martes, 15 de junio de 2010

El carácter retrógrada del referendo del odio

Reflexiones a propósito de un referendo anunciado
Hugo Mora Poltronieri*

A finales del s. xix los gobernantes de este país se encontraban ante un dilema: seguían los dictados de su recta razón para resolver ciertas realidades sociales problemáticas o, como sus antecesores, se dejaban llevar por los dictados del poderoso estamento católico que decidía y actuaba como otro poder político paralelo. Pero estos gobernantes sí, estos sí sabían “amarrarse los pantalones” y darle al César –según la cita conocida- lo que le correspondía. Y así, unas tras otras, salieron las leyes que ponían a Costa Rica en el mapa de las naciones más a tono con la modernidad de la época: se instituyó el matrimonio como la institución civil que todos conocemos, al tiempo que se estableció algo tan necesario como el divorcio; se quitó a la Iglesia Católica (IC) la administración de los cementerios, con lo cual estos quedaron abiertos para todos, no solo para los católicos, indiferentemente de las circunstancias en que vivieron (extranjeros, herejes) o murieron (suicidas, sin confesión, etc.). Más aún: se le quitó a la IC el monopolio que tenía sobre la educación (dirigida a las clases pudientes) y se la declaró universal, obligatoria y gratuita, un paso fundamental para el desarrollo posterior de la vida democrática del país. Y, como colofón, hasta se expulsó al obispo, cansados como estaban los gobernantes de verlo entremeterse en asuntos que excedían lo meramente religioso.

Imaginemos por un momento que esas y otras medidas políticas de esos gobernantes liberales hubieran debido consultarse con el pueblo. Resultado: rechazo total de todas esas medidas. ¿Por qué? ¿Iban contra el pueblo? ¿Atentaban contra la estabilidad social? ¿Se perjudicaba a algún sector o minoría de los ciudadanos? No, en absoluto: la explicación más plausible es que toda esa masa popular, mayoritariamente analfabeta, imbuida de religión y ayuna de participación política, habría votado negativamente según las consignas vertidas en el púlpito y en los medios de comunicación controlados por la IC.

Ahora se vislumbra la posibilidad de un referendo para que la mayoría heterosexual de la población decida si la minoría gay y lesbiana (GL) tiene derecho a ejercer, ¡atención!, algunos y solo algunos de los derechos civiles que aquellos tienen, no por mérito propio, sino porque la lotería genética los asignó antes de nacer a la preferencia sexual políticamente “correcta”. Y lo más grave: altas autoridades del Estado no han sido omisas en hacernos saber de qué lado se sitúan desde ahora, lo mismo que sectores influyentes de los medios de comunicación, alineados con los altos jerarcas de la IC y pastores evangélicos fundamentalistas, confundidos todos estos religiosos en estrecha alianza “moralista” y ofreciéndose públicamente para recoger firmas en sus templos. ¿Recuerdan aquel decir campesino de “burro amarrado contra tigre suelto”?

De aquellas medidas, algunas tan combatidas por la IC como el divorcio y el matrimonio civil ¿cuántos costarricenses, sobre todo católicos, se han valido desde entonces para poder llevar una vida plena y feliz, solos o con otra pareja? Las cosas han cambiado tanto que hoy día nadie se siente avergonzado o privado de algún derecho por vivir en unión libre o por ser hijo “natural”, circunstancias que en otros tiempos equivalían a una especie de muerte civil imperdonable.

No al referendo de resultado previsto. Las sociedades evolucionan. Las leyes deben reflejar las nuevas realidades sociales. No hacerlo es promover la inestabilidad social y favorecer la discriminación en sus peores formas. Sacar a la luz a esta minoría GL, mediante ley, conducirá a la mayor integración social de un sector que es, por naturaleza, muy original y creativo, además de que con los derechos, vendrán también los deberes concomitantes con la vida más regular y ordenada asociada con la vida en pareja. Nadie en el colectivo GL tiene interés en el matrimonio, institución bastante deteriorada moralmente sobre todo en su modalidad católica. De lo que se trata es de asegurar algún género de institución legal que asigne el mínimo de derechos para parejas que han existido como tales desde que la humanidad es lo que es. Y hasta es posible que, ya con la ley en vigor, más de un heterosexual se asombre al comprobar cómo ese estereotipo del GL como un ser promiscuo, voluble, irresponsable, etc., ceda ante la realidad de infinidad de parejas GL que lo han sido por décadas, a pesar del rechazo social y de las persecuciones, privaciones y humillaciones sufridas de parte de parientes, maestros y empleadores homófobos, cuyas vidas de pareja posiblemente disten mucho del modelo moral que creen representar.

*Profesor ad honórem
Escuela de Filología, Lingüística y Literatura/Universidad de Costa Rica


San José, Costa Rica, 15-6-2010

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