lunes, 23 de marzo de 2009

Las mujeres frente a la crisis y ante la insuficiencia de las respuestas gubernamentales en Costa Rica

Mujeres, crisis y escudos de papel
GabrielaArguedas
(*)

De la crisis financiera se discute en el mundo entero, desde que semanas antes de la elección de Obama, Wall Street se convirtiera en el epicentro del desastre económico.

En Costa Rica aún no tenemos claro hasta dónde llegarán los efectos de este descalabro, pero sí sabemos y sentimos que la ola expansiva llegó y nos está golpeando con dureza.

Semana tras semana se pierden empleos, las cuotas de los préstamos hipotecarios se disparan, los precios de productos de primera necesidad suben constantemente.

El inicio de lecciones ha significado para muchas familias un esfuerzo económico mucho mayor que el del año anterior.

Y la cuesta venía hacia arriba aún sin la crisis global.

La Encuesta Nacional de Hogares demostró que, en la actualidad, cada hogar está destinando más dinero del presupuesto familiar para la compra de medicamentos.

Lo mismo sucede con el gasto en alimentación. No sabemos con exactitud cuántas personas han reducido sus comidas diarias, pero podemos intuir que el número crece día con día.

Cada vez son más los niños y niñas que están recibiendo una alimentación insuficiente. Y son precisamente las mujeres, las madres de esos niños y niñas, quienes saben a la perfección de qué estamos hablando cuando decimos pobreza.

Dato crudo. El 70% de las personas más pobres del planeta son mujeres, según datos de UNIFEM. Es un dato crudo y tajante.

Es un dato que ninguna persona con un mínimo de decencia puede ignorar.

La pobreza y la crisis financiera afectan a todo el mundo, pero no les afecta igual. La forma en la que operan las consecuencias de esta situación económica lleva implícito un sesgo de género.

La parte más descarnada de la factura se les cobrará a las mujeres más pobres, a las más excluidas, y a sus hijas e hijos.

En épocas de recesión económica la violencia aumenta y, en especial, la que se ejerce sobre las mujeres de manera específica.

Pienso en las mujeres que hoy están subempleadas, que además son la única fuente de ingresos en sus hogares y que deben buscar dónde dejar a sus hijos para atender esos empleos (o debería decir: esas formas de explotación esclavista).

Tal vez, con suerte, no pierdan ese trabajo de espanto, pero probablemente les reduzcan el salario, o les sobrecarguen horas.

Si mal no recuerdo, fue Franz Hinkelammert quien dijo que iba a llegar la hora en la que ser explotado sería un privilegio, refiriéndose a la posibilidad de tener un empleo… Esa hora, para la gran mayoría de las mujeres en el mundo, llegó desde siempre.

Escudo que no protege

El Plan Escudo ignora esta realidad: la omite y no es un acto inocente.

Es claro que ese vacío tiene una razón de ser: carne de cañón, diríamos, si se nos permite esa licencia poética.

El escudo del plan gubernamental no va a proteger a esas mujeres ni a sus familias, porque no está diseñado con ese objetivo. Ese escudo está enfocado en proteger utilidades, rentabilidad y balances financieros.

Para mí, todo terminó de aclararse con la noticia que fue publicada en el diario La Nación el lunes de la semana antepasada.

El Ministerio de Educación Pública decidió cerrar el programa Segunda Casa, que proveía cuidado y alimentación a niños y niñas de zonas pobres, luego del horario de clases.

El MEP aduce que no le corresponde la labor de cuido. Ese es el punto álgido.

El cuido en este país aún no se entiende como una función y obligación social, donde el Estado debe cumplir un papel protagónico. Como Pilatos, el Presidente y el Ministro Arias se lavan las manos ante la política social.

Que las mujeres pobres, muchas desempleadas, que hacen sacrificios inimaginables para que sus hijos e hijas vayan a la escuela, busquen solución en dónde mejor puedan.

Es seguro que nada tienen que buscar en el Plan Escudo, porque ese plan no tiene nada real y tangible para ellas.

En la línea de fuego y sin armas. El domingo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer (celebración que nace por la lucha de mujeres obreras socialistas), el presidente Arias dijo algunas palabras sobre las mujeres, en cadena de televisión.

Habló de su maestra de la escuela, sonrió. Más de ocho días después del anuncio sobre el cierre de Segunda Casa, iniciaron los discursos oficiales, mensajes abundantes sobre lo maravillosas, fuertes y valientes que somos las mujeres trabajadoras.

Y eso es todo lo que hay. Escudos enclenques y mujeres en la línea de fuego, sin armas para contener los golpes de una crisis causada por los sagrados dogmas del libre mercado.

La Política de Igualdad y Equidad de Género (PIEG) es, por decreto ejecutivo, una guía obligatoria para el Ejecutivo; hay elementos claves en esa política, por eso, hoy más que nunca, el mensaje para el Presidente Arias y sus asesores es uno sólo: cumplan con su obligación. No es una petición, es una exigencia.

*Egresada de la Maestría Interinstitucional en Bioética

DIARIO EXTRA, Costa Rica, 17 de Marzo de 2009
http://www.diarioextra.com/2009/marzo/17/opinion11.php

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