vez, como en el Mundial, como en Malvinas, ¡argentinos! La patria los convoca. Nos están invadiendo. De todos los rincones de la América oscura y pobre vienen a quitarnos lo nuestro. Son ellos: son esos mestizos zarrapastrosos, ajados, descosidos, que se acumulan en nuestras oficinas de migración, o que abultan las villas miseria. Están llenos de codicia y de furia delictiva. Porque a alguna de esas dos cosas es que vienen: o a robarnos nuestros trabajos o a robarnos nuestro dinero. Si trabajan, le están quitando ese lugar a un compatriota (a uno de los nuestros) que lo necesita. Si roban, si delinquen, nos están agrediendo. Que nos asalte un compatriota vaya y pase; es, al cabo, una contingencia nacional, una cuestión de la patria que ya solucionaremos entre todos. Pero que nos asalte un extranjero es intolerable. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a agredir a uno de los nuestros, a uno de los dueños de la patria, a un argentino? Duro con él.

La xenofobia surge de creer que la patria nos pertenece sólo a nosotros y que el otro (el extranjero que quiere integrarse a ella) será siempre un sospechoso. Simplemente porque no nació aquí. Lleva la condena eterna en la sangre y en el alma: jamás será un argentino, jamás podrá amar la patria como nosotros la amamos. De aquí, en consecuencia, que será el primero en agredirla. En agredirnos. La xenofobia es una actitud humana cruel y abyecta. Siempre habrá xenófobos, es una de las más bajas pasiones de la condición humana. En la abundancia dirán que vienen a “disfrutar de lo nuestro”. En la escasez dirán que vienen a robárnoslo.

Hoy, entonces, pasado, por el momento, el vendaval del campo (que huele distinto del de la villa y la delincuencia) ha retornado el tema de la seguridad. Se lo deposita en el Otro inmigratorio. Pero también en el Otro nacional villero, porque la villa es el espacio de la delincuencia, el lugar desde el que se sale para sorprender a los ciudadanos honestos. Es así: así en todas partes. La derecha reacciona como sabe, como siempre lo hace: no da trabajo, reprime. La única arma contra la inseguridad es el trabajo, el salario digno. Pero el neoliberalismo, por su propia dinámica, crea una sociedad de ricos muy ricos y de pobres muy pobres. Los primeros piden al Estado que los proteja de los segundos, reprimiéndolos. En sociedades donde no hay trabajo para todos nunca habrá seguridad. Esto se sabe, pero no se puede hacer. Salvo que cambien el sistema. Algo que aún menos se puede hacer porque nadie querrá hacerlo. Seguirá todo así, en la virtualidad de la explosión social, de la invasión de los nuevos bárbaros, de la ira y del fuego. ¿Cuántos autos quemará la próxima invasión musulmana a París? Hitler ordenó incendiar esa bella ciudad. Hay una película muy célebre con ese nombre, basado en una pregunta que el mismísimo Führer habría hecho: ¿Arde París?. No ardió. Un sensible general alemán desobedeció la orden. Pero, ¿arderá París?

Apoyo virtual a la unión civil.- Nioe Víquez Moreno

Apoyo el Proyecto de Uniones de Hecho

Nioe Víquez Moreno
Ced 1 1009 0491