Que Dios habite en nuestro corazón, no en nuestra Constitución
Melvin Jiménez Marín*
Preocupadas y preocupados por el clima de intolerancia y de fanatismo con que se está ventilando el debate nacional sobre el proyecto de ley presentado por un grupo de respetables diputadas y diputados para promover el Estado Secular y modificar el Juramento Constitucional, manifestamos lo siguiente:
Primero: La Iglesia de Cristo no está llamada a defender privilegios, sino a ser en este mundo señal del Reino de Dios. No somos del mundo, pero vivimos en el mundo. Dios nos garantiza la Vida Eterna, por medio de la fe en Jesucristo, pero nos llama a aportar a la transformación de este mundo en que vivimos.
Segundo: La Iglesia no son los templos, ni las posesiones, ni los privilegios de determinadas estructuras eclesiásticas. La Iglesia somos la comunidad de los y las creyentes, que buscamos crear puentes de comunión, de justicia, de amor, entre las personas y hacia la Naturaleza. Con eso respondemos al llamado que Dios nos hace a todas y a todos.
Tercero: Somos Templos del Espíritu Santo. Dios no vive en ningún libro, por más sagrado que sea, ni en la Constitución Política, ni en el Juramento Constitucional. Dios vive en el corazón de las personas, de las que practican alguna religión y de quienes no practican ninguna. Cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios, actuamos con amor hacia nuestro prójimo y hacia la Naturaleza. Cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios, actuamos con integridad, con base en la verdad y no en el engaño ni en la mentira.
Cuarto: No hace falta que las personas funcionarias del Estado, Presidentes, Diputados/as, Magistrados/as y otros/as juren en nombre de Dios. Si son personas íntegras y honestas, sean creyentes o no, cumplirán con sus funciones y atenderán al Bien Común –esa es la verdadera Política- con total probidad, sin necesidad de jurar en nombre de Dios. Si no son personas íntegras ni honestas, sean creyentes o no, no cumplirán y habrán jurado el nombre de Dios en vano, pero al obligarlas a jurar en ese Nombre, estamos contribuyendo a que se menosprecie el Nombre que está sobre todo nombre.
Quinto: Jesús, el único Maestro y Señor de la Iglesia, nos dice en su Palabra: “!No juren! No juren por el Cielo, porque es el Trono de Dios, ni por la tierra, que es la tarima de sus pies… Digan Sí cuando es Sí y digan No, cuando es No. Lo demás, viene del Maligno.” (Evangelio según San Mateo 5:34-35;37)
Para ser fiel a este mandato del Señor, y no a tradiciones humanas heredadas del Imperio Romano, la Iglesia Luterana Costarricense considera que el Juramento Constitucional no debe hacer mención a Dios, pues es abrir campo al irrespeto y al uso del nombre de Dios en vano.
Por otra parte, el funcionario o funcionaria pública que es investido/a en su cargo mediante Juramento, no lo hace en su condición de creyente, sino en su condición de ciudadana o ciudadano. Si el Estado quiere que presente Juramento, que lo haga atendiendo a razones de Estado y de Ciudadanía, no de Religión.
Sexto: Dios es más grande que cualquier documento. Pensar que quitar la palabra “Dios” del Juramento Constitucional es “eliminar a Dios”, ofende la inteligencia humana y ofende también la grandeza de nuestro Dios. Quien es más grande que el Cielo y que la Tierra, no está preso en ningún templo, ni en ningún papel.
Sétimo: El Estado es una estructura mediante la cual se organizan Poderes y Funciones, al servicio del Bien Común. Muchas veces, ese Bien Común se deja de lado y el Poder y las funciones se utilizan para beneficiar, por lo general, a los grupos económicamente más poderosos. Históricamente, los grupos de Poder han utilizado a la Religión y a los eclesiásticos, para engañar y adormecer la justa lucha de los pueblos. Una de esas formas de utilización fue la de que el Estado asumiera una “religión oficial”. Pero los Estados no son personas, y la decisión de tener Religión es una decisión personal, pues es un asunto de conciencia, y los Estados no tienen conciencia. Los “Estados con Religión oficial” son, en la mayoría de los casos, cosas del pasado, y ese contubernio político religioso debe desaparecer, aquí en Costa Rica donde la Religión Católica Romana es la oficial, pero también en los pocos países “oficialmente” luteranos que todavía quedan.
Octavo: Jesús dijo “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. De Dios es “la Viña del Señor”, es decir, el Pueblo de Dios. Ahí es donde debe estar la Iglesia: al lado del pueblo, de las comunidades, animando, acompañando, consolando y resistiendo a los planes y proyectos de los poderosos que apuestan por un modelo económico que hace que cada día la mayoría de las personas sea más pobre, y quienes nos gobiernan y los dueños del capital, cada vez más ricos.
La Iglesia de Cristo debe ser libre para denunciar, libre para resistir, libre para oponerse a los poderes de este mundo, cuando estos no promueven el bienestar de las mayorías, libre para anunciar, como Jesús, la Buena Noticia a los Pobres, la liberación a los oprimidos y el consuelo a los afligidos. Para gozar de esa libertad, la Iglesia no debe ser Iglesia oficial del Estado ni entrar en negocios y componendas políticas ni económicas con los poderes estatales.
Por todo lo anterior, como Comunidad de Fe que quiere ser fiel a su Señor, apoyamos el proyecto de ley que promueve la secularización del Estado Costarricense: debe haber libertad plena de culto e igualdad de trato (no de privilegios) para todas las Religiones y ninguna debe de ser religión oficial.
No nos oponemos a una colaboración recíproca entre las Iglesias y el Estado, alrededor de programas y acciones de defensa y promoción de los derechos humanos, sociales, económicos y culturales y en la construcción de valores como el amor a la justicia, la tolerancia, la fraternidad/sororidad. Pero esa colaboración debe darse desde una clara separación Iglesia- Estado, por el bien de ambas Instituciones, y sobre todo para que se mantenga la libertad evangélica de las Iglesias, frente a los poderes económicos, políticos e ideológicos que dominan las estructuras del Estado.
Hacemos un llamado fraterno y sororial a las autoridades de las demás Iglesias cristianas, al Pueblo de Dios en general, a las autoridades del Estado y a los medios de comunicación, para que orientemos este necesario debate en un marco de respeto, pluralidad, racionalidad y prudencia.
Hacemos un respetuoso llamado en especial a las iglesias hermanas, para que volvamos al Espíritu del Evangelio y aceptemos ser despojados de privilegios y de tratos preferenciales, para recuperar así la libertad evangélica y poder ejercer, con esa plena libertad, la vocación profética a la que estamos llamadas y llamados, como Iglesias y como personas.
(*) Del Obispo Melvin Jiménez Marín y del Cuerpo Pastoral de la Iglesia Luterana Costarricense
NUESTRO PAÍS, Costa Rica, 18 de Septiembre de 2009
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=13137
lunes, 21 de septiembre de 2009
Obispo luterano de Costa Rica: sobre el Estado laico
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1 comentario:
Un pronunciamiento que toda iglesia cristiana puede suscribir. Del "Cesar" es el bien común, sin privilegiar a nadie ante leyes justas, trátese de políticos creyentes o agnósticos. La transparencia,justicia y libertad responsable cuentan. Para eso no se requere exhibir una pantalla confesional. De Dios, como conducta cristiana, trátese de funcionarios públicos y ciudadanos comunes, es ser buenos ciudadanos desde un espíritu de fraternidad y amor efectivo.
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