viernes, 17 de octubre de 2008

Extravagancias homofóbicas

Helio Gallardo
Catedrático UCR



La posibilidad de que en Costa Rica las parejas homosexuales alcancen una legislación (unión civil) que resguarde jurídicamente su vínculo sentimental y humano, en tanto ciuda-danos, ha precipitado una reacción ultraconservadora propia de un país en el cual la gente común no es hipócrita ni beatona, pero en el que sí lo son algunas de sus autodeclaradas conducciones 'culturales'. Incluye, desde luego, aparatos clericales que se dicen 'cristianos'. El punto ni es raro ni debería causar admiración.

Algunos 'argumentos' homofóbicos, sin embargo, causan, además de sonrojo ajeno, un amago de hilaridad. Un señor de apellidos González De Haro (escritor, dice él), por ejem-plo, señala que "por definición, homofobia es odio al hombre, y por extensión, fobia a la raza humana" (LN, 19/09/08). En el fondo lleva razón: los homofóbicos pueden obsesiva-mente llegar a odiar la diversidad propia de la especie humana, pero nuestro escritor con-funde la raíz griega "ómo" (homo), que remite a "igual" o semejante, como en homogéneo y homosexual, con el referente latino "homo", hominis (hombre) que designa a la especie. Por supuesto, la ignorancia no impide a nadie odiar, conspirar o discriminar.

Ge de Hache no está solo. Grotesca, la jerarquía católica juzga al homosexual como un enfermo (aberración, escriben) y admite en sus templos solo a homosexuales que no practi-can (o sea, que no lo son). La homosexualidad es una opción tan natural como la hetero-sexualidad en la especie humana, solo que de minoría. La idea de que los homosexuales son aberrados lleva a Ge de Hache a denunciar que si se legaliza la unión civil entre personas de igual (omo) sexo "Niños y niñas (…) podrán jugar con penes y vaginas, y prestarse como juguete/objeto a todo tipo de perversión de adultos enfermos, quienes tendrán la ley de su lado". Fijar a los homosexuales como enfermos facilita asociarlos con degenerados y criminales. Este imaginario es nutrido por deseos de encierro y muerte para homosexuales, mujeres y varones.

En Costa Rica la práctica homosexual no es delito (como sí lo es en Jamaica, Guyana y Trinidad Tobago). Al no ser delito, se sigue que los ciudadanos homosexuales pueden aspi-rar a la igualdad jurídica, tal como los ciudadanos heterosexuales. No ser sujetos de esa igualdad los haría objeto de discriminación. Se violarían sus derechos humanos.

Por eso llama la atención que funcionarios del Tribunal Supremo de Elecciones avalen que un referéndum resuelva si los homosexuales pueden legalizar su unión. Opción sexual e institucionalización legal de ella son asuntos personales e íntimos que no se pueden resolver (aprobar ni proscribir) por el voto de una mayoría heterosexual circunstancial.

Si este referéndum se aprueba y materializa, Costa Rica verá aumentar el número de turis-tas. En efecto, vendrán gentes de todas las galaxias para ver las fachas de una población que resuelve en el siglo XXI, mediante voto vinculante, la existencia íntima de una minoría legí-tima aunque culturalmente discriminada.

SEMANARIO UNIVERSIDAD, 15 al 21 de octubre

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