lunes, 23 de marzo de 2009

Reflexiones acerca del futuro de la religión

Diaconatos, africanos y el fin de una era
César Barrantes*

Mientras que el teólogo Jan Hus ardía en llamas, los obispos que lo habían condenado a la hoguera se aprestaban para continuar su importante labor en el denominado Concilio de Constanza que, para la ejecución del "hereje" en el año 1415, ya llevaba poco más de un año de iniciado y tardaría tres años más en concluir.

Se dice, y siempre en las historias orales hay algo de verdad, que los prelados reunidos con el antipapa Juan XXIII (habían tres papas enfrentados entonces) durante largos 4 años tuvieron también sus ratos de esparcimiento -como no- en parte amenizados por unas 700 mujeres de la vida alegre, entiéndase prostitutas. Dicen los relatos que semejante juerga obispal fue la gota que derramó el vaso e impulsó de manera definitiva la imposición del celibato sacerdotal en el Concilio de Trento.

Sea como sea, desde entonces y teóricamente los sacerdotes católicos romanos no pueden tener sexo, atendiendo, según la directriz conciliar, al llamado de Cristo en un ambiguo capítulo de Mateo (el 19, 10-12). Esta postura sigue en pie en nuestros días y ha sido reiterada por el papa de turno, Benedicto XVI, que, dicho sea de paso, anda por África en labores de reclutamiento, tratando de rellenar las vacantes de “vocaciones” sacerdotales que padece su representada a lo largo del planeta, especialmente en Europa y cada vez más en América.

A propósito de la escasez de curas el obispo de la Diócesis de San José de Costa Rica, Hugo Barrantes, anunció la promoción del diaconato, una figura semi-sacerdotal de la que los hombres casados pueden participar, y que les permite hacer las de cura salvo en contadas excepciones como confesar, consagrar y ungir a los moribundos. La medida es una acción del clero costarricense para enfrentar la carencia de sacerdotes que aumenta año con año. Tratando de bajar el perfil a la crisis el prelado metropolitano dijo que la medida va a tono con otras sedes diocesanas del mundo que recurren a los diáconos para suplir el faltante de curas, aunque esa decisión fuese considerada insuficiente por el mismísimo papa anterior, Karol Wojtyla, allá por el año 2002.

A tono con la observación de su predecesor, el actual pontífice romano realiza su desafortunada gira por África, promoviendo su religión y el abandono del condón en el continente donde vive el 70% de los infectados con SIDA, pero que a la vez muestra el mayor aumento de creyentes católicos en los últimos años, para ser exactos en 25 años pasaron de 55 millones a 149 millones. Es claro que el Vaticano proyecta su futuro en el continente africano.

Justamente por estas disyuntivas vino a mi cabeza un párrafo del relato de ciencia ficción “Fundación e Imperio” del finado científico y escritor, Isaac Asimov, que cuenta el lento pero seguro proceso de desaparición de un imperio galáctico, no porque considere que la iglesia católica romana sea un gran imperio en el mundo moderno sino porque alguna vez lo fue, allá por los lejanos y oscuros siglos medievales y que, agudizando un poco la mirada podremos notar que esta anticuada institución viene en franco retroceso desde al menos los últimos cinco siglos y que parece ir dirigida a una desaparición inevitable.

¿Veremos el final del catolicismo romano? Probablemente no, en esto hay que ser realistas, sin embargo podemos sentirnos satisfechos de ver como esa dañina entidad medieval solo es un sombra de su pasado, que día a día su decadencia es más evidente y que en un futuro no muy lejano nuestros descendientes ya no tendrán que lidiar con ella.

Es necesario recordar que con el fin del Vaticano y su influencia internacional quedan aún sus hijos no reconocidos, esparcidos en decenas de versiones descafeinadas de cristianismo, los cuales no pueden y no deben tomar jamás el estandarte dejado por la fuente materna, pues es claro que perpetúan sus malas costumbres y otras tantas. Lo mismo aplica para el cristianismo ortodoxo, el islam, el judaísmo, el budismo, el hinduismo, las religiones “new age” o cualquier otra que intente imponer en el mundo los majaderos dogmas cargados de superstición que tanto han perjudicado a la humanidad en su etapa pre-científica.

¿Qué vendrá después? ¿podrá la humanidad vivir sin religiones? Es la gran discusión que está apenas iniciando pero que tiene mucho que decir, como que si es posible una ética sin religión, libre de miedos a castigos perpetuos o a voyeristas e irritables ojos divinos, pero responsable de sí misma y del semejante; ajena a posturas dogmáticas y abierta a la discusión y replanteamiento de posturas, apegada a la realidad. Es una discusión que la humanidad apenas está iniciando, por el momento conformémonos con mirar la debacle de un añejo imperio y a preparar el camino para el siguiente paso.

* Periodista

NUESTRO PAÍS, Costa Rica, 21 de Marzo de 2009
http://www.elpais.cr/articulos.php?id=4283

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