martes, 22 de julio de 2008

No estamos inventado ningún nuevo derecho. Carlos Hernández

Es risible como algunas personas y sectores de la sociedad costarricense se oponen al proyecto de unión civil entre personas del mismo sexo.
Argumentan que se crearán nuevos tipos de familia, que se promoverá la poligamia, que los niños y los adolescentes se confundirán. Desde cualquier punto de vista, el que dos personas adultas convivan juntas no afecta en absolutamente nada al resto de la sociedad. Todo lo contrario, se protegerán las parejas ya existentes y se crearán nuevos caminos para que las personas con orientación homosexual puedan ser felices y válidas ante la sociedad y ante la ley. Si las personas que se oponen estuvieran realmente tan preocupadas por la familia (y no por imponer sus prejuicios y creencias religiosas sobre los demás), las mil doscientas firmas recolectadas estarían en contra del divorcio (la disolución del idealizado matrimonio heterosexual) y no del proyecto.
¿En qué le afecta a la sociedad saber que dos personas del mismo sexo puedan unirse para compartir sus bienes, su seguridad social, su herencia? En fin, ¿qué es lo erróneo en que dos personas, sean del sexo que sean, se amen y quieran vivir juntos? ¿No dos seres humanos? Prueba de todo esto es que ya son seis los países que aprueban el matrimonio entre personas del mismo sexo, en conjunto con dos estados norteamericanos.
Estamos hablando de los países de mayor desarrollo humano y reconocedores de los derechos humanos, grupo al cual Costa Rica se jacta de pertenecer. Ya hay muchos más que reconocen de una u otra forma este tipo de uniones (incluyendo territorios en México, en Argentina y en Brasil, en Colombia y a nivel nacional la unión civil en Uruguay, aprobada recientemente). Mediante el proyecto de ley 16390 solamente se pide que se reconozca modestamente lo que le corresponde al colectivo homosexual: su derecho a amar y que este amor sea reconocido a nivel legal. No estamos inventando ningún nuevo derecho. Ni siquiera se está hablando de la adopción (dicho sea de paso, juzgada también por prejuicios irracionales). Todo lo contrario, se trata de proteger las parejas que ya existen y de crear más opciones para una población que históricamente ha sido discriminada.Sí, señoras y señores, es cierto. Ya hay parejas de hombres o de mujeres conviviendo en nuestro país, las cuales pueden sufrir discriminación a nivel legal. Son personas iguales que usted, con deseos de superación y de bienestar. Son sus vecinos, sus compañeros de estudio y de trabajo, sus amigos, y aunque no lo quieran reconocer, son sus familiares. Si se cree que los beneficios pedidos se pueden reconocer mediante testamentos o contratos legales se está hablando de una clara y absoluta discriminación, ya que una pareja heterosexual puede disfrutar de figuras legales que les otorga beneficios y protecciones, muchos más que los que se podrían conseguir por otros medios legales. Una pareja de dos hombres o de dos mujeres es invisible ante la ley, y aquí no valen los argumentos de reproducción o de roles de género. Es cuestión de derechos humanos.A don Guyón, doña Alexandra Loría, don Pedro Beirute, Iglesias Cristianas, Iglesia Católica, Opus Dei, y todo aquel que se oponga, mi mensaje: continúen con su misión. Mientras más comentarios insensatos y razones vacías expongan, más nos aclararán el camino. Continúen mandando telegramas a la Comisión de Derechos Humanos, recolectando firmas en contra del proyecto. Poco a poco demuestran su homofobia infundada, su culpa interiorizada y su ensañamiento para imponer los roles de género y la desigualdad en Costa Rica. Esto nos da cada vez más fuerzas para seguir adelante. Nosotros ya ganamos, sea ahora o después, pues estamos amparados por la lógica y por la ética. Es solamente cuestión de tiempo.
Carlos Hernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos excelente comentario, que lastima que comentarios como este no se puedan pubicar como lo que esta haciendo la iglesia evangelica. tus palabras son todas verdades.

Carlos Soto