Feminismo y legitimidad democrática
CELIA AMORÓS
Ensayo. Tenemos en España en la actualidad una democracia paritaria. Eso no se improvisa. Ha requerido un esfuerzo de muchos años, que se remonta al último tramo del franquismo. Durante el régimen del dictador se "liberó" a "la mujer casada del taller y de la fábrica"; la "democracia orgánica" le negó cualquier tipo de representación sometiéndola a un régimen de cobertura jurídica: no podía, por ejemplo, viajar ni adquirir ni enajenar bienes sin el permiso del marido. El adulterio femenino -no así el masculino- estaba penalizado con la cárcel, el divorcio no existía y tampoco se permitía el uso de anticonceptivos. La Sección Femenina de Falange troqueló una feminidad normativa en la línea de los fascismos: una mujer impuesta en las tareas domésticas, sometida al marido como su complemento y madre de una familia numerosa.
Desde este punto de partida, las mujeres feministas se encontraron frente a una tarea ingente. Era importante recuperar la memoria histórica y tender sobre el río tenebroso del franquismo puentes que les llevaran a conectar con sus raíces, pues la genealogía legitima y "empodera": así, se reconstruyó la historia del logro del sufragio femenino en la Segunda República por parte de Clara Campoamor. Y al mismo tiempo que se reclamaban cambios legales irrenunciables en el orden de los "derechos formales", se produjo la recepción en España de la llamada Segunda Ola del feminismo de los setenta, en la estela de mayo del 68 y del freudomarxismo (Wilhem Reich, Marcuse). En este contexto cobra importancia la liberación sexual y la autonomía personal -bajo el lema "lo personal es político"-, trabajadas laboriosamente a través de "grupos de concienciación" donde las mujeres ponían en común sus experiencias dando el paso de la anécdota a la categoría. La categoría se concretó en el concepto de patriarcado (Kate Millet) con sus múltiples implicaciones.
Los movimientos feministas en el Estado español surgieron en el espectro de la izquierda y mantuvieron con los partidos una relación compleja. Fueron celosos de su autonomía y de la sustantividad de sus vindicaciones: en el ámbito de la sexualidad, la despenalización del adulterio, el divorcio, el acceso a los anticonceptivos y el aborto; en el laboral "a trabajo igual, salario igual", y en el educativo la coeducación, entre otras. Se negaban a condicionar su lista vindicativa a las prioridades de los partidos. En estas condiciones, las opciones fueron, bien constituirse en grupos de presión organizados dentro de los partidos (éste fue el caso del Movimiento Democrático de mujeres, vinculado al Partido Comunista), bien mantener una doble militancia, como el Frente de Liberación de la Mujer, o bien constituirse autónomamente al margen de ellos, como lo hicieron el Seminario Colectivo feminista y el Partido Feminista de Lidia Falcón.
A su vez, los partidos de izquierda vieron aparecer los grupos feministas bajo el signo de la perplejidad y de la ambivalencia. Sus reivindicaciones se les antojaban particularistas si no facciosas: perdían de vista los objetivos generales. Sin embargo, les vino muy bien poder divorciarse, acceder a los anticonceptivos y beneficiarse de una democracia moderna homologable con las europeas, pues la situación de las mujeres es un parámetro de modernización.
Por su parte, Pamela Radcliff estima que el estilo de la militancia feminista chocaba con el de la cultura política de la transición, presidido por la moderación y el consenso, mientras que las vindicaciones de las féminas eran percibidas como estridentes e innegociables.
Mónica Threlfall, historiadora del periodo, se queja de la ausencia de cualquier referencia a las luchas de las mujeres en las obras sobre esta etapa; afirma, entre otras autoras, que la incorporación al relato de la transición de las actuaciones feministas implicaría cambios relevantes en cuanto a la caracterización de la naturaleza misma del proceso: sin la aportación de la militancia feminista la democracia española hubiera sido otra, pues los logros igualitarios feministas son un test de legitimidad democrática. -
EL PAÍS, España, 15 de Agosto de 2009
http://www.elpais.com/articulo/ensayo/Feminismo/legitimidad/democratica/elpepusoc/20090815elpbabens_2/Tes
martes, 18 de agosto de 2009
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