viernes, 11 de septiembre de 2009

Estado confesional y doble moral

¿Conviene a Costa Rica tener religión oficial?
Juan Stam
Teólogo evangélico

Uno de los cristianos más preclaros del siglo XIX, el danés Sören Kierkegaard, vivía en un país confesional. ¡Toda Dinamarca era Luterana! Pero Kierkegaard percibió, con ojo profético, que no por eso Dinamarca era más cristiana sino que era menos cristiana. Kierkegaard se imaginó el caso de un danés, excéntrico y medio chiflado, que se le ocurrió preguntar si él era realmente cristiano. Con eso, todo el mundo creía que estaba trastornado. Su esposa le contestó, "Pero mi amor, vos sos danés, nacido en Copenhague, y además sos funcionario del estado y llevás corbata y sombrero. ¡Por supuesto sos cristiano!" Kierkegaard entendió que la religión oficial no fomentaba un auténtico cristianismo, de fe genuina, sino una cristiandad meramente formal y superficial.

De igual manera hoy, el rango constitucional de una sola confesión cristiana, con todo el respeto que merece esa confesión, no favorece la auténtica espiritualidad ni de esa iglesia, ni mucho menos del país en general. Nutre una fe aparente, con la falacia de que unos cuántos políticos o un documento pudieran involucrar a Dios en la vida de nuestro pueblo. Eso se realiza sólo por el mover del Espíritu de Dios en las personas y la comunidad, llevándonos a "buscar el reino de Dios y su justicia" en vez del oportunismo y la corrupción que caracterizan las sociedades y los gobiernos de hoy. Eso sólo se pone peor con declararle cristiano al país o anunciar que Jesucristo es el Señor de nuestro gobierno. Mejor sería que confesáramos que en verdad estamos lejos de ser un país cristiano, en ningún sentido, pero que imploramos a Dios ayudarnos a comenzar a vivir, en nuestra vida cívica, un poco más de una fe real. ¿Qué vale que el país sea católico, si no es cristiano?

Sorprende especialmente ver que cristianos evangélicos se oponen al concepto del estado laico, cuando la separación de iglesia y estado (aunque no de fe y política) es una doctrina clásica del protestantismo. La palabra "laica" tiene amplia base bíblica y teológica y debe aceptarse sin reparos. La palabra "secular", que no aparece en la enmienda propuesta, significa básicamente "liberado de la autoridad eclesiástica". En el siglo XVI, durante la Reforma protestante, las propiedades de la iglesia católica fueron "secularizadas". Hoy día, cuando un sacerdote deja la sotana, vuelve al "estado seglar". No son lo mismo secular, secularización, secularidad y secularismo. No debemos permitir que nos asusten con la palabra "secular". De todos modos, el rango constitucional de la Iglesia Católica no constituye ninguna respuesta eficaz a los desafíos del secularismo moderno.

Con el juramento en nombre de Dios, pasa una cosa sorprendente: ¡Jesucristo lo denuncia! En el Sermón de la Montaña Jesús prohíbe jurar ni aun por eufemismos que equivalen al sagrado nombre (San Mateo 5:34-25; Santiago 5:12). El problema no es "sacar el nombre de Dios"; el problema es haberlo metido donde no debía estar. En la fe judía, el Nombre divino era tan sagrado que se prohibía pronunciarlo o hasta escribirlo completo. Para Jesús, jurar en nombre de Dios era tomar en vano su nombre, como sin duda se hace mucho, especialmente entre políticos que han jurado por Dios pero hacen lo contrario. A menudo cuando alguien está mintiendo va a decir, "juro por Dios" o "Dios es mi testigo", confirmando así que está mintiendo. Por esas ligeras exclamaciones sabemos más bien que nos está engañando. Es mejor no meter a Dios en nuestras mentiras.

En estos días un sacerdote hondureño, de nombre Andrés Tamayo, ha estado predicando contra los que se creen dueños de Dios, que piensan que tienen a Dios a su disposición, como en su bolsillo. Ha señalado, muy acertadamente, que cuando hacemos eso, no estamos hablando del verdadero Dios sino de un dios falso, un ídolo. ¿Es posible encerrar al Dios verdadero en unos cuantos renglones de un documento político o en un juramento formal que después se va a irrespetar? Flaco favor le hacemos a Dios con eso. El Dios de las escrituras busca a los que le adoren en espíritu y en verdad, no en fórmulas huecas y rituales insinceros.

San José, Costa Rica
11 de septiembre de 2009

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