martes, 1 de septiembre de 2009

Más sobre el caso de Caster Semenya: la intolerancia frente a lo diverso

Caster Semenya: la inquietante incertidumbre del sexo
Javier Flores

La deportista sudafricana Caster Semenya, está siendo sometida a un trato humillante. Su delito fue haber conquistado la medalla de oro en la final de los 800 metros planos en las recientes competencias mundiales realizadas en Berlín. Su apariencia física, juzgada por algunos como masculina, es la causa de que se ponga en duda, no solamente su logro más reciente en el atletismo, sino su identidad sexual… su propia vida.

El deporte se ha convertido en uno de los escenarios en los que aparece recurrentemente el debate sobre la definición de los sexos. Éste es uno de los territorios más visibles en los que se expresa la enorme inquietud social que genera una noción –que cada día muestra sus enormes defectos y por ende su inviabilidad– sobre la existencia de dos sexos únicos.

Es muy probable que si Semenya no se hubiera impuesto sobre las favoritas en ese certamen seguiría la vida tranquila de cualquier chica de 18 años en su natal Limpopo, o en Pretoria, donde estudió. Pero ahora está obligada a desnudarse ante un mundo intrigado y ávido por conocer su condición sexual. Se trata de una violación multitudinaria a su intimidad.

La tensión social que busca ubicar el sexo dentro de dos categorías únicas cuenta con un dispositivo al que se ha dotado de la mayor autoridad: la medicina científica. Ella es la encargada de definir el sexo biológico y, en su caso, de corregir los errores que puedan presentarse mediante la asignación sexual entre las dos únicas categorías médica y socialmente admisibles: mujer u hombre.

En el caso de Caster Semenya, las muestras de sus fluidos vitales circulan desde hace tres semanas por los tubos de ensayo, los reactivos y los equipos más sofisticados para la reacción en cadena de la polimerasa, con la finalidad de escudriñar los más apartados resquicios de sus genes y funciones endocrinas. A nivel deportivo las pruebas no consideran el sexo de crianza o el género. Al final, un especialista dará a conocer el dictamen inapelable. Encontrará quizás algún desorden del desarrollo sexual, que en uno de los escenarios posibles puede conducir a retirarle la medalla de oro y a arruinar para siempre la vida de una joven, a partir del actual atraso conceptual y técnico-científico de nuestra especie.

LA JORNADA, México 1 de septiembre de 2009
http://www.jornada.unam.mx/2009/09/01/index.php?section=ciencias&article=a03a1cie

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