domingo, 14 de marzo de 2010

Sexo: las cosas más inusuales

El lado extraño del sexo
Por Miren Ayesa
Vitoria-Gasteiz, País Vasco.

Mi tío siempre dice: “En la vida tiene que haber de todo, y si no, ¿por qué estoy yo aquí?”. Que se lo diga a Edward Smith, un hombre al que le atraen, sexualmente hablando, los carros.

El año pasado la cadena británica Chanel Five realizó un documental –que por cierto, se puede ver en youtube— que cuenta la historia de este señor que posee una parafilia bastante extraña llamada Mecafilia, que quiere decir atracción por las máquinas.

Las parafilias son patrones de comportamientos sexuales en los que las fuentes predominantes de placer no están en la cópula, sino en alguna otra actividad. Desde el punto de vista clínico se refiere a la excitación sexual con respuesta a objetos concretos o situaciones específicas.

El problema de las parafilias proviene de la dificultad que tienen algunas personas para excitarse sin tener que recurrir a ciertas prácticas concretas.

Muchas de ellas no tienen relevancia desde el punto de vista clínico y en ocasiones se pueden confundir con variantes sexuales que pueden llevarse acabo en algunas ocasiones pero que no suponen los problemas que sufren las personas parafílicas.

Para todos los gustos

Las hay de todo tipo, desde prácticas bastante habituales como el voyeurismo, excitarse por mirar a otras personas practicando sexo, o el dooging del cual ya hablé hace unas semanas, hasta las más extrañas como la de el señor Smith o la de otra señora llamada Eija Riitta Berliner-Mauer.

Esta mujer se casó con el Muro de Berlín en 1979, por eso lleva el apellido de su “marido” Berliner-Mauer, después de habérsele diagnosticado una patología que hace que se sienta atraída por los objetos. Ella prefiere pensar que los objetos son cosas vivas y que su vínculo con el muro “es tanto sentimental como sexual”.

Los comportamientos considerados parafílicos dependen de las creencias o moralidad imperante en un momento y lugar determinado. Algunas prácticas sexuales como la masturbación o el sexo anal fueron consideradas parafilias hasta el siglo XX.

Así, se cree que han existido desde siempre y que van surgiendo a medida que se crean nuevas cosas. Es decir, hasta que no existió el teléfono no existió la escatología telefónica, que consiste en realizar llamadas obscenas, o hasta que no se realizaron las primeras muñecas o robots con aspecto humano no apareció el androidismo.

Según el Centro de Sexología de Sabadell, Barcelona, desde una perspectiva antropológica, “las parafilias suelen darse sobre todo en las sociedades grandes y complejas”.

Los y las psicólogas suelen tomarse estas prácticas como algo inofensivas excepto cuando se convierten en algo peligroso para la personas que la practican y para las demás personas.

También se podría hablar de enfermedad cuando estas prácticas impiden el funcionamiento sexual “normal”, es decir, cuando la parafilia se convierte en algo obsesivo y la persona no puede satisfacer sus deseos sexuales sino es de una manera concreta.

Por lo general, muchas de las prácticas que han sido diagnosticadas no suelen ser practicadas por mucha gente, aunque existen varias productoras japonesas que se especializan en parafilias como la formicofilia, excitación sexual al desplazarse animalitos, como hormigas, pulpos o gusanos, sobre los genitales.

Otras parafilias un tanto extrañas son la acrofilia, personas que se excitan sólo con parejas muy altas; la actirastia, excitación sexual proveniente de la exposición a los rayos del sol; la choreofilia, excitación sexual al bailar; la dendrofilia, atracción sexual hacia los árboles y plantas que incluiría su uso como objetos sexuales o la elefilia, la excitación por los tejidos.

Y así un sin fin de prácticas, algunas inofensivas y otras que pueden llegar a ser ilegales y que pueden perjudicar no sólo a la persona que las practica si no que también a las demás personas, como pueden ser la pedofilia o la hebefilia, atracción sexual por menores.

Casi todo el mundo tiene un punto “parafílico”, en el sentido de que en algún momento de nuestra vida sexual nos ha podido gustar mirar, atarle a la cama a nuestro o nuestra compañera, pedirle que imite a un garrobo o cualquier otra práctica que en absoluto nos ha perjudicado.

El problema real viene cuando una práctica no deja que disfrutemos de otras o perjudica a otras personas. Ahí sí se está hablando de un caso clínico como el del señor Smith que solamente práctica sexo con carros, o la de la señora Berliner-Mauer, que tras la caída del muro y después de un largo luto ha encontrado el amor en una valla.

CONTRAPUNTO, El Salvador, 10 de marzo de 2010
http://www.contrapunto.com.sv/index.php?option=com_content&view=article&id=2396&Itemid=37

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