miércoles, 15 de octubre de 2008

El "Partido Accesibilidad sin Exclusión" (PASE) cae en la trampa de sus propias exclusiones

El PASE: prejuicio y contradicción
Luis Paulino Vargas Solís

lpvargas@ice.co.cr

Me refiero al artículo titulado “El PASE, la exclusión y el matrimonio gay”, escrito por el Lic. Víctor Emilio Granados Calvo, Secretario General del Partido PASE (LA PRENSA LIBRE, 2-10-08).

El señor Granados se extiende con amplitud en relación con las distintas formas de discriminación de las que históricamente han sido víctimas las personas con capacidades físicas distintas a las de la mayoría. Al respecto, tan solo diré que es una lucha con la que me solidarizo plenamente, ya que la situación planteada es por completo injusta e inaceptable.

Advierto, sin embargo, que el señor Secretario del PASE muestra en cambio extremada ignorancia y prejuicio cuando se refiere a las personas homosexuales.

Empecemos por aclarar un malentendido básico. Dice Granados: “Una persona homosexual optó y asumió una preferencia”. Esto es simplemente falso. Tampoco las personas heterosexuales eligen ser heterosexuales. Simplemente son así. Dicho de otra forma: la homosexualidad -o la heterosexualidad- son parte consustancial de lo que una persona es. Y, desde luego, nadie debería ser maltratado por ser lo que es. Y, en particular, ninguna persona homosexual debería ser discriminada por tener esa orientación sexual, la cual es simplemente parte intrínseca de su forma de ser.

Hay que entender que la sexualidad humana es diversa. Y que esa diversidad se da naturalmente, como también naturalmente las personas difieren entre sí en tantos otros aspectos, desde el color de la piel hasta el tamaño de la nariz. Sin duda, sería por completo injusto –e incluso aberrado– creer que un rasgo hace de una persona un ser inferior a otra. En realidad, cada rasgo es simplemente otra variante dentro del riquísimo arco iris de lo humano.

Hay otros aspectos en que el señor Granados muestra ignorancia y prejuicio. Primero, afirma que los derechos humanos relacionados con la orientación sexual no están reconocidos. En realidad, múltiples pronunciamientos y acuerdos internacionales muy claramente dejan sentada una posición al respecto. En todo caso, nada resulta más discriminatorio que la afirmación –o la sola insinuación– de que una persona no es discriminada porque sus derechos no han sido reconocidos formalmente. En tal caso habría que decir: el no reconocimiento de derechos es, en sí mismo, una prueba fehaciente de la violencia de la discriminación que se vive. Y en caso de ser cierto –como afirma Granados apelando a la Sala Cuarta– que la Constitución no reconoce derechos a las personas homosexuales, ¿no sería esa la prueba más contundente de cuán fiera es la discriminación que sufre esta minoría en Costa Rica?

Encima de todo, el señor Granados confunde la invisibilización con la falta de discriminación. Afirma que no se conoce un solo caso de discriminación en el trabajo o el estudio o el acceso a un edificio, motivado por razones de orientación sexual. El primer problema, culto señor, es que el odio y el estigma son tan violentos que las personas homosexuales en la mayoría de los casos es ven obligadas a ocultar su condición de tales. Vea usted cuán injusto y violento: ¡ocultar lo que uno es como si de un criminal se tratara, siendo tan solo una persona como cualquiera otra! ¿Podría haber peor ignominia?

La persona homosexual sabe que, de no ocultar su condición y someterse al desgaste terrible de vivir una doble vida, será objeto de chismes sucios –en el mejor de los casos– o de hostigamiento directo, con mayor frecuencia aún. Y sabe, sin la menor duda, que su visibilización como persona homosexual le acarreará problemas incluso en su propio seno familiar, con mucho más razón en sus sitios de trabajo o estudio. Es del caso que, siendo tanto el odio y tan aguda la persecución, la mayoría de las veces ni siquiera se denuncia el maltrato, ya que, de todas formas, se sabe que ello dará lugar a más habladurías y hostigamiento además de que, con mucha certeza, su caso jamás será considerado de forma justa y equitativa, sino que será resuelto a través del cristal distorsionado del prejuicio y la homofobia.

Aclaremos un último detalle. El proyecto de ley de unión civil busca el reconocimiento, a favor de parejas del mismo sexo, de algunos derechos muy básicos, tanto patrimoniales como de otro tipo. Pero esto no resuelve, ni de lejos, el problema de discriminación contra las personas homosexuales. Su aprobación no impedirá la violencia y maltrato que se sufren cotidianamente. Esto último requiere amplios cambios culturales. Implica construir una sociedad mucho más respetuosa, justa y democrática. Pero la aprobación de esta ley daría una buena y muy positiva señal: la de que sí existe voluntad para avanzar en el proceso de construcción de esa sociedad inclusiva. Inclusiva también a favor de las personas discapacitadas como de las homosexuales.

LA PRENSA LIBRE, 15 de octubre de 2008

1 comentario:

ejloria.cr dijo...

Mala memoria del señor Granados... recuerde en los 90s cuando la UIA expulso de sus aulas a todos los que fueran o parecieran homosexuales.