martes, 16 de febrero de 2010

Política y religión en Costa Rica: sepulcros blanqueados

La hostia en el bolsillo
Javier Solís*

El hecho religioso es de tal raigambre en la conciencia humana, que no da tregua al proceso de la sociedad. Uno a veces cree que se reduce a sectores atrasados. Pero no, permea toda la pirámide social y se manifiesta en forma casi mágica, dejando efectos inesperados para todos. Eso sucedió en el pasado proceso electoral de Costa Rica, aunque el más determinante surja del tribunal constitucional.

Dentro de la contundente derrota de las fuerzas dispersas antineoliberales hay que contar con la elección de dos diputados pastores evangélicos, sin proyecto político ni posición de principios. Simples constructores de la iglesia de la prosperidad. Mercadean bendiciones divinas por dinero, como en tiempos de Lutero lo hacía el Papa mediante las indulgencias. ¡Y qué mejor instrumento para conseguir dinero, fama y poder que una diputación! Su patria es su secta pseudocristiana y su enriquecimiento personal. A su par actual lo sobornó el régimen de los hermanos Arias con noventa millones de colones. Doble derrota para los buscadores de justicia: política y religiosa. No lejos está otro partido que sacó cuatro diputados apelando a la conmiseración, pero sin tener la menor idea de lo que es legislar o gobernar. Todos ellos juntos representan el mundo de la magia.

Pero lo más folklórico del día de las elecciones fue el incidente de la hostia consagrada, morbosamente explotado por la prensa de los escándalos y de los crímenes. Los sacerdotes no sospechan los niveles de ignorancia de lo más elemental del catecismo de la primera comunión que tiene la clase adinerada y vestida de marca. ¡Ni hablar de conciencia religiosa, de adhesión al mensaje de Jesús o de pertenencia a una comunidad creyente! Todo eso es pura metafísica para esos “devotos”. Estamos ante la magia monda y lironda. La superstición de los amuletos, de las medallitas y las estampitas o las calcomanías que se pegan en los parachoques y parabrisas de los carros de lujo. ¡Pero qué país tan católico!

Dentro del colorido folklor apareció el señor Arzobispo de San José no desglosando el escondido misterio de la Eucaristía, sino citando un artículo del Código de Derecho Canónico. Es decir, que lo importante del incidente era político, jurídico. No de fe, de anuncio del Evangelio a políticos paganizados; sino de tipificación de un delito jurídico-eclesiástico capaz de suscitar un conflicto con el poder. Políticos paganizados, ateos o cínicos, -¡vaya usted a saber!- pero que fingen ser religiosos con la pretensión de engañar a los jerarcas y al pueblo.

De todos modos la profanación del misterio de la Eucaristía estaba ya implícita en la convocatoria a una misa para los candidatos presidenciales el día de las elecciones. Ya era un acto prostituido. No era un reunirse para conmemorar la muerte y resurrección de Jesús y compartir el pan y el vino. Era un acto político para reafirmar que la Iglesia, es decir, sus jerarcas, son interlocutores “naturales” del poder, recaiga éste en cualquiera de los candidatos. Misas a la medida de los consumidores, en este caso los candidatos. Muchas parroquias hoy más semejan supermercados de sacramentos, de primeras comuniones, de matrimonios o funerales, según tarifa, que un foco de comunidad de fe. Ferias promocionales de ritos, sin fe ni compromiso de fraternidad alguno.

La promoción de bendiciones se prolongó con la visita de la señora Presidenta Electa a la Basílica de los Ángeles. No fue un acto de devoción, en el silencio y el aislamiento, como lo requiere la tradición bíblica. Fue un espectáculo. Fue un “chou” como lo dice la jerga del vulgo. Fue como casi siempre en las bodas, donde las cámaras y los focos son más importantes que los novios y que el sacerdote. En la Basílica hubo mucho revoloteo de sotanas cortesanas rojas y negras. A la señora Presidenta Electa la instalaron en la cátedra desde donde se proclama la Palabra de Dios. Una especie de coronación o unción divina, aunque, claro, republicana. Los clérigos jugaban a pajes de corte, cuando los dejaban las cámaras de televisión. No hubo miserias en servilismo, obsecuencia y adulación. En honor a la verdad, hay que reconocer que contrastaba la sobriedad la Señora con el barroquismo de las vestimentas clericales.

Los clérigos estaban a la altura del mito de la imagen de la Virgen de los Ángeles. La pequeña estatua de una mujer gorda, indígena y sin belleza física ha sido escondida bajo resplandores, coronas y un manto de oro engarzado de piedras preciosas. Una fortuna. A tal punto que han tenido que protegerla bajo vidrios blindados y un sistema de alarma contra robos. No es la escultura rústica y símbolo religioso lo que necesita protección. Es la riqueza y la ostentación en que la han envuelto.

Y aún así, los sacerdotes y los periodistas del morbo la llaman “la Negrita”. ¿Será porque era una mulata esclava de los colonizadores que ellos vistieron de joyas para desviar la devoción popular y asimilarla al poder? ¿No eran esclavos los de la Puebla de los Pardos? ¿O será porque el diminutivo descalificador se quiere burlar de sus joyas? ¿La mona que se viste de seda no se queda siempre mona? ¿No se puede venerar con aspecto primito y en su valor de reconocimiento de los indios? Y sobre todo su condición de mujer. ¿No era la ocasión de la visita devota de la Presidenta Electa el momento de recordar esa condición de mujer popular, de mujer sometida, de madre soltera, de madre adolescente, de esposa trabajadora que no sabe con quién dejar los hijos, de mujer sin trabajo, de mujer subpagada? Vestida de oro y piedras precisas es muy difícil que se vea en esa proyección. Y, además, administrada por curas machistas, patriarcales (aunque se pongan faldas), que tienen que ocultar su vida sexual, que no tienen derecho a tener una compañera. ¡Ni hablar!

¿Qué mensaje de fe religiosa pueden transmitir los vidrios blindados, el oro y las joyas? ¿Será una opción preferencial por la señoras enjoyadas y sus maridos o amantes de abultadas chequeras? ¿No era la hora de decírselo a la Señora Presidenta?

El tercer hecho religioso-político en ese período electoral es la sentencia de la Sala Constitucional que declara nula la competencia exclusiva y excluyente que le atribuye un reglamente del MEP a los obispos católicos para nombrar profesores de religión en escuelas y colegios públicos. Es un golpe mortal a la institución del estado confesional. Lo comentaré otro día.

Por hoy concluyamos que por lo comentado hasta aquí uno no se explica para qué han servido esas clases obligatorias de religión. ¿Por dónde andará el Soplo Santo de Jesús?

* http://www.provocaciones.cr/

NUESTRO PAÍS, Costa Rica, 16 de febrero de 2010
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=19458

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